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Cristina Pajares posa sonriente en la sala de musculación del Gimnasio Pretorian de Maracena.
Una línea femenina de excelencia
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Una línea femenina de excelencia

Cristina Pajares hace historia al ganar un mundial de talla media en bikini fitness

Sergio Yepes

Lunes, 2 de enero 2017, 01:14

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De la relación que existió entre verse en la necesidad de «ayudar en casa» y «tener que dejar pronto los estudios», que es la que dio como resultante el hartazgo por verse obligada a faenar en el campo y limpiar hogares ajenos, nacieron sus «ganas por superarme». Y en consecuencia, la opción de «salir de mi pueblo» para «hacer cosas nuevas que de verdad me gustaban». Y del peregrinar que fue realizando por diferentes gimnasios hasta encontrar «a quien sí que creyó en mí» surgió la oportunidad de transformar su anatomía en una fusión de belleza y fuerza. En una singular mezcla de armonía y definición que ensalzada por un bonito gesto terminaría por describir una línea femenina de excelencia, única en el país por la magnitud de lo logrado. Y es que como fruto al esmerado trabajo que hizo a lo largo de tres «sacrificados» años, Cristina Pajares (Colomera, 1989) consiguió el pasado 13 de noviembre en la ciudad polaca de Bialystok lo que nunca antes otra española. Esto es, ser campeona mundial amateur en talla media -de 1,60 a 1,63 metros- de bikini fitness. De una disciplina que deriva del fisioculturismo, que está centrada en conseguir la proporción corporal sin mucho detalle muscular visible y en la que se valora la prominencia del tren inferior -glúteos, femorales y piernas- la estética facial, la elegancia al posar e incluso, he aquí la curiosidad, la sensualidad y la coquetería.

El caso es que el torneo celebrado en Europa Central refrendó las razones de por qué, por ejemplo, Pajares se erigió el 30 de octubre en Almería en la campeona de España absoluta -la división que aglutina a bikinis de todas las alturas-. Y aparte, le permitió conseguir el carnet que le convierte en profesional, lo que aumenta de grado exponencial las posibilidades de una carrera que «en estos momentos» no piensa extender por espacio de más de «dos años». Lo consultará con su entrenador Jesús Ruiz, un culturista que acabaría convirtiéndose en su pareja y que le hizo un diagnóstico inicial sorprendente a la vista de cómo ha evolucionado.

«Yo era súper delgada, una nena sin curvas. Y por eso él me llegó a decir que estaba muy recta». Pero también, que «algo podríamos sacar», que es la proyección que disparó sus motivaciones. Las ilusiones por parecerse a Mawui Lobato, otra gran bikini que le inspiró para lanzarse a una especialidad que le obliga a ensayar por todo. O casi. Y no siempre rodeada de estaciones de gimnasia, bicicletas elípticas o cintas para correr.

«Lo de ser coqueta se tiene o se tiene. Aunque muchas mujeres suelen serlo. Y también gran parte de las competidoras con las que me encuentro. Pero caminar con tacones sí que se entrena, porque no es lo mismo hacerlo por la calle que en un escenario en el que debes mostrar elegancia», dice quien agradece que «los patrocinadores que tengo de bikini pusiesen a mi servicio a gente especializada para trabajar la pose». Ni más ni menos que la postura física con que trata de exponer al máximo las bondades de una silueta sometida a dieta los 365 días del año. «Siempre estoy a régimen, aunque ya estoy habituada», señala quien suele realizar «cinco comidas diarias» en las que toma más o menos alimentos como «pan de avena, pollo, arroz, atún con aguacate, verdura o pescado» en función de que se encuentre o no en cercanías de la competición.

«Maquillaje, peinado...»

Ahora bien, los sacrificios que ha tenido que hacer Cristina Pajares para tratarse de una referencia en la selección española, o para ser igualmente la vencedora en talla media de la edición del Campeonato Olimpia celebrado en Marbella el pasado 12 de junio, no sólo han estado relacionados con la comida. También, con su rutina diaria, que «es agotadora» porque sigue ejerciendo como limpiadora y no permite que eso le impida para nada.

«Me levanto temprano. Y antes y después de salir del 'curro' hago una sesión de cardio. Al mediodía aprovecho para recoger la casa y hacer la comida y por la tarde me voy directa al gimnasio», explica quien tampoco está por la labor de cambiar la dinámica. Y es que desvela que «renuncié a un puesto de trabajo más bonito que el mío en una tienda de ropa porque me obligaba a estar liada todo el día y eso me iba a condicionar» para mantener esa fidelidad inquebrantable a las pesas que también le privó de ganar «más dinero».

Que es algo que no le vendría nada mal habida cuenta de los gastos que le reportan un deporte que a la hora de competir le ha supuesto un desembolso extra en conceptos tan variopintos como «el tratamiento de las uñas, el maquillaje, las joyas o el peinado» con el que se pasea con sutileza por la tarima pese a que nunca ha contado con todas las bendiciones.

«Al principio mis padres no aceptaban que yo me dedicara a esto. No entendían que pudiera tomar aminoácidos o vitaminas o que pudiera desfilar en bikini. Y ahora les sigue sin gustar, aunque por lo menos lo aceptan», explica Pajares con el desconsuelo de recordar que por la situación creada «yo me he hartado a llorar». Aunque también con el orgullo que le proporciona el comprobar que los resultados obtenidos le han valido para demostrar que lo suyo «no era una locura».

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