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Sandra Muñoz posa en las instalaciones del Real Sport Gym de Santa Fe donde entrena.
Puño de hierro y rojo pasión de pintalabios
BOXEO

Puño de hierro y rojo pasión de pintalabios

La armillera Sandra Muñoz va a por el título de España reivindicando su directo de derecha y feminidad

Sergio Yepes

Miércoles, 29 de junio 2016, 02:40

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«Me gusta pintarme, arreglarme o ir de tiendas, a comprarme ropa o lo que vea. Y también pasarme de vez en cuando por la peluquería, aunque normalmente los cambios de 'look' me los suelo hacer en casa con una amiga, estando más tranquila». La granadina Sandra Muñoz se abre paso en un mundo tradicionalmente reservado para hombres por vía de romper ciertos estereotipos y mantener todas y cada una de las señas de identidad que la retratan como una chica presumida, diríase incluso que atractiva. Pero sobre todo, poniendo en valor las artes que le han convertido en una edificante realidad del boxeo, que es la disciplina en la que ya se coronó convirtiéndose en el pasado mes de marzo en campeona de Andalucía amateur en categoría élite y peso gallo. Y en la que a partir del 4 de julio tratará de conquistar en La Coruña el título nacional, sin casi importarle que lo que habrá en juego será mucho más que una 'simple' medalla de oro. Porque lo cierto es que esta armillera de 22 años de edad está dispuesta también a poner en riesgo buena parte de sus escasos ingresos. O algunas de las facciones de su rostro que muestra con coquetería a través de las redes sociales. «Tengo cinco puntos en la ceja derecha y la nariz, a pique de que me la partan. Pero me da igual. Esto es lo que me gusta. Me arriesgo a eso. Y aparte, tampoco voy a estar toda la vida de camarera», apostilla refiriendo la ocupación que le convierte en una eventual «trabajadora de la noche» como empleada de un pub de salsa.

En las distancias cortas, Sandra Muñoz muestra media mitad de su personalidad, la que le convierte en una chica «cariñosa, atenta y detallista». Que es lo normal, en arreglo a determinados perfiles de conducta femeninos. Pero eso no quita para que en cuestión de deporte «me gustaran desde siempre los de chicos» y así comenzara a aflorar el otro cincuenta por ciento de su identidad. Y es que tras la imposibilidad de practicar fútbol - «nadie me podía llevar a entrenar al club de chicas en el que yo quería jugar» - acabaría subiéndose a un ring para explotar esa faceta «un poco bruta» que admite que también presenta. Eso fue «hace casi cuatros años», después de que se animara «viendo las peleas que echaban en Marca TV» y de que la oposición familiar se convirtiera en el primer oponente.

«Quiero ser profesional»

«Me apunté a un gimnasio a hacer pesas y comencé a practicar boxeo. Pero no se lo dije a mis padres hasta que llegó el día de mi primer combate. Y a ellos no les gustó, decían que era un deporte de tíos y que me iban a hacer cicatrices en la cara», relata a quien entonces le dio «igual» tener que comenzar con escasez de apoyos. La misma que hoy proclama satisfecha que las iniciales objeciones caseras se han convertido en muestras de orgullo. Por ejemplo, aquellas de las que hace gala su propio progenitor «cuando va enseñando por ahí a amigos suyos vídeos míos peleando».

Claro, que el reconocimiento de propios y extraños le ha costado sus esfuerzos, que son los que derrocha entrenando preferentemente «con chicos» que ya han podido comprobar la dureza de su puño de hierro. De un directo de derecha del que se jacta que «duele mucho». Y que en definitiva le ha servido para afrontar con decisión y gallardía el paso que quiere dar. Ese mismo que revela la pasta de la que está hecha.

«Quiero llegar a ser profesional porque ahí los boxeadores van sin casco y con unos guantes que son más chicos. Aparte, siendo amateur no te dejan seguir peleando por un simple golpe que te lleves en la cabeza, porque los árbitros están parando el combate enseguida», dice quien asegura que su dedicación o el cambio que pretende en su carrera no está promovido también por intereses crematísticos. «Yo no hago esto por dinero, porque para ganar pasta hay otras muchas cosas. Yo boxeo y quiero ir a más porque me gusta. Si no fuera así no estaría dispuesta a que me partieran la cara. Además, pagan poco», comenta Muñoz con la esperanza de no tener que sortear más obstáculos de los que está dispuesta a encarar. Ya no sólo en lo deportivo, sino también en lo personal.

«Mi ex novio era boxeador profesional, así que en ese sentido no tenía ningún problema. Y si ahora me echara otra pareja y no le gustara lo que hago pues tendría que irse por su camino, porque me habría conocido en esto, que es algo que no tiene nada de malo». Y que tampoco es que sea evidente en la primera apariencia que ofrece.

«Cuando le digo a la gente que soy boxeadora no me suelen creer. Porque me ven muy puesta y pintada y enseguida me dicen: '¿cómo una tía así va a ser boxeadora?'. Pero bueno, las personas que me conocen ya lo ven hasta normal».

Y seguro que le van a apoyar en los cursos de «masajista y socorrista» que está dispuesta a realizar con tal de encontrar vías de financiación para poder seguir dando rienda suelta a su pasión. Esa que por lo pronto ya la ha convertido en una mujer muy pero que muy especial.

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