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Kyrgios, durante el partido contra Nadal.
Kyrgios, el proyecto para el anhelado retorno de Australia
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Kyrgios, el proyecto para el anhelado retorno de Australia

El joven de 19 años que derrotó a Nadal se prepara para devolver al país de Rod Laver una raqueta de primer nivel

Javier Bragado

Jueves, 3 de julio 2014, 01:41

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El número 144 del mundo eliminó al número 1 del ránkig. En principio, toda una sorpresa. En realidad, un suceso inesperado pero con cimientos sólidos. Nicholas Nick Kyrgios sólo había disputado diez partidos en torneos de alto nivel. Rafael Nadal es el segundo jugador con mayor número de grand slams. El australiano accedió a Wimbledon con una invitación. El español fue capaz de vencer a Federer en la hierba. El abismo da vértigo.

Sin embargo, la sorpresa de Kyrgios puede ser algo más que una estrella fugaz que se podría olvidar fácilmente. El adolescente ha ganado los torneos juveniles de dobles de Roland Garros y Wimbledon y el de individuales del Abierto de Australia, ha sido el número 1 del ránking junior y cuenta hasta cuatro títulos de majors entre los tenistas de su edad. Son demasiados buenos augurios en cadena como para pasar desapercibidos en un país que ama el deporte de la raqueta. De hecho, es algo que nunca ha ocurrido en una Austrlia ávida de volver a la élite del tenis que se empeña en construir cimientos para regresar. En el caso de Kyrgios, los resultados reflejan el camino de quien empezó a jugar con seis años y en la adolescencia debió decidir entre pasar a pelota por encima de la red o encestarla desde sus 193 centímetros de altura.

Una vez escogido el deporte de Rod Laver, la pasión y la preparación en el salvaje estado oceánico explican su proyección. Entrenado en el ambicioso Instituto Australiano del Deporte desde 2012, Simon Rea ha pulido su técnica y dirige sus estrategias con un grupo de nutricionistas, psicólogos y expertos en biomecánica. En dos años ha ascendido de manera vertiginosa entre los cien primeros del ránking, el más joven desde que Milos Raonic irrumpió en 2011. Por el camino ganó torneos de entidad menor casi con la misma cadencia que Nadal o Djokovic, venció a un profesional como Benjamin Becker en la primera ronda del Abierto de Australia de 2014 y los capitanes de su selección ya le han puesto a competir en la Copa Davis contra Polonia y Francia. Sólo por la confianza en su talento y en su capacidad se explica que con seis partidos de experiencia en la élite -grand slams y world tours- remontara dos sets y nueve bolas de partido a Richard Gasquet en Wimbledon. Sólo una operación en el hombro derecho detuvo la progresión de un muchacho capaz de confiar en su segundo saque, de ofrecer un revés a dos manos con ángulo y de apostar por una demoledora derecha para multiplicar sus golpes ganadores.

Otro factor clave para su éxito proviene de su personalidad. Desafiante, apasionado y reconocido arrogante, su atrevimiento le permitió responder a la intimidadora garra de Nadal. Vestido con tatuaje, crucifijo en el pecho y pasión el blanco ordenado por Wimbledon no consigue camuflar al tenista diferente. Tez tostada que delata a su madre malasia y sangre caliente inyectada por su padre de ascendencia griega conectan el cóctel. No me importa llamar la atención, proclaman sus grandes cascos rosas al entrar en las pistas de todo el mundo. Así, cada punto clave ante el número 1 se celebra con cada poro de su cuerpo y en la central de Londres adquirió los primeros bocetos de un carisma internacional del que disfruta en Australia. «El último tipo al que vi de esa manera fue Boris Becker, un joven adolescente sin temor alguno que sólo cree no importa lo que venga en mi camino, voy a ser mejor que ellos», analizó el exjugador John McEnroe al recordar al alemán que con 17 años ganó en Londres sin ser cabeza de serie. «Primer Wimbledon y entro en el club de los ocho último. ¡Toma ya!», escribió Kyrgios en Twitter después de ganar a Nadal y convertirse en el primer debutante en alcanzar la ronda desde Florian Mayer en 2004.

Esperanza 'aussie'

En Australia se le señala como el salvavidas al que agarrarse después de años de zozobra. Es el primer juvenil aussie en derrotar a un número 1 desde que Mark Philipoussis venciera a Pete Sampras en 1996 en el grand slam del hemisferio sur. En Wimbledon encabezó las estadísticas de saques directos con 113 aces para alcanzar los cuartos de final. Como doblista ya se le situaba entre los futuros dominadores. «Es un talento increíble», le definió Mark Woodforde, oro y plata olímpico por parejas. Sin embargo, Kyrgios no desea limitarse a ser un especialista ni siquiera en su adorada hierba. Se fija en los golpes de Federer pero no olvida el aspecto mental, como el de su compatriota Lleyton Hewitt porque su compatriota «uno de los más grandes competidores de todos los tiempos». «Soy bueno con el servicio y puedo ser agresivo al resto. Creo que mi estilo es bueno para la tierra batida. Me gusta golpear fuerte con mi derecha y mandar con el revés», avanzó el australiano que anima a los deportistas griegos con la misma pasión.

Su vida cambiará al regresar a Australia. Su ascensión entre los 70 primeros del ránking ATP y su victoria sobre Nadal le empujarán más al ojo público. Ahora, con cada nueva competición aparecerá la tensión y expectación por ver si es la nueva estrella. Pero de momento, el único deseo de cambio de Kyrgios es el de regresar a su hogar en Camberra. Le espera su familia, aunque tendrá que despedirse de su entrenador. En el medio encontrará el momento para reflexionar y manejar las esperanzas en tierra de leyendas del tenis. Los míticos aussies Todd Woodbridge y Patrick Rafter intensificarán sus consejos, pero la realidad es que no sólo ellos vigilará al joven del sur que derrotó a Nadal en su larga carrera por el número 1. McEnroe avisa: «Hemos estado esperando esto mucho tiempo».

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