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Correos. El último robo se ha registrado en Correos de Talará, donde forzaron la puerta.
«Me da miedo estar en casa, tengo un susto muy grande»

«Me da miedo estar en casa, tengo un susto muy grande»

Una oleada de robos en viviendas y cortijos -una docena en apenas quince días- pone en jaque la tranquilidad de Lecrín

CRISTINA GONZÁLEz

Viernes, 8 de abril 2016, 00:57

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Pepa no puede contener las lágrimas. Es muy pronto. Apenas han pasado cinco días desde el duro golpe de encontrarse su casa patas arriba tras recibir la desagradable visita de los ladrones. Si hay alguna lectura buena, que siempre hay que buscarla, es que ni ella, de 77 años, ni su marido, de 86, estaban dentro de la vivienda, en Taralá, que forma parte del municipio de Lecrín. A las cinco de la tarde habían puesto rumbo a su cortijo de la sierra. Como hacen con frecuencia. Ya se oían ecos de las fechorías de algunos cacos por la zona, pero uno nunca piensa que puede ser el siguiente. Pepa rompe a llorar. No tiene consuelo.

«Me da miedo estar en casa, tengo un susto muy grande», acierta a decir. Desde los 19 años, toda una vida, lleva en ese pueblo, y no da crédito a que le hayan desvalijado su hogar. «Forzaron la puerta, lo tiraron todo por el suelo y se llevaron el poquito de oro que tenía y un rifle de mi hijo. ¡Hicieron un destrozo más grande! Han roto hasta un armario», explica. Y el daño no fue mayor porque su nieta, que vive enfrente, se percató de que algo no marchaba bien al ver las luces encendidas sabiendo que sus abuelos no estaban. Llamó a su padre y él a la Guardia Civil y los cacos se olieron los avisos y huyeron con la mitad del asalto por culminar. No corrió tanta suerte su hija. Sí, dos casos en la misma familia. Quizá ahora entiendan mejor el dolor de esta madre que tiembla cuando relata los sucedido.

«Se lo llevaron todo»

«A mi hija le robaron el Jueves Santo, se lo llevaron todo: ordenadores, la tele, el oro... Menos el dinero porque no tenía», cuenta visiblemente apesadumbrada desde la puerta de su casa y se lamenta de que, mientras que ellos ya son mayores y tienen menos necesidades, «a ella la han dejado lista de papeles con tres niños chicos, porque todo lo que se han llevado le hacía mucha falta». «En mi casa no han encontrado ni huellas. Entraron con guantes y, menos a uno, a todos les vieron salir con capuchas», añade.

Desgraciadamente el de Pepa no es un caso aislado. Ni el de su hija. Ni el del amigo de Carmenchu. Ni el de la exconsuegra de Rosa. En las calles, tiendas, bares... no se habla de otra cosa. Una oleada de robos en viviendas y cortijos, cuantificada desde fuentes de la Guardia Civil consultadas por este periódico, en una docena en los últimos quince días -uno incluso con los moradores dentro pero afortunadamente sin daños personales- ha puesto en jaque la tranquilidad de Lecrín. Este municipio está conformado por los núcleos de población Acequias, Béznar, Chite, Mondújar, Murchas y Talará, que suman poco más de 2.000 habitantes. En casi todos se han registrado asaltos, según la Benemérita.

El alcalde de Lecrín, Salvador Ramírez, reconoce: «Estamos todos con la mosca detrás de la oreja». Ayer mismo, de madrugada, los atracos pasaron de viviendas particulares a la propia oficina de Correos de Talará. Forzaron dos puertas reventando sus cerraduras: la exterior y la de la habitación donde se encontraba la caja fuerte. Según las mismas fuentes de la Guardia Civil, el botín fue de aproximadamente de 70 euros en efectivo. «Creemos que a lo mejor hay algún informador de la zona y estamos detrás de coger a ése y a los otros», afirma el regidor.

En sus 25 años al frente del Ayuntamiento asegura no haber vivido «una mala racha» como ésta. «Como mucho pasaba una cosa y a los ocho meses otra», pero pide tranquilidad a los vecinos. «Que confíen en la Guardia Civil porque está ahí y tarde o temprano los ladrones caerán», asegura con contundencia. Los vecinos son los primeros en colaborar. Apuntan matrículas de coches que no les suenan, avisan de individuos sospechosos... Hay una suerte de psicosis que también trae consigo habladurías. La Benemérita es cauta. Según aseguran a IDEAL, se está trabajando en posibles autores y habría individuos y vehículos incluso identificados pero se están investigando para recabar más evidencias y pruebas.

Entramos en uno de los bares del pueblo, el más concurrido, y casualidades de la vida, preguntamos y nos dicen: «de eso estamos hablando precisamente». «Llevamos dos semanas que está siendo muy seguido», comenta uno de los vecinos que está sentado en la barra. En la calle hay trasiego, de personas y de coches, de empresas de seguridad que ya han oído campanas y quieren hacer su agosto en abril ofreciendo la instalación de alarmas en las viviendas. Cada cual a lo suyo.

A pocos metros del bar Carmenchu y Pepa confiesan que ya no están tranquilas. La primera regenta una tienda de papelería y artículos de bazar. Antes dejaba la persiana subida a mediodía pero ahora no se atreve a hacerlo y echa el cierre cuando se marcha a comer. Su hermana reconoce que está «intranquila hasta cuando sales a tomarte una cerveza». Como en muchas localidades de estas dimensiones, lo habitual es dejar las puertas abiertas, en confianza. Ahora hay cerrojos y vueltas de llaves. «Antes ponías la lavadora, abrías la puerta de la cocina y bajabas tan tranquila o la cochera. Ahora cada vez que subes, cierras», comparte con tristeza por un cambio de hábito obligado por el miedo.

De repente se suma a la conversación una amiga, Rosa. Entre todas se atreven a esbozar un 'modus operandi'. Un grupo con un informador de la zona que actúa especialmente los fines de semana y que roba cosas que dan dinero rápido: portátiles, televisores, tablets o joyas. No se van a quedar de brazos cruzados. La sobrina de una de ellas ha planteado una recogida de firmas para presentarlas al Ayuntamiento y denunciar la inseguridad que están padeciendo. «Me vine de Granada para tener tranquilidad y aquí estamos otra vez igual. Es demasiado. Los chiquillos también tienen miedo», que queja en voz alta. Lecrín clama por volver a la normalidad.

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