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Paisajes de cementerio

Paisajes de cementerio

Situados sobre laderas, colinas y altiplanos, ocupan espacios destacados del entorno de los pueblos granadinos

Juan Enrique Gómez

Martes, 1 de noviembre 2016, 01:36

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El sonido de la naturaleza no calla en los cementerios. Desde los árboles llega el incesante piar de los pájaros. El ladrido de perros cercanos es más intenso entre el mármol de las tumbas, hasta donde llega el balar de los rebaños que pastan entre los almendros. Se oyen grajillas que cruzan el cielo mientras parejas de palomas y tórtolas buscan huecos entre los muros. Los camposantos no son un lugar para el olvido, sino espacios donde honrar a los muertos, situados en lugares privilegiados del entorno de los pueblos, en puntos que en muchos casos se consideran de alto valor paisajístico y natural. En la provincia de Granada hay casi dos centenares de cementerios que cubren las necesidades de enterramientos de los 168 municipios y de una treintena de anejos, lugares que cada año, en el mes de los difuntos, se engalanan con el manto multicolor de crisantemos, pensamientos, rosas y petunias, y registran un constante ir y venir de personas que desean honrar a sus muertos.

Es tiempo de recorrer espacios que las gentes cuidan con esmero, que encierran la historia más cercana, donde es posible conocer los nombres de quienes fueron parte fundamental del devenir de la tierra en la que ahora reposan. Cualquier cementerio de la provincia de Granada, desde el monumental camposanto de San José, en la capital granadina, al más humilde de los enterramientos, entre cárcavas y desiertos, es un lugar para entender la evolución de los pueblos, y observar la naturaleza y el paisaje.

Grupos de altos cipreses miran hacia el cielo en los alrededores de los pueblos. Descubrir la imagen de esos grandes árboles es la forma de saber dónde se encuentra el cementerio, que suele situarse en puntos desde el que es posible dominar el territorio, como una forma de ofrecer la mejor visión a quienes dejaron de formar parte del universo de los vivos.

Desde la Edad Media, los cementerios se ubicaban junto a las iglesias y conventos. A finales del siglo XIX, las nuevas exigencias sanitarias obligaron a desplazarlos a las afueras de los núcleos de población, por lo que casi todos los elementos históricos desaparecieron, pero también se potenciaron lugares que de otra forma habrían sido ocupados por urbanizaciones y cultivos.

En la costa los camposantos se disponen junto al mar, o en las laderas que miran hacia las aguas de Alborán. Los pequeños cementerios de Castell de Ferro, La Mamola o La Rábita, son conjuntos de viejas tumbas, modernos y antiguos panteones que se suceden de forma anárquica, unos junto a otros para aprovechar un espacio que cada vez es más necesario. Cruces de principios del siglo XX, con humildes construcciones encaladas que contrastan con lujosos enterramientos de mármol, cristal y forjados. Son pequeños grupos de nichos que forman panteones familiares protegidos por cubiertas de tejas. En las grandes poblaciones, los camposantos han perdido sus esencias tradicionales al tener que desplazarse desde el interior de las poblaciones (junto al castillo en Almuñécar, por ejemplo) a zonas más adecuadas a sus necesidades, una problemática que también se ha dado en las poblaciones más grandes de la provincia.

En el interior, desde la Contraviesa a la Alpujarra, los camposantos son pequeños, de muros blancos, con algunos cipreses que se destacan entre los campos de almendros. Ocupan las laderas, casi todos ellos en las zonas altas de las poblaciones. Las estructuras funerarias parecen copiadas de unos pueblos a otros.

Camino de la ciudad, en el Valle, los camposantos de esta comarca se adaptan a un territorio de difícil orografía, que obliga a construirlos bajo los cerros. Los de las localidades de Mondújar y Talará, uno muy cerca de otro, ocupan los lugares donde las historias populares cuentan que el último monarca nazarí, Boabdil, depositó los restos de los reyes de su dinastía antes de partir al destierro. Gruesas tapias de corte fronterizo, que rozan la imagen de haciendas africanas.

En el cinturón metropolitano los camposantos están en las afueras de cada pueblo, y en algunos casos rodeados de urbanizaciones. Sus estructuras repiten los estilos arquitectónicos de casi toda la provincia, donde se mezclan grandes pabellones de nichos, con panteones familiares situados también de forma anárquica. Los camposantos, como el de Alfacar, de una alta calidad artística y paisajística, son parte del recorrido de ancestrales víacrucis, el camino hacia viejas ermitas.

Y en el interior, sobre cerros de cárcavas y malas tierras se ubican entre cuevas o sobre altiplanos. Llegan a hacerse parte esencial del paisaje de los desiertos, donde los cipreses o altos árboles son elementos de atracción en el territorio y su presencia se hace casi exclusiva de las tierras para el reposo de los difuntos.

Son las humildes aldeas de los muertos, donde se mantiene la huella de quienes formaron parte de la historia y ahora se funden con la tierra.

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