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Gerardo Ruiz tiene previsto partir hacia la vendimia francesa a principios de agosto.
«Todos los años me voy del pueblo con lágrimas en los ojos»

«Todos los años me voy del pueblo con lágrimas en los ojos»

Unos 3.000 temporeros de la provincia tienen ya las maletas listas para viajar a la vendimia francesa, una cifra similar al año pasado

Jorge Pastor

Miércoles, 3 de agosto 2016, 01:12

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Cinco de la tarde. Hace un calor de justicia en Mazan, una localidad vitivinícola situada en la región de Provenza-Alpes, al este de Francia. Gerardo, conocido en su pueblo, Iznalloz, con el apodo del 'Botete', cuenta las horas que faltan para la nueve y media. Después de asearse y comer algo tras finalizar la jornada de trabajo, es la hora a la que suele llamar a su esposa, Silvia. Una llamada que le devuelve a su vida real. Su vida en Iznalloz. Su vida junto a Silvia. Junto a sus dos hijos. Su vida. La vida de quien se resiste a aceptar como una costumbre emigrar todos los años para recoger uvas en Francia durante el día y dormir en un barracón de veinte metros cuadrados durante la noche. Gerardo, el 'Botete', que prepara ya las maletas para partir hacia Francia a principios de agosto, sabe que así serán sus dos próximos meses. Trabajar, trabajar y sólo trabajar. «Todos los años me voy con lágrimas en los ojos».

Gerardo Ruiz es uno de los tres mil granadinos que, según las primeras estimaciones que realizan los sindicatos, viajarán rumbo a Francia en las próximas semanas. Una cifra similar a la del año pasado. Autobuses cargados de ilusiones y también, en algunos casos, de necesidades. Autobuses que salen desde los cuatro puntos de la geografía provincial. Desde Íllora, Montefrío... Iznalloz, como Gerardo. Regresarán a finales de septiembre o principios de octubre con algo más de dos mil euros limpios en la cartera y si no hay mayores contratiempos, con un número suficiente de jornales que les permitan cobrar durante seis meses los 420 mensuales del subsidio agrario. «Aquí no hay más», comenta. «Irnos a Francia y luego engancharnos en la aceituna». Dos campañas agrícolas para 'cosechar' las treinta y cinco peonadas. Las ganancias del temporero.

A las 07.30 horas, en el tajo

«En Francia nos levantamos a las siete de la mañana porque media hora después ya tenemos que estar en el tajo», explica Gerardo. Su horario de mañana, hasta las doce. Después, hora y media para almorzar. Por la tarde, hasta las siete y media. Con el sol reclinando regresan al 'bungalow'. Un habitáculo parecido a las casetas que se instalan en las obras. «Caben dos habitaciones muy pequeñas, con literas, un lavabo y una cocina», comenta Gerardo, quien lamenta que las condiciones laborales se hayan precarizado tanto en los últimos años. «Antes te alojaban en una casa; ahora tienes que pagarla», resume. Un alquiler que ni Gerardo ni muchos vendimiadores asumen. Así la soldada luce más. Luego el invierno es muy largo. Gerardo no es optimista respecto al futuro. No puede evitar que se le escape una sonrisa, llena de ironía, cuando le hablan de recuperación. «Yo le pediría a Rajoy que se viniera conmigo a Francia y que me acompañara durante las diez horas de curro», agrega Gerardo 'el Botete'.

Junto a él, Adolfo Díaz, el 'Morato'. También de Iznalloz. Suma cuarenta y dos años. Va a Francia desde los catorce. «Entonces -comenta- podíamos acudir junto a nuestros padres con un permiso especial». Allí iban él y su familia. A Carpentras, también en la Provenza. Desde entonces sólo falló en los años del 'boom' del ladrillo. «El empleo de albañil era mucho más rentable, bien remunerado y con continuidad», recuerda Adolfo, quien subraya que la crisis lo cambió todo. «Nos quedamos sin faena en la construcción y volvimos a Francia». «No sólo los españoles -indica-, también de otros países como Bulgaria, Polonia o Rumanía, donde la situación es también muy difícil». Un notable incremento de la demanda de mano de obra que, según el Morato, han aprovechado los patronos para sacar mayor tajada. El fatídico 'esto es lo que hay'. Por eso y por otras razones posiblemente no se marche a Francia este año.

Adolfo, que domina un francés muy básico para salir del paso -lo normal es que los vendimiadores españoles se relacionen básicamente entre ellos-, asegura que en Iznalloz sí hay oportunidades, «pero están desaprovechadas». Una de ellas, el mantenimiento de la superficie forestal. «Vas por el campo y te das cuenta de que está descuidado; ahí podría haber trabajo para muchas personas».

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