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El judoka Juan Antonio Pérez Novi y su hija Laura Pérez Álvarez posan en un parque de Albolote.
La llave que anuda el amor y el medallero
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La llave que anuda el amor y el medallero

Juan Antonio Pérez Novi, tercero de España en categoría sénior, dirige a su hija Laura, campeona de Andalucía cadete

Sergio Yepes

Miércoles, 1 de junio 2016, 01:35

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«De puertas para adentro del gimnasio soy su profesor, y de puertas para afuera, su padre. A veces es duro, porque le he llegado a hacer daño en el codo tras agarrarla por la solapa», pero en términos generales «creo que lo llevamos muy bien, porque es sencillo trabajar con ella». De manera definitiva, los vínculos que fundamentan la relación entre Juan Antonio Pérez Novi (20/09/1977) y Laura Pérez Álvarez (26/07/1999) -la mayor de sus dos hijas- han ido más allá del plano íntimo y familiar. Y han acabado desembocando en la pasión por las artes marciales que ambos ponen de manifiesto en el Club Chinchilla. En un centro en el que que mantuvieron alejadas las posturas propias del ámbito personal y en el que han festejado unos resultados fantásticos, porque a cada torneo que pasa demuestran que representan el presente y el futuro más gratificantes del judo granadino. Y es que si él puede presumir de haberse proclamado en abril tercero de España sénior en el campeonato que tuvo lugar en Pinto, quien viene a tratarse de su más avezada alumna no ha querido irle a la zaga después de que a inicios de mayo ampliara su ya larguísimo palmarés con la consecución en Fuengirola del torneo andaluz cadete. En suma familiar, metales de auténtico valor que además de acentuar el respeto que se profesan dentro y fuera del tatami también han creado una singular rivalidad que incluso ha derivado en «sanos piques» por las comparativas.

Aunque pueda parecer extraño, «Laura se inició en el judo apuntándose al Patronato Municipal de Deportes. Y después, lo siguió practicando en el colegio Agustinos.

Así que no fue hasta hace cuatro años cuando comencé a entrenarla», comenta el progenitor, quien al menos sí que sirvió de inspiración para que la chica se decidiera a seguir sus pasos. Fue después de que descubriera en casa «unas cintas de vídeo que me permitieron verlo competir» y que seguro le alentaron para ponerse el kimono por vez primera.

«Consejos me ha dado siempre -sigue comentando ella-. Y ahora me aporta mucha confianza y me trata de inculcar que lo principal es que me lo pase bien. Y también que los logros se consiguen con tiempo y paciencia», explica quien alcanzase el primer trofeo en 2010 -el Colombino siendo alevín-. O quien principalmente puede presumir de haberse convertido en 2013 en campeona de España infantil. Una consecución con la que no se conforma y de la que tampoco tiene que sacar provecho ahora para normalizar su posición entre compañeros.

«Desde que Laura llegó al club se hizo amiga de todos gracias a su forma de ser. Y con su constancia y su trabajo se convirtió en la referencia de sus compañeros para comenzar a tirar del carro. Eso mismo es lo que hace que los chicos vean que yo no doy clase sólo para ella, sino para todos», aporta aliviado el padre, que es a quien los rigores de la competición han puesto a prueba en varias oportunidades.

«Se te hace un nudo en la garganta cuando ves que ella ha trabajado bien pero se ha encontrado con una rival que le ha vencido, pues sufro como entrenador y como padre. Pero por muy roto que esté sé que yo debo ejercer como lo primero para tocar lo necesario y que no se hunda», precisa Juan Antonio, que es quien acaba encontrando la comprensión de Laura. De la chica que lo tiene en alto valor pese a que lo enjuicia olvidando su posición de hija.

«No para de luchar»

«Aunque él tenga altibajos, si se fija un objetivo, no para de luchar hasta conseguirlo. Además, es bastante rápido porque suele competir en una categoría -más de cien kilos- en la que los rivales le sacan bastante peso», comenta Laura, quien también es analizada de una manera crítica por su padre.

«Ella siempre quiere lograr sus metas con inmediatez. Pero a la hora de competir lo hace con pausa. Sabe estudiar a sus contrincantes, los tantea, los mueve y luego tiene mucha variedad de técnica. Es capaz de movilizar y de trabajar suelo, pero le falta ir mejorando y puliendo algunas cosas», concluye con la esperanza de que Laura confirme todas las expectativas que está creando sin más ayuda que la esencial. Que es la de un padre exigente, pero comprensivo.

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