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El escritor Juan Eslava Galán.
Un escéptico en la revolución rusa

Un escéptico en la revolución rusa

«Toda gran causa queda manchada si se logra a través de un crimen», asegura Eslava Galán

Álvaro Soto

Jueves, 13 de abril 2017, 23:22

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Según el diccionario de la RAE, los escépticos son los que «desconfían o dudan de la verdad o eficacia de algo». Como los lectores de los libros de Juan Eslava Galán (Arjona, Jaén, 1948), «que cuestionan la versión oficial y saben que para entender qué ha ocurrido tan importante son los grandes personajes como los que aparentemente no lo son tanto». Después de 'Historia de España contada para escépticos', 'Historia del mundo contada para escépticos', 'La primera guerra mundial contada para escépticos' y 'La segunda guerra mundial contada para escépticos', el escritor continúa la serie escéptica con 'La revolución rusa contada para escépticos' (Planeta), el libro que recuerda el centenario del acontecimiento que cambió para siempre el mundo.

Eslava Galán cree que la revolución que llevó a los comunistas al poder en Rusia lo tiene todo para ser estudiada con interés: «movimientos de masas, lujo indecente de la aristocracia, el pueblo se muere de hambre y personajes peculiares como Rasputín o la zarina». Pero también unos secundarios de lujo, como el bailarín flamenco Juan Martínez, un burgalés que, huyendo de la Francia de la primera guerra mundial se marchó a la Rusia de los zares, porque «allí había cabarets y mucha gente rica».

«Martínez pensaba que iba a vivir estupendamente y huyendo de la sartén cayó en el fuego. Nada más salir de la estación de tren de San Petersburgo se encuentra con un policía clavado en una puerta», recuerda Eslava Galán, que ha recorrido los escenarios de la revolución, pero también otros lugares, como la Biblioteca Británica, donde Marx escribió 'El capital' y en la que cada mañana, todavía hoy en día, unos tipos siguen haciendo cola para entrar los primeros y sentarse en la silla en la que se sentaba el intelectual alemán, quizá para que la inspiración marxista caiga sobre ellos. Sin dejar de ser riguroso, estas anécdotas proporcionan al libro la amenidad que tanto gusta al autor y a sus lectores.

«El proceso fue un estallido imparable. Se había llegado a tal extremo de abuso que uno lo justifica plenamente. Pero toda gran causa queda manchada si se logra a través de un crimen», cree Eslava Galán. «Fue absolutamente innecesario asesinar a la familia real, bastaba con haberlos mandado al exilio de Inglaterra, como estaba previsto. Pero había que entender que Lenin quería vengarse después de que su hermano hubiera sido ahorcado y que matar al zar era algo simbólico contra los que aún apoyaban a la realeza», subraya el autor.

Hubo, eso sí, una oportunidad para la moderación. Pero los bolcheviques de Lenin, que eran una minoría pero más violentos que sus rivales, derrotaron a los mencheviques. «Si hubieran triunfado los mencheviques, la historia de Rusia hubiera sido diferente, quizá más europea», aventura Eslava Galán, que a lo largo del libro disecciona con precisión las dos almas que siempre se han atribuido al país: la europea, representada en el extremo por los zares, «que hablaban francés y bebían vinos galos», y la asiática, «con tremenda influencia del ritual bizantino», que desprecia la vida de los ciudadanos y convertía a los gobernantes en semidioses.

La religión del comunismo

Esta tradición deificadora ha seguido una línea desde los zares hasta la figura todopoderosa de Putin, pasando, por supuesto, por los dirigentes comunistas. «El comunismo es una religión y como corresponde a un líder religioso, Lenin era dogmático, intolerante, manipulador, cruel e indiferente al sufrimiento ajeno. No era el hombre de fácil trato que nos han vendido, ni siquiera un genio de la elocuencia», explica el autor.

La revolución rusa «puso patas arriba el mundo». «Y no solo por lo que ocurrió allí, sino porque los fascismos de Hitler y Mussolini surgieron como reacción de los plutócratas, que temían que se extendiera a otros lugares», destaca Eslava Galán. «También el Estado del bienestar encuentra su origen en la revolución rusa: por el miedo al comunismo, los que tienen el capital y las tierras han cedido parcelas de su poder», añade.

Un siglo después, algunos aún se siguen consideran herederos de la revolución rusa. «En alguna ocasión he escuchado a Pablo Iglesias declararse leninista», indica el escritor. «Que ataquen como lo hacen a la prensa, que es el único grupo que denuncia a los poderosos, es una señal muy clara de su pensamiento», certifica Eslava Galán.

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