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Las larvas de procesionaria salen de sus nidos cuando ya no hace frío.
El calor reactiva la procesionaria

El calor reactiva la procesionaria

La oruga que ataca los pinares está en su periodo de mayor actividad, que se produce cada cinco y seis años

Juan Enrique Gómez

Martes, 8 de marzo 2016, 01:01

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Cruzan los caminos y senderos unidas unas a otras como si de una procesión en fila india se tratase, e incluso se buscan entre sí para volver a su posición original cuando el paso de bicicletas o caminantes las disgregan. Las orugas de procesionaria -larvas de una mariposa nocturna llamada Thaumetopoea pityocampa- se han adelantado a sus tiempos y desde principio de febrero, dos meses antes de lo que sería el momento más propicio, abandonan los nidos donde han estado desde el otoño y buscan en el suelo lugares en los que enterrarse para tejer un tupido y muy urticante capullo en el que convertirse en crisálida y pasar su siguiente etapa hasta reaparecer en forma de mariposa de cuerpo grueso rojizo y alas blancas, que volará hacia los pinos a depositar sus huevos y dar comienzo a un nuevo ciclo. Pero ahora, cuando es posible verlas en los pinares cercanos a pueblos y ciudades, cunde el temor a sus capacidades altamente tóxicas para los humanos y en ocasiones mortales para los perros.

«Está claro que las altas temperaturas de este invierno casi inexistente, ha provocado que la presencia de larvas sea mucho mayor y que estén fuera de los nidos antes de tiempo», afirma el biólogo del departamento de Ecología de la UGR, José Antonio Hódar, que desde hace años estudia la evolución de las poblaciones de procesionaria y sus efectos, pero asegura que era de esperar. «Ya el año pasado dijimos que 2015 se perfilaba como un tiempo de gran presencia de procesionaria y que 2016 sería similar, ya que este insecto posee periodos de crecimiento poblacional que se producen cada cinco y seis años, y ahora tocaba. Si le añadimos las altas temperaturas, la superpoblación era evidente». También indica que no hay que pensar en crecimientos desconocidos, ya que «en los años 1999 y 2000 el aumento fue mucho mayor que el que tenemos ahora, y no es más fuerte que el que también tuvimos en 2010».

El problema de las temperaturas no ha tenido una incidencia especial en zonas costeras, donde los pinares se encuentran ya muy afectados por este insecto, pero sí en la media montaña, donde en invierno se registran valores térmicos normalmente limitantes para la expansión prematura de las larvas.

Los expertos reconocen que en la provincia de Granada hay pinares afectados desde el nivel del mar hasta zonas muy altas de Sierra Nevada. El responsable de Gestión del Medio Natural de la Delegación de Medio Ambiente de Granada, Borja Nebot, matiza que no todos los pinares están afectados de la misma forma, y que en este momento los técnicos evalúan la situación de distintas zonas para conocer la verdadera dimensión de la expansión de este lepidóptero. Borja Nebot deja claro que «la procesionaria es más un problema de salud pública, por los efectos que puede causar en las personas, que de sanidad forestal, y por ello los tratamientos de procesionaria se restringen a las zonas de contacto entre las masas del pinar y las poblaciones humanas, como áreas recreativas, bordes de carreteras y caminos, y solo se debe actuar cuando el grado de infectación tiene un nivel intermedio, ya que cuando es alto, el tratamiento sólo puede desestabilizar el complejo parasito/hospedador, y la realidad es que en estos casos muchas de las orugas van a morir por agotamiento de los recursos».

«La procesionaria no va a matar los pinos»

  • Borja Nebot, como biólogo, afirma que los pinares afectados por la presencia de procesionaria «volverán a crecer en primavera», y que la larva «no va a matar a los pinos», ya que por su propia dinámica de desarrollo, cuando considera que los pinares ya no cubren sus requerimientos pueden pausar la metamorfosis de la crisálida durante el tiempo necesario para que vuelva a haber recursos alimenticios, de ahí los periodos de cinco-seis años. También afirma que uno de los pocos organismos que se alimentan de las acículas de los pinos son las larvas de procesionaria que actúan como agentes de limpieza de la hojarasca.

La Junta de Andalucía tiene en marcha desde 1991 el Plan de Lucha Integrada contra la Procesionaria del Pino que se aplica sobre 750.000 hectáreas de pinares de toda la comunidad y la mayoría de los de Granada, una provincia en la que el problema ha tenido una especial trascendencia social en la zona de la sierra de Baza, pero los técnicos aseguran que «no significa que los daños sean generalizados en esta sierra, ni por supuesto en otras zonas del territorio granadino», dice Nebot.

La realidad es que la presencia de orugas de procesionaria es cada día más palpable, incluso en pinos de la ciudad, por lo que hay que preguntarse ¿qué hacer? y ¿hasta cuándo? Las respuestas para José A. Hódar están claras: «A corto plazo lo único prudente es esperar a que pase, limitar hasta donde sea posible el contacto con ella, vigilar a niños y mascotas para que no las toquen, y poco más, ya que no tiene mucho sentido intentar controlarla ahora que está cerrando el ciclo y en su momento más urticante». Considera que las defoliaciones episódicas rara vez se reiteran mucho y lo normal es que tras este año de fuerte desaparición de las hojas, el invierno siguiente la población sea menor, «aunque siempre cabe la posibilidad de una excepción como en 1999-2000». A medio plazo, su opinión es que se debe evitar colocar pinos como plantas ornamentales en jardines, colegios y zonas en contacto con personas y animales domésticos.

Hódar estudia también los efectos del cambio climático sobre el comportamiento de las procesionarias para saber si esa dinámica de crecimiento poblacional que ahora provoca máximos cada lustro, se mantendrá así o el incremento de las temperaturas, los inviernos más cálidos, hará cambiar el ciclo de la defoliación y podría pasar de cinco a tres años, un cambio de ritmo en la pérdida de hoja que no se sabe si los pinares podrán soportar.

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