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Curtis Borchardt machaca el aro del Palacio en uno de sus partidos como nazarí.
El día que Borchardt iluminó la Navidad
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El día que Borchardt iluminó la Navidad

Se cumplen diez años del fichaje del pívot, uno de los mejores jugadores dentro y fuera de la cancha que ha defendido la elástica de un club granadino

Juanjo Martín

Jueves, 7 de enero 2016, 01:32

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La Navidad es un período del año que se suele vincular a la magia, algo quizá derivado por ser una época en la que se multiplica la felicidad por el reencuentro con la familia. Ese halo alcanzó niveles místicos a finales de 2005, cuando un espigado estadounidense iluminó con su juego y su bondad a un equipo que ansiaba un refuerzo de altura ante la grave lesión del pívot Corsley Edwards un golpe en el peroné se transformó en un trombo que llegó a poner en peligro incluso su vida y el escaso rendimiento ofrecido a cargo de Jerome Beasley, relevo de Big Dog.

El Cebé no iba mal en la tabla a esas alturas de Liga, e incluso se permitió el lujo de batir al Barcelona (87-85) y de ahondar la crisis del Real Madrid de Maljkovic, que vagaba entonces en la mitad de la clasificación de la ACB (83-71). El bloque hispano-argentino sostuvo a los nazaríes en ese duelo en el que Owens (-6 de valoración) y Tutt (-2) demostraron el naufragio de los norteamericanos del equipo. La Copa estaba a una sola victoria pero hacía falta un mayor aporte procedente del otro lado del Atlántico. Bajo esas circunstancias llegó un 30 de diciembre la luz de Curtis Borchardt a la ciudad.

Su primer partido, celebrado el día después de Reyes, no resultó nada alentador al concluir con un punto y dos rebotes en la derrota a domicilio ante Fuenlabrada. En su debut en el Palacio sí ilusionó con un doble-doble ante el Caja San Fernando (12 puntos, 11 rebotes, 4 tapones y 26 de valoración), pero la primera victoria con el center tardó cuatro partidos en gestarse. Una espera que valió la pena al ir ligada a su primer MVP semanal de los doce que logró con el Cebé (22 puntos, 12 rebotes, 3 tapones y 35 de valoración ante Bilbao). Después solo hubo un par de encuentros por debajo de lo esperado para un pívot que, durante sus últimas diez jornadas consecutivas no bajó de los 24 puntos de valoración.

Sus 210 centímetros de altura y sus interminables brazos hicieron de Borchardt un auténtico coloso bajo los aros. Pocos fueron los adversarios que salieron indemnes cada vez que penetraron en sus dominios. Los tapones y sobre todo la intimidación convirtieron al estadounidense en la peor pesadilla del equipo contrario. En pista delantera, su repertorio de acciones ofensivas se basó en buenos movimientos en el poste bajo y en su increíble habilidad para sacar oro de cada rebote ofensivo que rebañaba. Los rivales solo podían intentar frenarle a base de faltas, aunque sin mucho efecto al tener un decente porcentaje de acierto en los tiros libres.

«Me alegro de haber jugado mi mejor baloncesto en una ciudad tan especial como Granada»

  • Las lesiones continuaron persiguiendo a Borchardt tras su salida de Granada. En el verano de 2009 fichó por el Asvel francés, con el que solo jugó un partido de Euroliga (20 puntos y 7 rebotes) antes de desfilar de nuevo por la enfermería. Primero una mano, luego una cadera y después la otra. Una rosario interminable que le llevó a soportar una recuperación larga, de casi un año, que casi le hace colgar las zapatillas. Sin embargo aún pudo vivir un último asalto en ACB de la mano del Valladolid. Ya no era el mismo tirano bajo los aros que antes, pero siguió haciendo daño con 89 puntos, 77 rebotes y 133 de valoración que de poco sirvió al no evitar que los pucelanos finalizaran últimos. Eso sí, en el palmarés de Curtis no llegó a figurar ese descenso pues el club se salvó en los despachos al no subir nadie de la LEB Oro.

  • Esa fue su aventura final antes de decir adiós definitivamente al deporte de la canasta. «Mentalmente fue muy duro. Cuando regresé de Valladolid me di cuenta de que necesitaba tener suficiente salud para ser el tipo de padre que quiero ser. He dado todo lo que físicamente podía al baloncesto, pero ya no quería volver a pasar por el quirófano. Lo más complicado fue encontrar otra pasión en la que centrarme, aunque echo de menos la competición y el sentido de camaradería que solo se da en un equipo», afirma Borchardt, con 35 años ya, en declaraciones a IDEAL desde Palo Alto (California).

  • La exestrella del Cebé está completando un doctorado en fisioterapia en la Universidad Pacífico de Oregón, un objetivo que le inspiró el granadino David Urbano, su fisio en el club nazarí. «Tengo muchos recuerdos de David y de Felipe Segura, quienes tuvieron el enorme reto de mantener mi cuerpo sano cada temporada. Realmente disfruto aprendiendo cosas nuevas, me entusiasma ayudar a los deportistas a recuperarse de sus lesiones y a mejorar su calidad de vida». Desde luego, se trata de la faceta más desagradable del deporte y una que Curtis conoce por desgracia a la perfección.

  • Empero, el pívot también es experto en Granada, de la que «Susan y yo guardamos unos cariñosos recuerdos, tanto de la ciudad como de la maravillosa gente que conocimos durante nuestros años allí. Todo los integrantes del Cebé, desde el presidente al equipo técnico y los jugadores, realmente nos hicieron sentir parte de una familia. La conexión que viví allí no la sentí mientras jugaba en la NBA».

  • Curtis ahonda en este aspecto al asegurar que «adoraba jugar en el Palacio y sentir la pasión de los aficionados a lo largo de los partidos. Traté de darlo todo para el equipo en cada partido, tanto física como mentalmente, y creo que todos los rivales sabían que se lo tenían que tomar en serio cuando venían a Granada». El pívot se acuerda especialmente «de los seguidores y del Frente Nazarí, que nos esperaban a la salida del pabellón para mostrarnos su apoyo, con independencia de que hubiésemos ganado o perdido». Por todo esto, el jugador no puede más que proclamar que «me alegro de haber jugado mi mejor baloncesto en una ciudad tan especial como Granada».

  • Durante estos años, ya lejos de tierras nazaríes, los Borchardt han crecido con sus cuatro hijos Finley, los mellizos Floriana y Avery y Francesca, la más pequeña con quince meses. Otro reto más para el eterno MVP y su esposa Susan, aunque para ello han contado con la asistencia en los últimos veranos de Adriana Rodríguez, una jugadora granadina amiga de la familia que les ha ayudado como niñera. Ese no es su único vínculo actual con la ciudad, pues también mantiene el contacto con Sergio Valdeolmillos, cuyo hijo juega en San Francisco a las órdenes de Julius Barnes, excompañero del pívot. Las redes sociales le permiten a Curtis seguir en contacto con muchos más amigos que se dejó en Granada, dado que «vivir en la otra punta del mundo, tener cuatro niños y estar estudiando lo complica todo». El center reconoce que «tanto Susan como yo realmente echamos de menos vivir en España. Es un país que nos cautivó y, si no estuviéramos tan lejos de nuestra familia, nos pensaríamos seriamente vivir allí».

  • Borchardt añade que «cuando nuestros hijos crezcan, nuestra idea es llevarles a Granada para que puedan vivir la experiencia por ellos mismos. Cuando eso ocurra, esperamos poder asistir a un partido de baloncesto». Un deseo que se hará realidad a buen seguro, pues el deporte de la canasta ya ha demostrado que, pase lo que pase, persistirá en nuestra ciudad.

La impresionante valoración media de 295 en sus últimos diez encuentros llamaron la atención de múltiples clubes de toda Europa, que se preguntaban cómo se les podía haber escapado de sus radares semejante jugador tan dominante. La explicación se hallaba en la fama que pesaba sobre Curtis, del que se decía que era de cristal por su propensión a las lesiones. De hecho, su carrera en la NBA se interrumpió por sus dolencias en los pies, pues su primer año con Utah Jazz se lo perdió al completo por una fractura en el escafoide tarsiano y en el segundo solo disputó dieciséis partidos. El cuerpo técnico de esa franquicia confió en las maravillas mostradas durante su periplo en la Universidad de Stanford y le renovó, algo que Borchardt recompensó con su mayor racha sin problemas físicos (67 partidos). Sin embargo, los minutos no abundaron y al verano siguiente fue traspasado a los Celtics en uno de los mayres y más complejos traspasos de la NBA. En Boston no llegó a jugar, tampoco durante su efímero paso por Memphis Grizzlies, por lo que se decidió a dar el salto a Europa animado por el base internacional Raúl López.

En ese instante fue el Cebé quien se movió con mayor presteza para incorporar a un jugador de enorme calidad, pero con una gigantesca letra pequeña sobre su durabilidad en la pista. En Granada se le trató con un mimo excelso, que le llevó a entrenar solo tres días por semana y con sesiones más cortas que el resto de sus compañeros. La ausencia de problemas en su primer año en la ACB le hizo entender que su cuerpo podía soportar un partido a la semana, pero no la carga que conlleva la Liga estadounidense. Eso sí, Curtis sorprendió a todos cuando eligió renovar pese al interés de otros clubes con más caché. El buen trato y el cariño que se le brindó a la vera de la Alhambra ganaron esa vez el pulso al talonario.

En la temporada 2006/07 se produjo la eclosión definitiva del center. Cinco premios semanales y tres mensuales noviembre, diciembre y enero catapultaron a Borchardt al estrellato. El estadounidense encabezó con 238 el ránking de valoración, por encima de NBAs como Scola, Rudy o Navarro. Sin embargo, la ACB le negó el premio oficial de MVP al introducir criterios más subjetivos que las estadísticas, e incluso le dejó fuera del quinteto ideal para introducir a Felipe Reyes.

Para los aficionados nazaríes, en cambio, no había dudas de quién era el mejor de la Liga. Siempre guardaba energías después de cada partido para ofrecer una enorme sonrisa a los seguidores, con los que pasaba horas tirándose fotos, firmando autógrafos y hablando en español, un idioma que se esforzó en aprender. Por si faltaban argumentos, jugó lesionado en el partido clave por la salvación ante Murcia, duelo en el que firmó 17 puntos, 11 rebotes y cinco tapones MVP de la jornada a pesar de jugar manco. Literalmente. Borchardt se había dañado semanas antes el hombro izquierdo y se perdió varios encuentros, aunque regresó únicamente para rubricar la salvación a costa de su salud. Luego desfiló por el quirófano y pasó seis meses alejado de las pistas.

Otra vez operado

La campaña 2007/08 fue la más infausta para el pívot, que no solo estuvo ausente en los inicios por la dolencia ya descrita, sino que apenas duró dos meses en la cancha. A mediados de enero otra grave lesión, esta vez en su hombro derecho, y de nuevo a la mesa de operaciones. Curtis solo pudo dejar su impronta en trece partidos, y aun así se elevó su media por encima de la veintena de valoración. Un prodigio al que solo frenó su frágil físico, una pesadilla que le persiguió desde su etapa en el instituto. El siguiente año fue el último de Borchardt con la elástica del Cebé y el mejor regalo fue verle en la pista sin graves problemas físicos. El propio center se lo tomaba con filosofía cuando una fractura en un dedo le inhabilitó durante cuatro partidos. Después de dos lesiones de medio año, una de un mes le sabía a poco. Dos encuentros por encima de los cuarenta de valoración constituyeron su Everest en ese curso de despedida.

La situación económica ya empezó entonces a mostrar la flaqueza que degeneraría en un proceso irreversible que llevó a la desaparición del Cebé tres años más tarde. En total, Borchardt promedió 137 puntos, 101 rebotes y 17 tapones (211 de valoración) en los ochenta y dos partidos como nazarí. Curiosamente esa es la cifra de encuentros que se juegan cada año en la fase regular de la NBA, una competición que descartó a Curtis para que en Granada se viviera el lujo de disfrutar con un jugador de otra categoría. Un galáctico indiscutible en lo deportivo, pero sobre todo en lo humano.

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