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Antonio Caballo, Gabriel Insaurralde -con zapatillas minimalistas- y Francisco López, en la pista de entrenamiento de Marchena (Sevilla). :: JUAN FLORES
SOCIEDAD

La práctica de correr descalzo cada vez tiene más seguidores

«Ahora correr se ha convertido en un placer, me da una gran sensación de libertad», explica un aficionado

CARLOS BENITO

Jueves, 8 de septiembre 2011, 04:54

Correr, en sí, es fácil. Hasta los representantes más sedentarios de la especie humana recordamos haberlo hecho de pequeños, cuando echábamos partidos de fútbol ... o jugábamos a pillar en el patio, e incluso hoy somos capaces de improvisar una disimulada carrerita si vemos que se nos va a escapar el autobús. Pero aficionarse a correr con un poco de seriedad se ha convertido en una tarea mucho más compleja, en la que el debutante tiene que responder a preguntas sobre su tipo de pisada -¿eres neutro, pronador o supinador?- y elegir entre un catálogo interminable de zapatillas de diseño avanzado, atractivos prodigios de la ingeniería aplicada a la locomoción. Perdido entre explicaciones sobre amortiguación y control de la estabilidad, uno se acaba preguntando cómo hacían para correr hace mil o cien mil años, y lo peor es que quizá se acabe cruzando con la respuesta en cuanto salga a estrenar su flamante calzado: cada vez resulta menos raro toparse con aficionados que corren descalzos, sin ningún ingenio sofisticado entre la planta del pie y el suelo.

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La práctica de correr descalzo cada vez tiene más seguidores