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Granada
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Viernes, 18 de agosto 2017, 02:13
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Si bien es cierto que cuatro ojos ven mejor que dos, que dice el viejo refrán castellano, no parece que cuatro señales informen mejor que dos, siquiera que una. Es el caso de Granada, sobre todo en su centro histórico y turístico, que acumula en su piel asfaltado todo tipo de señales, postes y monolitos informativos sin que se sepa muy bien a qué responde tanto solapamiento y sin que la información avance más allá del propio nombre de la calle o del monumento.
Un paseo por el Realejo, Plaza Nueva y el Albaicín desvela esta duplicación e incluso triplicación de lo que se denomina técnicamente señalética y permite comprobar que, pese a ser el turista el principal destinado, absolutamente todas están en la vieja lengua de Cervantes, sin concesión alguna al inglés, francés o lenguas más lejanas como el árabe o el japonés, que tanto busca atraer la vieja ciudad de la Alhambra.
- Para conductores Son las que más presencia tienen por doquier y las que más críticas despiertan ya que están presentes en zonas peatonalizadas. A veces, son confusas y están muy deterioradas
- Para peatones Al igual que las anteriores, son para los turistas cuando pasean la ciudad y algunas informan del tiempo que dura el recorrido. Solo están en español
- Monolitos Con un diseño original, ofrecen información histórica de barrios y monumentos
- Iniciativas varias Y todas con sus placas, desde las Rutas Saludables al Centro Comercial Histórico de Granada o la Ruta de la Tapa
Hay muchos tipos de señales, donde predominan las clásicas que se ven en cualquier ciudad del país cuyos fondos de color indican si se trata de un barrio (verde), monumento (rosa), servicio (marrón) o establecimiento hotelero (amarillo). Ocurren con ellas dos problemas.
Que los colores confunden y se puede encontrar una señal que indica un aparcamiento con fondo amarillo y a los cien metros con fondo marrón, que por su antigüedad están bastante deterioradas (caso de las que indican la Alhambra y el Centro de Lenguas Modernas de la UGR) y, lo más importante, que son para conductores, cuando el centro está ya en su mayor parte peatonalizado. Un contrasentido.
Luego se encuentran superpuestas las señales orientativas troqueladas sobre hierro fundido que todas las voces de los barrios critican «porque pasan desapercibidas» y porque «no informan de nada».
La asociación de vecinos del Bajo Albaicín, siempre combativa, ha declarado este verano sobre el tema de la macedonia de señales turísticas que «hace unos meses veíamos como se sustituían aquellas señales enormes, estándares y más propias de carreteras y avenidas y pensadas para ser vistas desde el coche, que indicaban direcciones para el Albaicín, la Alhambra, etc, desde Plaza Nueva. En vez de ellas se colocaron unas mucho menores y discretas, legibles para el peatón, que, al fin y al cabo es el que, en teoría, más las necesita en ese entorno».
«Sin embargo, prosiguen, es sorprendente ver cómo siguen prevaleciendo muchas señales antiguas, desproporcionadamente grandes, indicando direcciones para establecimientos hoteleros. ¿Qué sentido tienen?», se preguntan. Rápidamente, se contestan que «al mantener unas señales que están pensadas para ser vistas desde el coche se está fomentando el uso y abuso por parte del turista del vehículo privado para llegar a hoteles que están en zonas en las que claramente sus vehículos suponen un conflicto con el peatón y el transporte público».
Además, está el tamaño, «ya que las señales actuales, por su tamaño, posición y cantidad, suponen una total distorsión del paisaje urbano de Plaza Nueva». En segundo lugar, plantean que sería conveniente sopesar incluso la existencia de unas señalizaciones «que no son de interés colectivo y público, sino que sólo benefician a unos pocos negocios hoteleros turísticos». Es decir, señales que son básicamente elementos publicitarios y no un servicio público. Es más, con el cambio de tecnologías y comportamientos, podrían considerarse casi innecesarias». En tercer lugar, tienen claro que, de existir dichas señales, «no necesitan ser del tamaño que actualmente tienen pues no es el coche el que las necesitaría, sino el peatón y que, por lo tanto, deben adaptarse al menos al diseño de los nuevas que se han colocado». Por lo tanto, sería deseable «encontrar una solución coherente a este batiburrillo de señales que lo único que hace es dar una imagen de cutrez y descuido además de excesivamente comercial a las puerta de entrada al conjunto declarado Patrimonio de la Humanidad, Alhambra-Albaicín».
Puede que, incluso, se queden cortos, porque a este batiburrillo hay que añadir los monolitos con información histórica que iban acompañados de audioguías que ya no funcionan, los indicadores de las rutas saludables y, finalmente, la inversión de 70.000 euros con los que se señalizó el Centro Comercial Abierto de Granada. Para la ocasión, corría 2014, se desplazó incluso el entonces consejero de Turismo y Comercio, Rafael Rodríguez.
No solo se quejan los vecinos, la propia Encuesta de Coyuntura Turística de Andalucía, publicada el 8 de agosto, certifica que los turistas consideran la señalización informativa de Granada como la peor de todas las capitales andaluzas.
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