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El destino del Barça: si no marca Messi, KO casi seguro
LIGA DE CAMPEONEs

El destino del Barça: si no marca Messi, KO casi seguro

Le rodearon de Neymar y Luis Suárez, pero la dependencia del argentino sigue marcando los éxitos o fracasos del equipo azulgrana

P. RÍOS

Jueves, 20 de abril 2017, 13:06

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La afición del Barça dio el primer paso. Ni un reproche a sus jugadores en los últimos minutos del infructuoso intento de remontada contra la Juventus, sino todo lo contrario. Ovación, el himno cantado a capela y las banderitas entregadas por el club para el mosaico inicial, cuando el sueño de la semifinal de la Liga de Campeones estaba vivo, ondeando para despedir a su equipo de Europa. Fue un agradecimiento espontáneo, quizás la señal del tantas veces anunciado fin de un ciclo exitoso que se prolonga desde 2005, durante más de una década, pero también fue una invitación a pelear por la Liga hasta el final. Y eso significa ganar al Real Madrid el domingo en el clásico del Santiago Bernabéu.

El fútbol es tan extraño que hubo más silbidos a Cristiano Ronaldo el martes en Chamartín, pese a la clasificación del Real Madrid y a sus tres goles, que a Messi, con el Barça fuera de la Liga de Campeones en cuartos de final por segunda temporada consecutiva y sin puntería del 10 en los metros finales pese a disponer de varias ocasiones. Es lo que tiene ser un simple rematador, de extraordinario nivel, pero un cazador de área, que es en lo que se ha convertido el portugués, o un jugador total que se fabrica sus propias oportunidades y las crea para los demás, en el caso del argentino. El fútbol es tan especial que el madridista sale de los cuartos de final con cinco goles al Bayern, dos en fuera de juego y dos entre las piernas de Neuer, y el barcelonista sin ninguna diana ni ninguna asistencia pese a que en la ida dejó solos a Iniesta y Luis Suárez ante Buffon. Es la evolución lógica de dos físicos muy distintos: el musculado Cristiano podrá evolucionar hacia un ariete a la vieja usanza, un tanque de área que le permitirá prolongar su carrera cerca de gol, y el pequeño Messi está llamado a retrasar su posición para crear juego al estilo Xavi o Iniesta más que para definir. El problema para el Barça es que ya es su mejor organizador sin haber dejado de ser su mejor finalizador. Y hacerlo todo es imposible.

El Barça rodeó al argentino de Neymar y Luis Suárez para evitar la Messidependencia, pero sigue existiendo, para bien, casi siempre, o para mal en ocasiones señaladas, pero importantes. Las despedidas del equipo azulgrana en la Liga de Campeones desde que Messi subió al primer equipo desde la cantera siempre han sido en eliminatorias en las que no ha marcado Messi, campeón en 2006, 2009, 2011 y 2015. Retrocediendo en el tiempo, estos cuartos de final ante la Juventus, sin gol del Barça en 180 minutos (3-0 en Turín y 0-0 en el Camp Nou) se suman a los de la temporada 2015-16 ante el Atlético: 2-1 al Atlético con doblete de Luis Suárez y 2-0 en el Calderón. Estos cuatro partidos los disputó Messi en plenitud de condiciones y con el Barça a un buen nivel, pero ante excelentes planteamientos defensivos como los de Simeone y Allegri.

Una Champions de seis

En los cuartos de final de la 2013-14, también ante el Atlético, marcó Neymar en el 1-1 del Camp Nou antes del 1-0 de la vuelta. Pero aquel Barça del Tata Martino ya vivía en un estado depresivo, algo parecido en las semifinales de la 2012-13 con Tito Vilanova, cuando Messi jugó lesionado la ida en Múnich ante el Bayern (4-0) y ya fue baja en la vuelta (0-3). En la última semifinal perdida con Pep Guardiola (2011-12 ante el Chelsea) tuvo la actuación más parecida a la del miércoles: tras el injusto 1-0 de Londres, con no menos de 12 oportunidades claras malogradas por Messi, Pedro y compañía, en el 2-2 del Camp Nou el argentino estuvo en todas, pero con el punto de mira desviado, hasta para lanzar un penalti al travesaño. Marcaron Busquets e Iniesta. Y en la anterior desperdiciada con el técnico catalán (2009-10 ante el Inter), el volcán islandés que obligó al Barça a viajar en autobús a Milán en la ida, donde el árbitro portugués Benquerença se alió con su amigo Mourinho en el 3-1 (gol de Pedro), marcó una semifinal en la que en la vuelta no bastó la diana de Piqué (1-0) en un partido en el que Messi evidenció con su juego sus problemas de relación táctica en el campo con Ibrahimovic. El falso 9 no estaba a gusto con el 9 gigante que le colocó Guardiola por delante.

Tampoco marcó en las eliminaciones ante Manchester United (0-0 y 1-0 en la semifinal 2007-08) y Liverpool (1-2 en el Camp Nou con gol de Deco y 0-1 de Gudjohnsen en Anfield en los octavos de la 2007-08), pero entonces no tenía los galones que adquirió con Pep Guardiola a partir de la 2008-09. Menos sentido tiene todavía contar la 2004-05, el KO en octavos ante el Chelsea con goles de Maxi López y Etoo en Barcelona (2-1) y de Ronaldinho (dos) en Stamford Bridge (4-2). Messi era entonces sólo un prometedor imberbe de 17 años. Ahora, con la barba crecida, camino de los 30, verá las semifinales desde su casa y ya sabe que no ganará una Liga de Campeones que sólo ha podido levantar una vez (2015) en las últimas seis ediciones. Le toca centrarse en el clásico, un buen cicatrizador de heridas si gana el Barça, pero con peligro de infección si pierde.

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