La primera vendimia

Con 84 años, Juan González Rivas, agricultor pero sobre todo un sabio de la vida, se mueve entre las viñas como pez como el agua. Con su típica navaja de hoja curva de los vendimiadores de antaño, de esas que ya apenas se ven ni se usan, va cortando con destreza racimos que caen en cajas poco a poco colmadas. Embutido en su mono verde, se encuentra en la bodega Rambla de Huarea, en Albuñol, un lugar familiar para él, pues no en vano se ha criado entre éste y otro cortijo cercano aunque actualmente viva en la localidad almeriense de Adra.

Cortijo familiar primero, pero que también es actualmente la bodega más pequeña de España -así reza incluso en su muro Facebook-, pues apenas superó la producción de mil botellas del tinto crianza en 2014. Así lo pregona Miguel Maldonado, docente, apasionado del campo y propietario de esta finca vitivinícola que lleva más de 15 años alimentando el proyecto de sacar al mercado un vino de calidad, el tinto crianza 'Poeta en Nueva York', y que, con mucha ilusión, trabajo y apoyo familiar está viendo hecho realidad el sueño en convertir este tradicional y encantador cortijo en una casa rural e interesante pequeño centro de enoturismo.

Aún no han acabado las vacaciones y los vendimiadores han vuelto a la arenosa rambla de Huarea, a 350 metros de altitud, modernas tijeras en mano. El proceso de recogida y pisa es aquí cada año una tarea dura pero, ante todo, un acontecimiento anual para familiares y amigos, casi un ritual en el que se trabaja a gusto, se disfruta del campo por unas horas, de la compañía, de los paisajes de paz y soledad, del animado almuerzo, de las labores de molturación hasta la caída de la noche, de un vaso de vino... Tanto es así que siempre hay habituales de la vendimia de Miguel, como Paco o Juan, que vienen sí o sí, caiga en el día que sea. Muy temprano este año, más que ninguna vez anterior, con toda seguridad por el mes de julio tan seco y caluroso que ha hecho adelantar la maduración de la uva, controlada durante semanas para encontrar el momento óptimo de su corte.

La cita ha sido a las ocho y durante todo el día una decena de personas han recogido decenas de racimos de uva tempranillo de las diferentes parcelas, algunas en producción por primera vez, la base del tinto que elabora esta bodega de autor. Junto a esta variedad, la syrah, cabernet o garnacha darán los aromas y las texturas necesarias para hacer un gran caldo que degustar tras el reposo de crianza en barricas de roble. «Este año hay más uva que en 2014», ha sido el comentario habitual durante toda una jornada medio nublada que ha generado debates sobre la producción final y que, a la postre, rondará los 4.000 kilogramos. Eso son unas 200 cajas que han ido directamente a la despalilladora, que no ha dejado de rugir en la cortijada. Continuo estrujado de las bayas que se conducen a las modernas cubas de acero inoxidable en donde, con un mecanismo de control de frío, empezará el mosto a fermentar. Un proceso mágico y delicado que se produce bajo la atenta mirada de Rosa María Pascual, joven enóloga que controla y supervisa todo el proceso de vinificación, y Miguel Maldonado. Y así, durante todo el día, Rosa realiza controles de calidad, analiza grados de alcohol, mide porcentajes, temperaturas. Y anota cada dato con mimo en su cuaderno de trabajo a la par que comenta con Miguel cualquier incidencia o curiosidad.

La vendimia en Rambla de Huarea toca a su fin pues llega la noche: los cortadores se lavan, se recoge todo el material, se limpia el lagar, se guardan las cajas... Y mientras el mosto espumea en las cubas repletas y las levaduras emprenden una labor biológica en silencio, Juan González, 84 años de sabiduría, guarda en el bolsillo su navaja curva y brinda orgulloso y satisfecho de la suya, junto a los compañeros de esta vendimia temprana.