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José Manuel Caballero Bonald, en 2013.
«Soy español sin ganas»

«Soy español sin ganas»

poeta y escritor que publica 'Examen de ingenios'

Miguel Lorenci

Lunes, 22 de mayo 2017, 19:06

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José Manuel Caballero Bonald (Jerez, 1926) espera aún un asalto de las musas que le permita escribir «un buen poema». «A ver si sale», dice al filo de los 90 años este rebelde con causa, irreverente poeta, mordaz narrador de genio desobediente y con una obra «cumplida». Alejado del mundanal ruido, el insumiso patriarca de las letras pasa revista a la realidad con motivo de la publicación de 'Examen de ingenios' (Seix Barral). A través de las semblanzas de creadores que admira o detesta el Cervantes 2012 se retrata a sí mismo. Es un «español sin ganas» que se siente «desplazado e insultado por las multitudes vociferantes».

¿Se puede llegar a los 90 años y ser rebelde?

Se puede. Los motivos para serlo se acumulan a medida que uno se hace viejo. Es, al menos, lo que a mí me pasa.

¿No quedan ya heterodoxos a quienes entregarles el testigo?

Alguno queda por ahí. Aunque tal como andan las cosas debe viajar de incógnito.

¿Nos sorprenderá con algún nuevo poemario o con memorias?

No creo. Este libro tiene mucho de memorias complementarias, y se nota. Con mis años, sólo espero escribir algún buen poema. A ver si sale.

¿No ha vuelto a sentir el aguijón de la poesía desde 'Entreguerras'?

La poesía llega de repente, como una visita inesperada. No se sabe ni cuándo viene ni cuándo se va. Y eso incluso le añade sugestión al asunto.

Cuesta creer que no haya ampliado sus memorias. ¿Ni una línea?

Ni una. Mis memorias, en sentido estricto, incluirían ahora el recuento de la transición. Y no me apetece en absoluto evocar esos seis o siete años posteriores a la muerte de Franco, que fueron terribles. Participé políticamente en esa difícil historia y me afectó muy a fondo. Adiós a todo eso.

Dice que si fuera joven se iría a otro sitio. ¿Ve a la juventud domesticada, atontolinada, desapasionada o anulada?

Soy español sin ganas, como decía Cernuda. Veo una generalizada actitud acomodaticia. Se acabaron los ideales, los incentivos éticos. El pensamiento económico desplaza al pensamiento crítico. La cultura está ocupada por futbolistas, cocineros, personajillos famosos y así.

¿Cómo definiría la España en la que vivimos hoy?

No soy partidario.

¿Se encuentra incómodo en un mundo superfluo, líquido, que diría Zygmunt Bauman?

Me siento desplazado, incluso insultado por las multitudes vociferantes. El gregarismo, el fanatismo, la sumisión, me quitan el sueño.

Trump, Le Pen, populismo, extremismo, violencia, el 'Brexit'... ¿No le apetece dejar por escrito su juicio sobre un tiempo tan funesto?

Me apetece, claro, pero no me encuentro con fuerzas para escribir sobre nada de eso. Tampoco va por ahí mi trabajo literario. Aparte de que la derechización del mundo, los fascismos encubiertos, la epidemia de sumisos, me hacen pensar que ya no tengo ni tiempo ni ganas para luchar contra todo eso.

¿Le ha decepcionado Podemos, cuya eclosión saludó con cierto entusiasmo?

Ahí tengo mis contradicciones. Aunque parezca pueril, no comparto los modales, las formas educativas, el tono general de Podemos. Una cuestión de estilo, pero considero muy oportuna su presencia en la vida parlamentaria.

¿Con qué criterio seleccionó a los 'examinados' en el libro?

Es una selección subjetiva de acuerdo con mis gustos y predilecciones. La única condición es que, aparte de escritores o artistas relevantes, fuesen amigos o al menos conocidos.

El título sugiere que no son retratos admirativos, que los hay críticos...

Hay de todo, retratos laudatorios y críticos, satíricos, incluso mordaces. Retrato a unos personajes que también me retratan a mí, que me describen de algún modo. De ahí el carácter de memorias de todo el libro.

La desobediencia y la insumisión que tanto admiró en Cervantes son el norte de su vida y su obra. ¿La comparte con alguno de los retratados?

Hay personajes que tienen algo que ver conmigo y otros que no se parecen en nada. Supongo que por esos retratos se filtra además mi modo de pensar, mi idea de la literatura, que es de lo que se trata.

¿Con cuál de ellos no iría ni a tomar café? ¿Con quién a muerte?

A tomar café, como dice, iría con cualquiera. Otra cosa es que con unos me apetezca más que con otros. Lo normal. De hecho he mantenido cierta relación con todos los retratados, pero a algunos preferiría no volver a tratarlos.

Hay quien prefiere no conocer a quien admira para no decepcionarse. ¿Le ha pasado?

Sí, por supuesto. El ejemplo de Borges es quizá el más significativo.

¿Reajusta mucho sus juicios sobre los retratados?

Los retratos dependen, obviamente, de mi experiencia personal, de mis ideas. Algunos los he retocado según la evolución natural de mi gusto. Por lo demás, la literatura es también inventiva.

Una literatura, ha dicho, plagada de mediocres encumbrados ¿Los hay en el libro?

Algunos hay. Y se nota en el tono del retrato. Hay casos de escritores que admiro, pero que no son personas que aprecie.

¿Es todo el material inédito?

Prácticamente sí. Aunque aprovecho algunos datos sobre personajes ya esbozados en 'La novela de la memoria' o en 'Oficio de lector', aunque aquí aparecen en versiones muy revisadas.

¿Siempre hay que separar la obra de la autor? Critica a Juan Goytisolo, pero elogia la obra y le avaló como candidato al Cervantes.

Eso ha sido algo que procuré tener muy presente. Lo dicho, la opinión que se tiene sobre una obra no tiene por qué coincidir con la que merece su autor.

¿Por qué ocuparse de Gil de Biedma, cuando dice que es un poeta menor?

Bueno, sí, es un poeta que me interesa poco, pero también es un excelente crítico de la cultura.

Llama la atención la presencia de Pepa Flores, alejada de los primera línea desde hace décadas. ¿Qué relación tiene con ella?

Fui su amigo. La traté bastante cuando vivía con Antonio Gades. Tras una desdichada experiencia artística su trayectoria ha sido ejemplar. Siempre he defendido que su conducta de mujer, tan opuesta a su imagen de muchachita redicha, es un auténtico paradigma.

De la tradición ¿mejor aprender o desaprender?

Hay que desaprender lo que se aprendió mal, que siempre es más de lo que uno se imagina.

Soñó con ser matemático. ¿Qué conecta la poesía y las matemáticas?

Me gusta repetir que la poesía es una mezcla de música y matemáticas. La música es la melodía, el acorde de las palabras, y las matemáticas el rigor, la precisión de la estructura del poema.

Está atento a la poesía más joven. ¿Hay talento suficiente?

Creo que los jóvenes son los que realmente están haciendo la poesía más válida de los últimos veinte o treinta años.

¿Ha entrado en el mundo del redes sociales? Twitter, Facebook y demás, ¿qué opinión le merecen?

No tengo ningún trato con ese mundo, ni por asomo. Además, siento por él un rechazo instintivo. No entiendo a los colegas que dicen comunicarse con el mundo a través de las redes sociales, no me cabe en la cabeza semejante exceso.

¿Tiene pensado algún epitafio?

No, qué va. El epitafio tiene algo de vanidad póstuma.

¿A qué dedica sus horas?

Releo, oigo música -jazz, flamenco, cuartetos barrocos-, dormito a la sombra de un árbol, veo pasar la vida mirando al mar.

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