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Fútbol | Liga de Campeones

El gol del sevillano en el tiempo de descuento permitió una prórroga en la que el equipo de Ancelotti aprovechó su mejor estado físico

PPLL

Domingo, 25 de mayo 2014, 22:35

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Sergio Ramos es sevillano de Camas pero representa mejor que nadie el ADN del Real Madrid, un club orgulloso y ganador, acostumbrado a luchar hasta el límite por todos los títulos y con una historia repleta de heroicidades como la de anoche en Lisboa. El central, que a lo largo de la semana no se cansó de repetir que unos venden mejor el producto pero el Madrid también se caracterizó siempre por dejarse el alma, rescató a los de Ancelotti cuando los colchoneros acariciaban la 'primera'.

Fue de cabeza, y tras jugada de estrategia, precisamente la faceta que mejor domina el Atlético, pero resucitó viejos fantasmas en los rojiblancos y transformó la final en un paseo en la prolongación para el campeón, arrollador porque estuvo mucho más fresco física y mentalmente.

El recuerdo de ese disparo letal de Schwarzenbek en el último minuto de la prórroga de la final de Heysel, se hizo más patente que nunca en la muchachada del Manzanares. Cuarenta años después, el Atlético volvió a quedarse con la miel en los labios, Le pudieron la intensidad del rival, la gran mejoría experimentada por el campeón con Isco y Marcelo ya en el campo, y el miedo a perder que en el tramo decisivo. El Madrid pasó del hundimiento a las lágrimas de alegría por esa 'décima' trece años perseguida.

Tenía más necesidad, mucha más urgencia y selló la remontada con ese cabezazo de Bale en la segunda parte de la prórroga, la internada de Marcelo y el penalti transformado por Cristiano. Fue una final tremenda, agotadora, vibrante, con alternativas y en la que pudo vencer cualquiera. La diosa fortuna sonrió al grande y destrozó al pequeño, que recibió excesivo castigo. Ancelotti ya tiene cinco galardones en siete finales. Y la flor de Casillas creció, y de qué forma, porque tras el sonado éxito su cantada en el gol de Godín quedó en anécdota.

Venció el Real y nadie puede discutírselo, pero si Luis Aragonés levantase la cabeza, podría volverse a morir tranquilo, orgulloso. En el año de su pérdida, su Atlético del alma no pudo vengar a los héroes del 74, pero tuvo un comportamiento dignísimo y hace una semana selló un título de Liga que el tiempo valorará en su justa medida.

Los hinchas blancos no dejaron de gritar sí se puede y creyeron aún más que los atléticos, feligreses de esa religión que impone Simeone en su catecismo.

Lesiones determinantes

Aunque ambos técnicos presumen de haber dado con sus equipos tipo, las lesiones generaron enormes interrogantes. Los dos equipos llegaron a Lisboa con el gancho tras un curso extenuante y los riesgos eran evidentes. Ancelotti dejó fuera de combate a Pepe, ya que las roturas en el gemelo son irrecuperables a corto plazo, pero se la jugó con Benzema pese a la contractura en el aductor. La titularidad de Cristiano estaba cantada. Pero los dos evidenciaron un estado lastimoso.

Sobre todo, sorprendió Carletto al apostar por Khedira en una clara demostración de que no confiaba en el joven Illarramendi para un duelo tan exigente y de tanta responsabilidad. Simeone conversó con Diego Costa y ambos determinaron que era el día de jugársela, el partido de sus vidas. La doctora Marijana Kovacevic le dijo al hispano-brasileño en Belgrado que el Mundial no peligraba y al ariete le cambió el rostro. Pero su bíceps femoral derecho estaba roto. La placenta de yegua y la doctora han cobrado fama mundial, pero era una locura. Adrián no dejó de calentar ni en los prolegómenos y Costa no duró ni diez minutos en el campo. Un cambio regalado al rival y un golpe moral para el equipo y la afición. En cambio, el Cholo prescindió de Arda hasta para el banquillo.

Alternativas

Hasta el devastador arreón final del vecino rico, el Atlético supo llevar el duelo a su terreno. Había equilibrio aparente pero los colchoneros sabían a lo que jugaban y los blancos parecían desnortados. Unos y otros se esforzaban más en cerrar espacios para evitar los contragolpes que en crear juego. Muchos balones aéreos y ausencia de ocasiones. El Madrid, con un 4-3-3 claro, apeló al factor de la Copa del Rey y trató de buscarle la espalda a Juanfran con Di María, Cristiano y Coentrao. Pero las ayudas de Raúl García y de Gabi y la atención de Miranda desbarataban los planes de Ancelotti. Y si hacía falta, los del Manzanares golpeaban. Raúl García vio la amarilla por una durísima entrada al 'Fideo' y Ramos se llevó otra por ir a la gresca. Bale pudo cambiar pronto la dinámica de la final, tras un grave error en el pase de Tiago, pero lanzó fuera. Y poco después se adelantó el Atlético. En uno de esos saques de esquina que sus hinchas festejaban como medio gol, hubo un rechazo, Juanfran volvió a meter el balón en el área, la zaga tardó un mundo en salir, Iker dudó y Godín anotó otro gol que parecía llamado para la historia. Grave error de Casillas, lento y dubitativo.

El Atlético volvió a salir con las ideas más claras tras el descanso. Dominaba, tocaba y desnudaba al Madrid, que entonces lo fiaba todo a las galopadas de Di María. El argentino provocó una falta que animó a los merengues. Pero Courtois desvió el golpeo de Cristiano tras rozar en un defensor. Ancelotti tenía que modificar algo porque la final se le escapaba. A falta de más de media hora, buscó profundidad con Marcelo y desequilibrio con Isco. Las apuestas que ya permitieron crecer al Madrid hasta empatar en el choque liguero del Calderón y que volviero a ser revulsivo.

Héroes

Ramos tiró de orgullo, salió de la cueva, se fue hasta de extremo y su centró casi lo cabeceó Cristiano. Primer aviso serio de un central excelso que lideró el soberbio ataque en el tramo final de un Real Madrid al que jamás se le puede dar por muerto. Se dejó el alma, se echó el equipo a la espaldas y marcó a minuto y medio del final del descuento. Un cabezazo de oro tras un saque de esquina. Hacía justicia porque el Atlético ya se defendía como gato panza arriba, quizá porque le entró de pronto ese miedo a ganar que suele atenazar a los humildes. Antes, Morata había entrado por Benzema y Filipe Luis se retiró lesionado y le remplazó Alderweireld.

El Atlético ya no pudo recomponerse porque estaba muerto. Y el eterno rival le pasó por encima en la prolongación. Curiosamente, y pese al 4-1 y el golpetazo anímico, tras el choque se escuchó más a los colchoneros que a los merecidos campeones. El Madrid ya enseña la ansiada 'décima' pero el espíritu colchonero es irreductible. Fiesta espléndida del fútbol español.

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