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Juan Enrique Gómez
Martes, 18 de agosto 2015, 00:35
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Cada día recorren sus territorios en busca de alimento y de frutos que guardar para el invierno. Se quedan muy quietas entre las ramas y bajo los árboles, inmóviles ante la presencia de personas o de posibles depredadores, y de forma rápida, casi instantánea, saltan hacia un refugio seguro en las copas de los árboles. Las ardillas han vuelto a colonizar territorios que fueron su hábitat hacia siglos y otros que han hecho suyos después de que el paso de los años naturalizase bosques de repoblación. Siguen la línea que marcan los caminos, los senderos bordeados de coníferas y encinares, donde es posible observar los restos de piñas roídas que marcan sus rutas, en muchos casos circulares, y casi siempre paralelas al paso de las personas que andan las sierras.
Es fácil descubrir su presencia especialmente en los carriles y veredas que en la Alfaguara, en el Parque Natural de la Sierra de Huétor, discurren entre el campamento, el arboretum, la cueva del Agua, las cruces de Víznar y Alfacar, y las rutas de los tajos. Todas ellas confluyen en un especial cruce de caminos, en un prado permanente, alimentado bajo el subsuelo por las aguas subterráneas del acuífero alfacariense. Es la majada de la Zorra, una pequeña llanura, una meseta rodeada de arboledas que también las ardillas utilizan para interconectar sus poblaciones, un paraje que se conoce como la Afaguarilla, porque concentra, en un reducido espacio, gran parte de los valores paisajísticos y naturales de la sierra de la Alfacar.
Pastoreo
Es un viejo centro de reunión de pastores, un lugar al que se llevaba el ganado para guardarlo de peligros durante la noche, la majada en la que en un tiempo hubo apriscos, y en la que casi siempre había agua y pasto. Aún es posible ver rebaños que acuden a este lugar, pero solo van de paso y utilizan los prados como cruce de senderos, como hace cada día la fauna habitual de este ecosistema de media montaña, con laderas pobladas de matorral mediterráneo, con tomillares, romeros, mejoranas, lavandas y otras plantas aromáticas, densos bosques de encinas y quejigos, que crecen junto a pinares de repoblación, junto a cedros y pinsapos, pero también es un lugar en el que la presencia humana ha marcado la imagen del paisaje. En la Alfaguarilla hay grandes álamos que superan con creces la altura de los pinares y que se alzan cerca de los puntos donde los juncales delatan la presencia de un criptohumedal, un espacio húmedo subterráneo, en el que se construyó una fuente que aprovechaba el acuífero y que dejó de manar debido al abandono de su estructura. La suciedad y la falta de mantenimiento le impiden recoger agua del manantial que la surtía.
Reportaje completo, vídeos, fotogalerías, fauna y flora, situación, fichas científicas, coordenadas en Waste Magazine (entra aquí).
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