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Antonia, en el interior de la casa que compró hace 15 años y que también peligra por su deuda. RAMÓN L. PÉREZ

Una vecina de Iznalloz, a punto de ser desahuciada por segunda vez

Antonia y su exmarido perdieron una casa que tenían en Campotéjar por no pagar la hipoteca y ahora el banco va a por su vivienda de Iznalloz

Yenalia Huertas

Granada

Jueves, 26 de abril 2018, 17:46

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Cuando Antonia se juntó con su exmarido era sólo una cría, una 'niña bonita' de 15 años. Ahora tiene cinco hijos –el mayor de 31 y el más pequeño de 9–, varios nietos y un grave problema: el banco va a por la casa que le queda, tras quitar a la pareja el otro inmueble que tenía.

Los hijos de Antonia son –afirma– todo su patrimonio. Ellos... y también la pequeña y humilde vivienda que posee en la parte alta del municipio acatucitano que pronto, si la justicia no lo impide, dejará de ser suya. Será el segundo inmueble que Antonia, de apellidos Fernández Fajardo, perderá como consecuencia del impago del préstamo que pidió junto a su marido cuando el amor aún cimentaba su unión. Aquella hipoteca, que la pareja luego amplió, tenía cláusula suelo –del 4%– y unos intereses de demora leoninos que están terminando de devorar sus bienes.

La primera vivienda que perdió Antonia, ubicada en Campotéjar, la había comprado su exmarido estando soltero. La relación entre ambos nunca fue estable; estuvo salpicada de rupturas temporales hasta que al final se acabó. En una de esas separaciones Antonia adquirió la de Iznalloz. De eso hace 15 años y pagó por ella, según detalla, unos 7.800 euros.

El banco se quedó con el inmueble de Campotéjar porque al divorciarse, según Antonia, él «dejó de pagar» las letras y ella no pudo abonarlas. Pero la vivienda no fue suficiente para saldar la deuda y el banco va ahora a por la casita de Iznalloz de Antonia, que «tantas fatiguitas» le costó.

La mujer explica que la había puesto como aval para pedir el préstamo que emplearon en rehabilitar la otra casa de Campotéjar. «La de Campotéjar la echamos abajo porque se calaba el tejado. Mientras hacíamos la obra, estuvimos viviendo allí, pero una vez hecha él se dio cuenta de que no quería vivir con sus hijos y su mujer y se fue», explica Antonia. Su hijo pequeño tenía sólo cinco meses y ella se volvió entonces a Iznalloz.

En la minúscula salita de Antonia hace casi más frío que en la calle. Los antiguos muros de tierra y cal de la vivienda la dotan de esa autenticidad que tiene todo lo añejo. La vivienda, de dos plantas pero de reducida superficie, está enclavada en una empinada calle del pueblo y no tiene ningún lujo. Bueno, sí, uno: la luz. La decoración es mínima y se suple con los recuerdos familiares. La mayoría son fotos de bodas, de ceremonias y de nietos. Los retratos, con marcos de tamaño dispar, están cuidadosamente colocados para que uno no tape al otro y reposan en un mueble que cubre toda la pared frontal de la estancia. La mujer exhibe con orgullo las instantáneas a los informadores antes de sentarse en una pequeña mesa de camilla para contar su caso a IDEAL. Lo hace como último recurso, tras haber interpuesto su abogado uno de los de verdad ante la Audiencia. «Me quitaron la otra casa y como no la han vendido en el precio que era la deuda, pues me quieren quitar esta, y aún seguiría la deuda puesta. Entonces yo les dije: ¿Todo lo que está a mi nombre me lo vais a quitar? Pues como no 'sus' llevéis a los niños... Así lo dije. Desde entonces estoy tomando 'depresivos'. ¡Que me tengo que salir de mi casa!», relata incrédula.

Lo último que su letrado ha hecho es recurrir un auto que, fechado el 21 de diciembre, cerró la puerta a su último intento judicial para evitar que Antonia sea 'doblemente desahuciada' o, para ser más correctos, objeto de una doble ejecución. Su letrado ha tratado de demostrar –por ahora sin éxito– que las cláusulas del préstamo que Antonia y su ex firmaron fueron «abusivas». Cabe recordar en este punto que, el pasado 27 de septiembre, el Supremo dictó una sentencia por la que las ejecuciones hipotecarias de los años de la crisis serían ahora susceptibles de revisión y podrían ser anuladas si contienen cláusulas que la justicia considere abusivas, como las suelo o de vencimiento anticipado.

Según figura en uno de los documentos facilitados a este diario, sólo de intereses, entre el 9 de marzo de 2010 y el 3 de marzo de 2011, el banco reclamaba a Antonia y su ex cerca de 11.500 euros por los impagos. Esa cantidad resultaba de aplicar un «tipo de demora» del 20% al capital adeudado. El principal reclamado, a fecha de 9 de marzo de 2010, era de 57.580 y quedaban pendientes de pago 33.387 euros. El caso de Antonia recayó en el Juzgado de Primera Instancia 7, pero el órgano se ha negado a suspender la ejecución de la segunda casa –como continuación de la ejecución de la primera– . El motivo: la finca que garantizaba el crédito impagado ya fue adjudicada –la de Campotéjar–, «y nos encontramos –decía– ante una ejecución de título no judicial» de una vivienda no relacionada con la cláusula abusiva inicial en la que se escuda el abogado para tratar de parar el proceso, que si sigue su curso acabará en subasta.

Los informadores dejan a Antonia sola en la casa. Al niño lo llevó al 'cole' antes de la entrevista. Algunos días, comenta, van y vienen a casas de familiares. La bici del crío, el único que vive actualmente con ella, está en la entrada y en la cocina hay fruta fresca. La mujer, que dice estar parada, recoloca sobre la mesa papeles que ha sacado del mueble de las fotos y se despide con un ruego a los jueces: «Que me dejen quedarme, aunque tenga que pagar un alquiler».

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