Edición

Borrar
Concepción elabora una prenda de ganchillo junto a su nieta
Concepción tiene mucho 'gancho'

Concepción tiene mucho 'gancho'

Una vecina de Dúrcal confecciona, a sus 92 años, prendas de ganchillo con precisión

RAFAEL VÍLCHEZ

Martes, 7 de julio 2015, 01:27

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Su avanzada edad no ha frenado su gran pasión: confeccionar colchas, cortinas, centros de mesa, toquillas, manteles y otras prendas tejidas con agujas e hilos de lana. Ella se llama Concepción Melguizo Luque y nació en Dúrcal en 1923, hace 92 años. Ella aprendió a leer y escribir con su maestra Josefa López. También a coser y realizar primores con su madre, Concha, natural de Alhendín. A Antonio, el padre de Concepción, que nació también en Dúrcal y se dedicó al transporte con un carro tirado por mulos y después con un camión, le encantaba ver a su hija pequeña realizando labores de ganchillo.

Certera en sus recuerdos, Concepción relata junto a una de sus nietas, Lidia Valdés, sus memorias de la época. «A los ocho años de edad empecé a aprender a coser y cocinar. Después, siendo ya mozuela, confeccioné el ajuar de novia para la vida de casada», explica. Dicho ajuar, rememora, consistía en ropa interior, sábanas, servilletas, mantelerías y otras cosas bordadas a mano. «Mi ajuar, que estaba guardado en un arca, lo comencé a disfrutar cuando contraje matrimonio a los 26 años de edad con mi esposo, Francisco Valdés, ya fallecido», detalla la vecina nonagenaria.

Concepción, educada en la fe, reza el rosario todos los días. Ella suele encomendarse especialmente a dos santos: Santa Rita y San Blas. Es el único nexo de unión entre sus padres y sus hijos, ya que sus cinco hermanos ya no se encuentran en este mundo. De hecho, Concepción adora a sus tres hijos: Juan Antonio, Francisco y Marcelo, a sus tres nueras, siete nietos y cuatro biznietos. Y cuando sus hijos eran chicos sus manos eran las encargadas de tejerles la ropa.

La durcaleña, que trabajó en el campo, emigró en su juventud a Alemania con su familia en busca de mejores oportunidades. Cuando regresó a su tierra a los ocho años montó una carnicería en Granada capital con la que se ganaba la vida. La carne que vendió procedía de los terneros que criaba y cebaba su familia en una finca. Pero, a pesar de realizar múltiples tareas, Concepción nunca dejo de lado su gran pasión: las agujas y la lana.

Repaso a una época

Concepción repasa en apenas unas frases todo lo que acontecía cuando ella confeccionaba una bufanda en otra época, cuando en su pueblo «existían dos fábricas de la luz, como así se decía: la de don Antonio y la de doña Juana».

También asoman por su mente «cuando dos mujeres vendían carbón para los braseros; o cuando entraron los primeros vehículos al pueblo, uno de ellos de Serafín Fernández; también cuando se acercaban algunas mujeres de Nigüelas y otra mujer de Lanjarón llamada Maravilla a vender queso y requesón»; e incluso a una familia de Melegís que «vendía sillones de mimbre hechos a mano; cuando Rosa 'La Rorra' trajinaba de un lado para otro como recovera y como también vendía dulces con una cesta alargada de mimbre».

Los recuerdos de Concepción no paran de fluir a pesar de su avanzada edad. Tiene palabras para don Evaristo, el médico, «que era muy bueno con la gente y tenía un caballo para acudir a otros pueblos», además de para otras memorias «como cuando nos bañábamos en la acequia de 'Maina'; cuando nos acercábamos al pilar de la plaza para llenar los pipotes de agua; o cuando, y por turnos, pedíamos dinero para alumbrar a las ánimas benditas».

«Se me pasa por la cabeza cuando al magistrado don Nicolás, que no podía andar, lo trasladaban subido en una burra hasta la parada del tranvía para que pudiese ir a su despacho de Granada, y un sinfín de cosas más», asegura Concepción, que, como casi siempre, tiene la cabeza en escorzo concentrada en las labores de costura.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios