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Unai Emery. dando instrucciones a sus jugadores.
Unai Emery y el 'espíritu de Puerta'
SEVILLA

Unai Emery y el 'espíritu de Puerta'

El Sevilla prepara su segunda final de la semana ante el Barcelona en mitad de las celebraciones por la quinta Europa League

Luis F. Gago

Viernes, 20 de mayo 2016, 14:25

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Dijo Jürgen Klopp, técnico de los 'reds', nada más acabar el encuentro de la gran final entre Liverpool y Sevilla, que debían rendirse ante un grande Europa como es el equipo andaluz. Porque en eso se ha convertido el equipo hispalense, en una entidad reconocida en todos los rincones y por la mayoría de los equipos históricos. Lograr cinco títulos de la Europa League es un hito, alzarse con el mismo trofeo a nivel continental por tercera vez consecutiva, un logro al alcance de pocos. De hecho, sólo tres equipos antes que los hispalenses han logrado tal proeza. Ahora el Sevilla de Gameiro codeará sus registros con el Real Madrid de Di Stéfano, el Ajax de Cruyff y el Bayern de Beckenbauer.

El club se ha convertido en inmortal. Posee una mística que es imprescindible en un deporte así. Donde las supersticiones, las leyendas y los egos propios forman parte de la idiosincrasia de cualquier club importante. Los sevillistas se aferran a dos amuletos: un recuerdo y un sentimiento. El primero es ese 'espíritu de Puerta' que recordaba el protagonista de la noche, Coke, en la previa y en el pospartido. «A nosotros nos acompaña una estrella. Esa estrella se llama Puerta y nunca deja de estar con nosotros», señaló el vallecano casi de forma simultánea a su entrenador. «El utillero que lleva en el club 20 años no paraba de repetir 'hacedlo por Puerta, por él' y en ese momento nos dimos cuenta de por qué estábamos allí», recalcó Emery a las siete de la mañana, nada más aterrizar su equipo al olor del Guadalquivir

El segundo de los talismanes es un himno. Una letra reconvertida en grito de guerra que atemoriza al rival. A ello se aferró el técnico vasco para ser el artífice de una simbiosis perfecta con 'Monchi', director deportivo y el benefactor de este Sevilla de ensueño. En tres años y medio que lleva dirigiendo el banquillo de Nervión ha ganado tres títulos, siendo el segundo en lograr la UEFA tantas veces tras un mito del fútbol italiano como es Giovanni Trapattoni. Todo ello pese a que le descomponen la plantilla año tras año. Aunque nunca se queja ni pone un mal gesto. Sólo trabaja.

Ahora se marcharán Banega y seguramente Gameiro. Pero sigue siendo optimista. De ahí que fuera el de Fuenterrabía (Guipúzcoa) el que insufló alas a sus hombres cabizbajos en el descanso, tras una primera mitad en la que el Liverpool pasó por encima de los sevillistas. «Venir 'pa'ná' es tontería, así que imaginaos que estamos en el Sánchez Pizjuán, en nuestra casa, con nuestra gente», gritó Unai con su adaptación andaluza inclusive. Sólo necesitó esa frase que encerraba la idea de lo que es la entidad. Porque lo hizo sabiendo lo que decía. No en vano, antes de retirarse giró su cabeza hacia el graderío donde 6.000 sevillistas resistían a 20.000 ingleses embriagados que tocaban con las manos su ansiado primer título en 15 años.

Susurro

Entonces lo escuchó. Aunque sólo pareciera un susurro. «Dicen que nunca se rinde». Ahí decidió que era el momento de cambiar a un equipo sin alma en la primera mitad por otro distinto que jugó con 12. Porque lo hicieron. Fue el momento que decidió Puerta para hacer acto de presencia. Su espíritu. El que guió hacia la luz en Eindhoven desde la oscuridad a un equipo que llevaba 60 años sin ganar nada. El mismo que participó en Glasgow certificando que su equipo ya podía borrar el fantasma del descenso administrativo en el verano trágico del 95. Aquel que recordó a Beto por dónde parar los penaltis en Turín y dejar en el recuerdo las deudas que obligaban a vender las estrellas. Quien apareció en Varsovia para que Bacca marcara un tercer tanto que dejaba desterrado las lágrimas por bajar a Segunda en el viejo Tartiere de Oviedo.

Aterrizó una vez más para ayudar a Reyes a levantar su quinta Europa League particular y hacerle olvidar el día que tuvo que ser vendido entre un paño de lágrimas al Arsenal porque de no haberlo hecho, el Sevilla habría tenido que despedirse de su estadio. Esa casa en la que Emery recordó a sus jugadores que juegan siempre. Porque es al calor del hogar donde se forjan las leyendas y los equipos de ensueño. Ahora toca otra final. Ante el Barcelona y sin descanso. Otro milagro al que esperan en la plantilla que acuda su talismán preferido.

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