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Pablo Rodríguez
Domingo, 25 de octubre 2015, 01:12
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Amor era su mirada, amor los pasos por el pasillo, puro amor su sonrisa. Ella o él, da lo mismo, podría ser cualquiera de las más de 4.000 personas que se citaron anoche con Raphael, cualquiera de los que lo esperaron en las butacas, de los que vibraron cuando salió el artista, pasadas las nueve y cuarto, al escenario del Palacio de Deportes. Era amor lo que allí había en cada rostro, escrito hasta en la forma de agarrarse unos a otros y decirse, con un hilo de voz, «es él, es Raphael».
Todo ese amor, toda esa dulzura de años -más de medio siglo- las tomó anoche Miguel Rafael Martos Sánchez, el artista que adaptó su nombre durante un paseo por la Phillips, el cantante incombustible, el evangelista del querer. El divo linarense bordó un concierto que duró casi tres horas y en el que repasó toda una vida de canciones que hablan de lo más bello, de lo más importante: el amor.
Puede leer la crónica completa en la edición impresa y en Kiosko y Más.
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