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Felipe Reyes levanta el trofeo de campeón.
El Madrid se toma otra Copa ante el Barça
Copa del rey

El Madrid se toma otra Copa ante el Barça

Rudy Fernández y Sergio Rodríguez llevan a los blancos a revalidar el título 29 años después y a conquistar su vigesimoquinta corona, pese a la exhibición de Tomic.

Amador Gómez

Domingo, 22 de febrero 2015, 00:39

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El Real Madrid repitió victoria ante el Barcelona en una final de Copa y, 29 años después, encadenó dos títulos consecutivos, para conquistar su vigesimoquinta corona y aventajar ya en dos a un irregular conjunto azulgrana que debió rendirse ante el despliegue de talento y sacrificio de Rudy Fernández y a un equipo con mucha fe y oficio. El Madrid de Pablo Laso ya hace tiempo que se sacudió todos los fantasmas que le atenazaban ante el Barça, y en Gran Canaria, con una reválida histórica casi seis lustros más tarde, confirmó, pese a sus carencias en el juego interior y a la insultante exhibición de Ante Tomic, su experiencia y su superioridad mental.

Rudy, en un torneo que le motiva de forma especial y engrandece su figura, se llevó su tercer trofeo de MVP, el primero con el Real Madrid, y volvió a liderar a su equipo frente a un Barça que antes era bestia negra y cayó de nuevo ante el eterno rival, víctima de su mal momento, colectivo e individual, con la excepción de Tomic. Como respuesta al pívot croata (40 puntos de valoración, para superar el récord de Pau Gasol en una final copera), emergió Rudy, que fue quien mantuvo siempre a su equipo en tan duro choque y llevó al Madrid al sufrido y merecido triunfo, junto a Sergio Rodríguez, autor de una decisiva entrada a canasta a falta de siete segundos, con la posesión muy cerca de agotarse, que sirvió para sentenciar la Copa: 71-75.

El alero balear y el base tinerfeño representaron una vez más la clase, el atrevimiento y el convencimiento en la victoria de un Real Madrid que abrió el camino hacia el título en su cuarto preferido, el tercero, gracias a lo que le gusta hacer, que es correr, mover rápido el balón y disfrutar, además de encontrar por fin el acierto en el tiro exterior, que fue muy pobre durante todo el apasionante clásico (el 21%). Sin embargo, el azulgrana fue aún más lamentable, con el 15% de canastas desde el perímetro, cuando hasta la final los triples habían sido una de las claves de su juego.

Frente al poder interior de Tomic, que sólo anotó un punto menos que los cuatro pívots madridistas y el triunfo inútil del Barça en el rebote (44 capturas frente a 36), a los blancos les quedaba responder con la calidad, el esfuerzo defensivo, el descaro y la confianza, y ahí se impuso la explosividad de Rudy, pese a que sólo acertó un triple de cinco lanzamientos. Bastante más resolutivo estuvo el genial alero mallorquín en las canastas de dos (seis de nueve), en la lucha por el rebote (cuatro rechaces), en pases de anotación (fue el mejor en asistencias, con cinco) y también en recuperaciones (también cinco; una más que todo el Barcelona).

Los dos robos consecutivos de Rudy tras un rebote defensivo también suyo al final del segundo período, cuando el Barça había cogido su máxima diferencia (42-35) y al Madrid empezaba a complicársele la Copa, fueron una muestra de que el genial alero mallorquín no iba a permitir que se escapase el enemigo que aspiraba a ganar su cuarto trofeo en seis años. En ese momento no estaba en pista Tomic, que destrozó a los blancos en la pintura y en ese tercer período se había encumbrado con 13 puntos, y Rudy decidió que era el momento de andar más listo que nadie, recuperar y salir a la contra para igualar otra vez tan intenso duelo, que no estuvo exento de polémica cuando se le pitó una técnica en principio inexplicable a Sergio Llull a falta de dos minutos minuto para el final y el marcador reflejaba 70-71.

Altibajos

En un duelo intensísimo, protagonizado por altibajos de ambos equipos (parciales de 16-6 en el segundo cuarto y de 5-17 en el tercero), el del Barcelona lastrado por el físico de Navarro, aún tocado de su rotura fibrilar, cuando Rudy Fernández no estuvo en cancha, el Madrid lo acusó en exceso, porque faltaba la chispa y el descaro y los pívots madridistas estaban siendo arrollados por un espectacular Tomic.

Pero si el Barcelona estaba fuerte por dentro agarrado al croata, y Hezonja y compañía no tenían su día, era cuestión de sacar rendimiento del esfuerzo defensivo coral y de sacar a relucir la agresividad, la cabeza fría y la capacidad resolutiva de los mejores madridistas. Y ahí no podía faltar el carácter de Rudy ni el temple de Sergio cuando clásico tan igualado y competido tenía pinta de prórroga. El canario fue quien dio la puntilla definitiva al Barça, igual que el pasado año fue Llull quien casi sobre la bocina impidió que los azulgrana revalidasen la Copa en Málaga. En esta ocasión, aunque el Madrid no deslumbrase, sí fue capaz de cumplir el reto marcado de dos Copas seguidas. Y saben a gloria cuando los blancos se las toman ante el Barça.

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