Doble moral
Un indio y un pakistaní se unen en Wimbledon para defender la paz entre sus países. Rohan Bopanna y Aisam Qureshi ya están en cuartos de final del torneo
PÍO GARCÍA
Miércoles, 30 de junio 2010, 04:51
CUANDO Rohan Bopanna propuso a Aisam Ul-Haq Qureshi unir sus raquetas para jugar torneos de dobles no pensaba en complicadas estrategias geopolíticas ni ... en históricas humillaciones diplomáticas ni en alambicados problemas religiosos. Bopanna buscaba un compañero y, de repente, encontró a Qureshi. La solución les parecía natural: ambos se llevan estupendamente, sus estilos de tenis son complementarios, hablan idiomas parecidos, a los dos les encantan las películas de Bollywood y sus diferencias futbolísticas (Bopanna se muere por el Manchester y Qureshi defiende al Liverpool) no pasan a mayores. «No pensábamos en la frontera hasta que empezamos a ganar torneos y los medios de comunicación repararon en nosotros», explican en la revista 'Deuce'. Sólo entonces cayeron en la cuenta de que Bopanna es indio e hindú y su amigo Qureshi, pakistaní y musulmán.
La India y Pakistán mantienen un conflicto agudo desde el año 1947, fecha en que el Imperio Británico abandonó sus territorios asiáticos y el gigantesco subcontinente se partió en dos: una nación islámica (Pakistán) y otra de mayoritaria observancia hindú (India). Desde entonces, han mantenido tres guerras abiertas y jamás han firmado una paz digna de tal nombre. Comparten una frontera muy extensa e inestable y Pakistán reivindica la adhesión de la región india de Cachemira. Los dos estados han amenazado más de una vez con lanzarse mutuamente la bomba nuclear.
Pero Rohan Bopanna y Aisam Ul-Haq Qureshi no pensaban en eso: sólo querían jugar algunos torneos, ganar dinero en el circuito y pasar un buen rato juntos. Y eso que Qureshi, un tipo extremadamente educado y formal, de maneras casi aristocráticas, ya se había metido en algún charco político por su tendencia a no mirar el pasaporte de sus compañeros doblistas. En el año 2002, el tenista pakistaní decidió jugar el torneo de Wimbledon con el israelí Amir Hadad, lo que levantó una conmoción en su país natal. Pakistán no reconoce oficialmente el Estado de Israel y la Federación asiática reclamó entonces a Qureshi que rompiera su alianza con el tenista judío. No lo hizo. Su país lo excluyó de la convocatoria de la Copa Davis y recibió sonoros abucheos de sus compatriotas más extremistas. Pero Aisam acabó con la cabeza muy alta: «Jugar con Hadad me causó muchos problemas; pero creo que todo el mundo recibió el mensaje de que no se puede mezclar la política o la religión con el deporte». A cambio de tantos disgustos, Qureshi y su compañero israelí ganaron el Premio Humanitario Arthur Ashe que concede la Asociación de Tenistas Profesionales.
'Parad la guerra'
Cuando Rohan Bopanna y Aisam Ul-Haq Qureshi se dieron cuenta de que su relación era políticamente incorrecta, no dejaron de jugar juntos. Al contrario. Ambos comprobaron que su alianza funcionaba, recibieron un apodo simpático (el 'Indo-Pak express') y, lejos de esconderse, han decidido lanzar al mundo un mensaje explícito. Durante el presente torneo de Wimbledon, Bopanna y Qureshi visten unas chaquetas blancas con un lema pintado en azul: 'Stop war, start tennis' ('Parad la guerra, empezad el tenis'). El pasado lunes dejaron sus sudaderas sobre la silla, con el eslogan bien visible, mientras se unían para vencer al eslovaco Lukas Lako y al ucranio Sergei Stakhovski (7-5, 7-6, 6-2). Si el tiempo lo permite y los horarios se cumplen, algo no siempre posible en Londres, el dúo indopakistaní disputará hoy los cuartos de final contra el austriaco Jurgen Melzer y el alemán Phillip Petzschner. Una ocasión más para enviar su mensaje de concordia.
Bopanna y Qureshi comprenden que muchos de sus compatriotas todavía les miran con recelo. Pero también intuyen que, gracias al tenis, la relación entre indios y pakistaníes puede ir cambiando hacia una convivencia pacífica. En ese empeño, al menos, saben que no están solos. Cuentan con la ayuda de la mejor raqueta india de la actualidad, Sania Mirza (Bombay, 1986).
Amor transfronterizo
Mirza fue piedra de escándalo en las riberas del Ganges hace un año, cuando anunció que se había enamorado del jugador de críquet pakistaní Shoalib Malik. El tenis es un deporte aún muy minoritario en las tierras asiáticas del viejo imperio británico, donde ni siquiera el fútbol consigue levantar la pasión del críquet. Malik, un héroe en Pakistán, se había casado en 2002 por teléfono con una joven compatriota, Ayesa Siddiqui, aunque él siempre sostuvo que el matrimonio había sido falso y que su novia le había tratado de engatusar con fotos de otra chica mucho más guapa. Cansado de sostener una increíble batalla legal y religiosa, acabó concediendo el divorcio a Ayesa (previo pago del dinero exigido) para poder casarse con la tenista india.
A ambos lados de la frontera indopakistaní, la población siguió el culebrón de Shoalib Malik con la pasión con la que se devora una telenovela. El episodio concluyó el pasado 12 de abril, cuando Mirza y Malik, liberado ya de su primer yugo marital, se casaron. No todos aplaudieron el romántico final: fanáticos pakistaníes salieron a las calles para quemar públicamente la fotografía de su celebrado jugador de críquet y fundamentalistas indios hicieron lo mismo con las imágenes de su mejor tenista. Y eso que, en este caso, no había ningún conflicto religioso soterrado: marido y mujer son musulmanes. Para evitar problemas, o simplemente por comodidad, Mirza y Malik fijarán su residencia en Dubai.
Rohan Bopanna y Aisam Qureshi ofrecen ahora un nuevo e insólito episodio de amistad indopakistaní. «Nos los preguntan mucho; pero, sentados aquí juntos, no podrían señalar ninguna diferencia entre nosotros... Al fin y al cabo, nuestro país era el mismo antes de la partición», reflexiona el tenista indio en las páginas del diario británico 'The Guardian'. Ni Bopanna ni Qureshi llegarán jamás a las cimas que ahora pisan Roger Federer o Rafa Nadal. El indio ocupa el puesto 52 en el ranking mundial de doblistas y el 478 en el individual; el pakistaní defiende el puesto 43 en dobles y el 1.071 en individuales. Pero, por encima de números, ellos sólo quieren jugar juntos. «Él es, de largo, mi mejor amigo», dice Qureshi. Qué importa de qué lado de la frontera haya nacido.
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