Edición

Borrar
Bunbury, en pleno concierto en el festival
No Sin Música, no sin amigos

No Sin Música, no sin amigos

El festival amenizó las calles de Cádiz, permitió que Elefantes pusiera la emoción, vibró y cantó con Bunbury, se fue al rock más clásico con Loquillo y se trajo Méjico a esta orilla con Molotov

Diego Quero

Lunes, 25 de julio 2016, 15:22

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Parecía que había subido la marea más que de costumbre este fin de semana en Cádiz, aunque lo que bañaba a sus gentes, plazas y calles era la música. La ciudad, refugio para tantos momentos y bálsamo para el ánimo, se veía sumergida y sorprendida por la celebración de No Sin Música, una suerte de evento para disfrutar a la vuelta de varias esquinas.

Los grupos más pequeños fueron la infanteria que tenía la misión de ir abriendo boca con escenarios en distintos puntos de la ciudad. Con toda la ilusión del que comienza un camino y con toda la fuerza del que se sabe que está en la senda correcta, fueron ellos los que empezaron a encadilar a los que habían llegado a la ciudad para disfrutar del festival, pero también al gaditano que ya acepta como la ciudad se había transformado este fin de semana en un gran buque musical.

Si el viernes el recital de Modelo de Respuesta Polar, Love of Lesbian, Izal y Second atrajeron a un gran número de asistentes, el sábado se antojaba movido y todo presagiaba que se iba a llegar a buen puerto. La apuesta de G.A.S. Drummers empezó a caldear un ambiente ya de por si entregado. Estos le dejaron el testigo a Elefantes, que hizo un repaso exhaustivo por sus grandes éxitos, consiguiendo coros y ratitos de emoción a cada canción que iba sonando. Incluso se atrevieron con una versión de Te quiero José Luis Perales, que el público acogió de muy buena manera.

Así atardecía en el muelle de Cádiz, entre cerveza, puestos de comida y muchas, muchas camisetas de Bunbury y de Héroes del Silencio. Cada vez eran más. Pocos minutos después de las 10 de la noche, el viento soplaba para traer buenas noticias. Los Santos Inocentes le disponían a arropar a un Bunbury sin complejos, entregado a una ciudad a la que mira con absoluta confianza, a un público que siempre vuelve a él, porque sabe lo que él nunca deja de buscar. El silencio no se hizo hasta una hora y media después, y la banda tuvo la valentía de empezar el concierto con Iberia sumergida, un huracán de rock que presagiaba el alto nivel que iba a tener el concierto. Inconmesurable, Bunbury no tuvo dudas en combinar grandes temas de Héroes como Mar adentro, Maldito duende, o el duro El camino del exceso con otros de corte mucho más intimista como Desmejorado, Ahora, Porque las cosas cambian o Dos clavos a mis alas. Todo un repaso a más de treinta años de carrera que los asistentes agradecieron no dejando de animar en ningún momento. El tiempo de Bunbury terminaba con Lady Blue, el broche mágico para dejar con ganas de más.

Y hubo más. Rock clásico, de representación nacional y etiqueta negra. Loquillo se movía en el escenario a su gusto, representando los distintos papeles que tenían preparados para él, lanzando canciones al público con su estética habitual y engranándose con sus músicos a la perfección. Feo, fuerte y formal, Salud y rock and roll o Esto no es Hawai retumbaron en el puerto gracias a una gran actuación de El Loco. Loquillo sigue siendo el mismo, el superviviente que cruza décadas y que sigue levantando brazos que corean "Yo para ser feliz quiero un camión..."

El broche, Molotov. Música de culto pero que sin duda culminó una gran obra. Ritmos duros, con letras preñadas de conciencia y mucha diversión para despedirse otro año más y prometer que volveremos dentro de doce meses. En 2017 puede que se cumpla un deseo que se escuchaba entre concierto y concierto: La unión de varios artistas, dándose el relevo y cantando algún que otro tema, la razón para que el festival No Sin Música sea aún más único de lo que ya es.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios