Edición

Borrar
Un momento del encuentro.
Niños y mayores se hermanan en los libros

Niños y mayores se hermanan en los libros

El colegio privado María Nebrera acoge un acto con ancianos de la nueva residencia Beato Fray Leopoldo en torno a la letra impresa

José Ignacio Cejudo

Jueves, 27 de abril 2017, 11:15

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Se observan con curiosidad desde los dos extremos del pasillo. A un lado, niños de Infantil divertidos ante la visita a su espacio de educación y juegos. Al otro, ancianos con la mirada enternecida por esas criaturas, inocentes embriones de personas. En medio, la vida. Minutos más tarde los chiquillos que ríen en el patio se acercarán al cristal para seguir cómo aquellos extraños irrumpen en sus coloridas aulas. Acabarán leyendo juntos y conversando.

La actividad es una iniciativa conjunta entre el colegio privado y bilingüe María Nebrera y la nueva residencia Beato Fray Leopoldo. La cercanía entre ambos centros hizo que del roce surgiera este primer encuentro intergeneracional que tuvo lugar este martes. 17 mayores departieron con los 81 alumnos de la escuela, de Primaria y de Infantil. El director de la residencia, Mateo Torres, y su homóloga María Nebrera escogieron este día para poner a la lectura como excusa coincidiendo con la Feria del Libro. Un vehículo preciso y necesario para un recorrido tan largo, el que va de la edad de unos a la de los otros.

Los residentes, muchos en silla de ruedas o con andador, se dividieron en cuatro aulas cargados de humor. "Siempre que sea con niños están dispuestos a todo", explicaba antes Mateo Torres. Lo primero que hacen los niños es llenarles un vaso de agua. Luego cogen sus sillas y se acercan todo lo que pueden para presentarse uno a uno. De esta forma Angelina, Carmen, Rosa, Puri o José Luis conocieron a los pequeños Sofía, Manuel, Fernando, Luis o Antonella.

Es Rosa quien inicia la lectura de 'La Alhambra contada a los niños'. Introduce en la narración nociones históricas, preguntas y exhibición de sus ilustraciones, lo que más atrae a los pequeños. Quienes leen se sonríen ante las palabras más complicadas. Algunos niños deciden sumergirse en la historia, gracias a la calidad de la recitación, pero la mayoría arde en deseos de hacer preguntas y charlar. Reconocen la valía de quienes tienen delante.

Ana reivindica sus cinco años como si fueran bagaje suficiente para medirse en experiencias a sus interlocutores. Se sorprenden ante quien admite haber pasado apenas unos meses en el colegio, criado en el campo. Los mayores cuentan su vida y los pequeños cuestionan y pretenden contar también la suya, lo poco vivido mediante pequeñas anécdotas. Levantan las manos nerviosos y haciendo tambalearse sus sillas, ansiosos de protagonismo. Los que responden hablan y se introducen en la nostalgia, desembocando en susurros más del pasado que del presente.

Lecciones

Los críos aprenden. Que el amor existe, por ejemplo, de la boca de Antonio, que ochenta años después de casarse sigue su vida junto a su esposa Trinidad en la residencia. Que los mayores siguen cumpliendo años, por Gabriel, y le cantan con tanta ilusión y camaradería como a un compañero de clase. Quienes parecen de vuelta de todo todavía tienen tiempo de descubrir: un mayor que trabajó en una fábrica de pólvora, por ejemplo, que esta vino de China.

Conocen sus oficios y a sus familiares y escuchan sus consejos. "No hagáis caso a lo malo", proclama con rostro tristón uno de sus mayores, abrumado por la bisoñez y el recorrido por hacer de su audiencia. "Tú no puedes hacer lo que no quieres que te hagan", le sigue el inquieto Teo. Antes de despedirse reciben ejemplares de '¡Que empiece la función!', cuatro obras de teatro escritas para que niños las representen. Una mañana de colegio que fue como la vida misma, a medio camino entre la realidad que se atraviesa y la literatura que se lee, imagina y sueña.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios