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En el centro, el violinista Ara Malikian junto a tres de los músicos que le acompañaron en el doble concierto en Granada.
El violinista que quiso ser Travolta

El violinista que quiso ser Travolta

El artista regresó a la capital nazarí con un doble concierto en el que narró la historia de su violín, un instrumento que salvó la vida de su familia

PABLO RODRÍGUEZ

Domingo, 26 de marzo 2017, 03:55

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Actuó como él, bailó como él y hasta andó como él. Si no fuera por la deslumbrante habilidad con el violín y por el exótico peinado de Ara Malikian, anoche cualquiera habría pensado que era el mismísimo John Travolta el protagonista de los dos conciertos que pusieron patas arriba el Palacio de Congresos con sendos llenazos. El músico armenio reconoció que soñó con ser el actor -«más que Bach o Led Zeppelin, mi referente siempre fue él»- pero lo cierto es que su violín lo ata a otra estirpe de artistas, la de los virtuosos de la cuerda y los locos genios del arco.

Regresaba ayer Malikian a una ciudad con la que tiene una vinculación especial. Con un hijo de Granada, el bailaor y coreógrafo Rafael Amargo, colaboró hace unos años en un proyecto en el que logró sacar flamenco de las resistentes cuerdas de su violín. También aquí, en el Auditorio Manuel de Falla, cosechó tremendo éxito en mayo de 2015 en el marco del ciclo de conciertos Alhambra & Cía de la empresa cervecera.

Ahora era el turno de 'La increíble historia de violín', un espectáculo en el que Ara Malikian desgrana las aventuras y desventuras de su instrumento, suicidio incluido. Lo hace además con una mezcla perfecta de música clásica, música contemporánea y un 'speech' sencillo pero efectista que logró provocar las carcajadas en el público que llenó el espacio granadino en las dos sesiones.

El músico no se guardó nada en ningún momento. Ya desde el comienzo dejó ver los ingredientes del espectáculo: una adaptación del legendario Jimi Hendrix, una pieza del majestuoso Réquiem de Mozart y una composición propia con el sello exótico, tan armenio como libanés y viceversa, de Malikian.

La receta la aderezó el aprendiz de Travolta con una coreografía llena de energía. De rodillas, intercalando brincos, sobre un banco o simulando una batalla sonora con su banda, el músico desplegó todo su abanico de movimientos sobre el escenario en una danza que no le impidió 'clavar' la interpretación.

Malikian tuvo palabras para su familia, víctima del genocidio que se llevó por delante la vida de más de un millón y medio de personas en 1915 y del que solo quedó indemne su abuelo paterno. Salvado por la música -pasó la frontera simulando ser miembro de un grupo-, su historia fue recordada por el violinista, que lo homenajeó con 'Kachn Nazar'.

Después llegó el momento de presentar su instrumento. El músico contó cómo, durante su formación, salió al paso a las inquisitivas preguntas de sus compañeros sobre el origen de su violín. «¿Es un Stradivarius, un Guarnieri, un Amati...?». La respuesta, digna de un diálogo sacado de alguna película de Tarantino, fue aplaudida por el público que la escuchó anoche. «Ravioli, es un Ravioli». La anécdota le sirvió para recuperar otra de las composiciones propias del músico, 'Con mucha nata', una canción dedicada a Alfredo Ravioli, «el 'luthier' más grande de todos los tiempos».

Malikian aprovechó la visita a Granada para recordar a otro de sus héroes, al margen de Travolta. El músico reivindicó a Niccolò Paganini -«el mejor violinista de la historia, el violinista que cambió la manera de tocar el instrumento, que cambió incluso la forma del instrumento»- con una versión propia, con algún otro detalle rockero, de la famosa 'Campanella' de Lizst.

Los percebes también bailan

Delirante fue el episodio de 'La danza de los percebes'. La canción, una energética composición influida por los sonidos celtas, sirvió de excusa a Malikian para improvisar un relato sobre una loca visita a Galicia. El músico, miembro de una banda folk irlandesa, acabó seducido durante una gira por los percebes.

Atrapado por la quietud del animal, el violinista arregló una canción«que reflejara su movimiento» y que fue bailada -caída a un lado y a otro muy lenta- por algunos de los espectadores en el asiento. ¿En el asiento, bailar? Absolutamente. Como dijo el propio Ara Malikian, «esta es una canción que puede bailarse aquí sentado, tumbado en la cama e, incluso, dormido».

El que no se dormía era Malikian. Sin parar de saltar volvió de nuevo a interpretar algunas canciones de grupos conocidos. Se lució con 'Kashmir', una versión de Led Zeppelin; y rompió el escenario con 'Misirlou', la célebre melodía que bailaron Uma Thurman y John Travolta en 'Pulp Fiction'. Fue ahí donde Malikian terminó de apuntalar su transformación. Identificado con el actor, imitó su forma de andar -«paso corto y el culillo arriba»- y logró conquistó al público con el baile. Todo sin dejar de tocar con una velocidad imposible.

Habían pasado casi dos horas y media cuando el músico regresó de nuevo a sus raíces, a la increíble historia de su violín que es la increíble historia de su familia. Hijo de violinista, nieto de violinista, Malikian recordó a las víctimas del genocidio armenio y a las de todas las guerras del mundo. Tocó '1915', una composición dedicada a todos los fallecidos en conflictos y a los más de 65 millones de refugiados que hay en el mundo actualmente. Fue el broche de oro antes de cerrar con Bach: «la toco hoy por ellos, espero no tener que tocarla muchas veces más». Que así sea, pero que no deje de tocar muchas otras más.

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