Edición

Borrar
La primavera llegó desde el mar

La primavera llegó desde el mar

Playas, acantilados, charcas y barrancos presentan los primeros síntomas de un cambio de estación que empezó en la cota cero

Juan Enrique Gómez

Martes, 24 de marzo 2015, 00:44

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

El color amarillo y verde se extiende sobre las rocas de los acantilados costeros y la arena de las playas, son flores de margaritas y amapolas marítimas que florecieron en las últimas semanas del invierno para mostrar que se acercaba el tiempo de la regeneración de las especies. Sobre ellas vuelan bandadas de correlimos que se preparan para regresar a sus áreas de reproducción en las islas de Groenlandia tras haber invernado en las costas granadinas. Son signos inequívocos de que la primavera llega por el mar en un viaje imparable que, desde la cota cero, asciende día a día hacia las altas cumbres.

Un paseo por algunos de los espacios naturales del litoral granadino y los territorios que lindan con el mar muestra la entrada de la nueva estación aunque en el interior aún persista la lluvia y el frío y desde el puerto de Motril y parte del litoral del sureste ibérico sea posible contemplar una capa blanca sobre Sierra Nevada.

La características bioclimáticas del litoral granadino y la influencia marina sobre el interior, trazan una línea orográfica que marca la frontera del frío y los caminos por los que avanza la primavera. Esa linde, de este a oeste, de sur a norte, recorre la confluencia entre la Contraviesa y la Alpujarra alta, continúa sobre las estribaciones de la sierra de Lújar para llegar a la desembocadura del Guadalfeo, desde donde asciende imparable hacia Rules y el Valle de Lecrín y aprovecha los senderos por los que el aire del mar sube hacia la depresión de Dúrcal y Padul , y entre las sierras de Tejeda baja de nuevo hacia la costa. Abajo, junto a los humedales de Motril y Salobreña, la calidez térmica incrementa su presencia entre montes, barrancos y terrazas subtropicales que caen sobre el mar y caminar a través del valle del río Verde, desde donde vuelve a bajar hacia los acantilados de Cerro Gordo y Maro. Es el territorio en el que el cambio de estación se hace patente cuando aún el invierno se muestra impasible solo unos kilómetros al norte.

Granada posee ecosistemas donde es posible contemplar los efectos de la evolución térmica que supone el final del invierno. En los acantilados marinos la presencia de aves es cada día más numerosa. Gaviotas de diferentes especies, alcatraces, pardelas e incluso de forma ocasional algún frailecillo de grandes y coloristas picos, se concentran durante días para preparar su migración prenupcial que algunos han iniciado ya y que la mayoría emprenden a final de marzo. Entre las especies sedentarias, como las gaviotas patiamarillas y sombrías, se aprecian los primeros escarceos amorosos. Desde las zonas altas de los acantilados situados entre Calahonda y Castell de Ferro, o en los peñones de Salobreña y Almuñécar, es posible observar ya los movimientos de las bandadas de gaviotas, e incluso algún que otro cortejo. En esos acantilados, las piedras se tapizan de almohadillados grupos de Asteriscum martimum (margarita marítima); verdean los matorrales de una especie endémica del sureste ibérico y el norte de África, amenazada de extinción, Maytenus senegalensis, que esconde entre espinas sus pequeñas flores blancas. Los palmitos, una planta bioindicadora del piso climático termomediterráneo, lucen sus mejores galas entre rocas inaccesibles, donde comienza a crecer el romero blanco, otra especie amenazada y exclusiva del litoral granadino, que solo vive entre Castell y La Herradura.

Rocas

En la arena de la playa, y entre las rocas semisumergidas, miles de moluscos y crustáceos se recuperan de los temporales, mientras los pescadores tradicionales de los pueblos costeros, observan las aguas para recolectar mejillones, lapas, cañaillas, caracolas, y saber dónde lanzar sus artes de pesca. Un resurgir vital que aprovechan también ocasionales visitantes, los ostreros, unas aves de tamaño medio y pico rojo muy largo, difíciles de ver pero que utilizan las costas orientales para pasar largas temporadas en sus migraciones tras el invierno e inicio del otoño.

En los arenales de playas como las Azucenas de Motril, (en vías de regeneración) comienzan a aparecer los brotes de la azucena marítima, y en el espacio situado entre las arenas y los cultivos, e incluso las urbanizaciones, enredaderas de candilillos, una efímera planta mediterránea que avanza la primavera con extrañas flores en forma de antiguos candiles de aceite.

En la desembocadura del río Guadalfeo y los humedales de Motril, con la Charca de Suárez como centro neurálgico de biodiversidad, la primavera se deja notar de forma especial. Ya es posible ver camaleones que vuelven a la actividad tras las bajas temperaturas; los galápagos buscan entre las aguas los brotes de plantas acuáticas. En las lagunas de la Charca aún quedan los invernantes patos cuchara, y llegan las escasísimas malvasías, al igual que las enormes garzas imperiales, que han hecho de este humedal, situado en el sur de Granada, uno de los pocos lugares donde es posible verla en Andalucía.

La provincia granadina posee en su territorio los seis pisos bioclimáticos mediterráneos que suben desde la cota cero hasta la máxima altitud de la península. Dos de ellos son los responsables del adelanto del cambio de estación: el llamado termomediterráneo, que desde el nivel del mar y hasta una altitud media de 300 metros, mantiene una estabilidad en el clima que favorece la vida animal y vegetal; y el muy reducido territorialmente, inframediterráneo, que permite la presencia de especies subtropicales y donde es habitual que la primavera llegue al terminar el otoño.

Más datos, fotogalerías, vídeos y biodiversidad en Waste Magazine

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios