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David Casinos, en los Juegos de Londres.
David Casinos: «Aprendí a vivir en una oscuridad brillante»
Paralímpicos Río 2016

David Casinos: «Aprendí a vivir en una oscuridad brillante»

El lanzador valenciano aspira a colgarse su quinto oro paralímpico

Eduardo de Rivas

Lunes, 12 de septiembre 2016, 11:20

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David Casinos perdió la vista en poco más de un mes por culpa de una diabetes, aunque gracias a eso conoció a su mujer, Celia, que hoy le sirve de guía. En aquel momento debió asumir que tenía que empezar a ver de una manera diferente y que la ceguera no le podía frenar. Encontró en el deporte una vía de escape y lleva cuatro Juegos a sus espaldas, con un oro en cada uno. Hoy opta al quinto.

- Mucho menos que en Londres, porque allí sí quería colgarme esa medalla tan anhelada que no tenía, pero aquí no tengo nada que perder. Ya lo tengo todo hecho y voy a pasármelo bien, aunque ahora tengo rivales que no tenía hace cuatro años, pero la papeleta la tienen ellos. Sé que hay mucha gente que se fija en mí, pero yo les digo que estén tranquilos porque no me voy a colgar una medalla sin merecerla. Voy a salir con toda la humildad del mundo, como si fuera el competidor con peor marca.

- Los años pesan, y más aún en una especialidad tan explosiva. Las bolas de hierro se mantienen, pero nosotros nos vamos desgastando, así que opté por el cambio al disco, que me permitía vivir otra juventud y seguir durante más Juegos. Si no lo hubiera hecho, quizás me habría retirado en 2013.

- Empecé en martillo antes de quedarme ciego, pero hice una mínima para un Mundial y no me llevaron, así que me enfadé y me pasé al ciclismo. Cuando perdí la visión, me llamaron y me propusieron volver, aunque yo quería seguir con la bicicleta y hacer pista. Aun sin ver, yo seguía subiendo montañas en un tándem, pero me convencieron y un día fui a entrenar con mi hermano gemelo Víctor, mi primer guía. Lo pasamos bien juntos y me di cuenta de que podía ser divertido.

- Sí, son los peores Juegos, pero también es cierto que siguen siendo los Juegos. Son los primeros en Suramérica y eso va a traer cosas buenas porque van a aprender a afrontar la discapacidad. Sí es cierto que hay carencias, pero se soportan. La comida se repite, los transportes son largos... Hablando mal y pronto, es un «coñazo» tardar 50 minutos para ir a entrenar o para ir a animar a un compañero. Al final lo que hacemos es que no nos movemos y no salimos de la villa.

- En general sí, aunque hay cosas que están haciendo sobre la marcha. Ayer pusieron un carril para que los ciegos pudieran andar, que hasta entonces no había, y hoy han puesto voz a los ascensores. No nos podemos quejar.

- Tengo que tomar decisiones después de estos Juegos, si seguiré o no, si haré atletismo o si cambiaré de deporte... puede haber sorpresas. Llevo cinco Juegos y es complicado tanto mantenerse ahí arriba como mantener viva la llama de la ilusión.

- Es algo que afrontas casi desde la locura, pero viviéndolo con la gente que te quiere, agarrándote a ellos. Primero así y después solo, porque eres tú el que tiene que digerirlo, saber que ya no volverá, que no verás la luz del sol, ni la cara de tu mamá o de tu hija. Tienes que ir despacio. Yo un día me dije: «David, ya no vas a volver a ver, pero puedes caminar y crear otra vida». Al final, acepté que todos los días sale el sol (el lema que aplica para todo) y que, si no lo hacía, lo sacaría yo. A partir de ahí empecé a andar y a darme cuenta de que tenía que vivir desde una oscuridad brillante.

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