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María Luisa Romero con sus castañuelas y la flor de Pascua. J. E. GÓMEZ
«En el patio de vecinos del Realejo todo era baile y alegría»

«En el patio de vecinos del Realejo todo era baile y alegría»

Ha llevado la danza flamenca por todo el mundo y ahora ha vuelto a los escenarios para deleitar con la magia de sus castañuelas

JUAN ENRIQUE GÓMEZ

GRANADA

Sábado, 30 de diciembre 2017, 01:35

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Sus discos son buscados por coleccionistas de todo el mundo que quieren disfrutar del auténtico sonido de las castañuelas. María Luisa Romero enamoró a todos los que pudieron verla y oírla el pasado mes de noviembre en el Manuel de Falla. Su academia de baile fue escuela universitaria, y quisiera volverá a lanzar su grupo de baile del colegio de sordos, con los que logró premios internacionales a pesar de sus problemas de audición. María Luisa vive el recuerdo de la Navidad de su infancia, cuando el Realejo era un hervidero de vecindad, en el que el baile y sus castañuelas alegraban el patio de su casa de vecinos de la calle Molinos.

-¿Cómo es que se dedicó a bailar y tocas las castañuelas?

-Desde chiquitilla iba al Camino del Sacromonte a ver a la Castañera y me encantaba bailar. Así que, poco a poco, aprendí y me vi bailando en muchos sitios, en Madrid, grabando discos para Hispavox, de castañuelas y taconeo flamenco. Grabé más de cincuenta discos que hoy en día aún los buscan los coleccionistas, porque es el auténtico sonido tradicional.

«Mi padre trabajaba en una juguetería, así que en Reyes éramos los niños más felices»

-Ha decidido volver a los escenarios después de un parón.

-Es que esto de la música, el baile, tira mucho y ahora podía de nuevo dedicarme a mi arte, lo echaba de menos.

-Usted formó un grupo de baile con sordos.

-Fue algo realmente especial. Yo tenía mi academia de baile a la que iban desde la Universidad, pero me gustó especialmente dar clase en la escuela de sordos, donde formamos un grupo con el que llegamos a ganar muchos premios internacionales. Nadie se creía que aquellas personas fuesen sordas y bailasen de esa manera.

-¿Le gustaría volver a hacerlo?

-Me encantaría, el problema es que nadie quiere saber nada de eso, y no hay quien nos ayude para volver a formar ese grupo y dar clase a los sordos, ni el Ayuntamiento, ni la Junta. Me dicen que la ONCE podría apoyarnos y me encantaría que lo hicieran porque el arte es una magnífica forma de integración para personas con problemas.

-¿Qué recuerda de la Navidad de su infancia?

-Siempre la he disfrutado mucho. Aquí, en el Realejo, muchas familias vivíamos en casas de vecinos, con un gran patio, como las antiguas corralas. Era el sitio donde todo el mundo se reunía para cantar y bailar. La Navidad era puro cante y baile en el patio. Me acuerdo de tocar las castañuelas mientras otras personas tocaban las carracas, zambombas y panderetas. Ya no se hacen las carracas, las hacíamos nosotros mismos en las casas.

-¿Ponían un belén?

-Antes el belén y después, ya con mis hijos, un árbol de Navidad. Lo que más me gustaba era el día de Reyes, porque aunque éramos una familia humilde, mi padre trabajaba en una de las tiendas de juguetes del centro y el jefe les daba a los empleados los juguetes que no se habían vendido, por lo que nos llegaban muchas cosas; éramos los niños más ricos y felices del mundo.

-¿En el flamenco cómo se expresa la Navidad, con qué palo?

-Con cualquiera que muestre alegría. Yo me quedaría con tangos y bulerías.

-¿Y hay un baile especial?

-Yo he bailado villancicos. Se utilizan cualquiera de las disciplinas, y el sonido de las castañuelas es muy indicado para cantar la Navidad.

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