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El profesor Juan Santaella, en su despacho de trabajo, rodeado de libros.
«La lectura es el fundamento de la educación»
ENTRE LIBROS

«La lectura es el fundamento de la educación»

Juan Santaella ha sido enseñante por vocación, político por responsabilidad, y siempre, librepensador por principios

JOSÉ ANTONIO MUÑOZ

Domingo, 9 de octubre 2016, 01:40

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Todos en la vida necesitamos alguien que nos ponga en órbita cuando nuestra brújula se deja atraer por campos magnéticos equivocados. Esos 'pepitos grillos' que aportan cordura en un mundo en el que parecemos habernos vuelto todos un poco locos, en diversos ámbitos: la política, la economía, la educación... Todas estas materias han sido objeto de estudio en la biografía de Juan Santaella. Y algunas, de práctica, a veces con los mismos duelos y quebrantos que comía su admirado Don Quijote de la Mancha los sábados. Siempre en un segundo plano, aunque oportunidades tuvo de sobra para pasar al primero. Y siempre, parapetado tras la verdad de sus libros, que han forjado su pensamiento y su carácter.

La biblioteca de su piso acoge la mitad de una colección que también se aposenta en Cúllar Vega, con un total de más de 4.000 volúmenes. Frente a su mesa de trabajo, un anaquel con tomos de grandes maestros: Poe, Benito Pérez Galdós, y un largo etcétera de autores amparados por la pasta en símil piel y el papel biblia de Aguilar. A sus espaldas, grandes firmas de la filosofía, la literatura y el pensamiento, comparten espacio con cómic tan llenos de contenido como el álbum de la película 'Up!', una emotiva enseñanza sobre el diálogo intergeneracional.

Santaella es un profundo conocedor del alma patria, y de los salvapatrias también. A ello le han ayudado sus lecturas, desde la primera, 'Lazarillo de Tormes': «Me divirtieron sus aventuras, pero inmediatamente me adentré en las contradicciones sociales que se ponían de manifiesto en la novela, y que se denunciaban explícitamente. La miseria moral y física que se muestra es algo de lo que no hemos terminado de librarnos», afirma.

En su casa de Tiena había tan pocos libros como pan en la del Dómine Cabra. Era un hogar de trabajadores cuyos hijos tuvieron el coraje, que no la suerte, de estudiar. Recuerda nuestro protagonista cómo leía el periódico en la barbería del pueblo a los mayores que no sabían leer, cuando tenía siete años, y cómo su voracidad lectora agotó el corto catálogo que aquel pueblo, tan cercano a Granada pero tan lejano en muchos aspectos, tenía.

La continuación de sus estudios en la capital de la provincia, merced a una beca rural, le colocó en el camino de la enseñanza, que junto con la literatura son sus dos grandes pasiones. Y ambas las unió cuando le tocó colocarse frente a los alumnos: «Trataba de atraerles hacia el terreno de la cultura, del pensamiento, haciéndoles ver las contradicciones que el mundo de hoy alberga. Y todas ellas están en los libros».

Sin barreras

Ese pensamiento complejo, porque el mundo lo es, surge de lecturas que no tienen barreras ni temporales, ni espaciales, ni temáticas. Van desde Jorge Manrique -de cuyas 'Poesías completas' alumbró una edición crítica en los albores del siglo- a 'La dama boba', que también estudió. Pero si hay un autor que le emociona, es el manco de Lepanto. Recuerda cómo «mis alumnos se extrañaban cuando a veces me emocionaba hasta las lágrimas explicando a Cervantes. Y lo que me emocionaba era la fidelidad a los ideales y los valores que emanan del personaje de Don Quijote».

Santaella conserva su voracidad lectora, aplicada a distintas ramas del pensamiento: filosofía, psicología, pedagogía, antropología, sociología, economía, teología... «Una vida sin libros no es una vida completa, porque las lecturas ensanchan la mente y ofrecen ejemplos de lo que es correcto y lo que no lo es. Porque en la vida, a pesar de lo que nos quieren hacer creer, no todo vale».

Y hablando de valores, es este un campo en que nuestro protagonista es experto. De hecho, su tesis doctoral, escrita con posterioridad al inicio de su carrera profesional, versa sobre la educación en valores. «Mi tribunal de tesis era uno de los más variopintos que se recuerdan: había literatos, pedagogos, psicólogos, filósofos...». Este dato ofrece una idea clara de su complejidad.

La educación en valores y los valores en la educación sugieren una pregunta: ¿Qué fue antes, el huevo o la gallina, la bajada de nivel en los enseñantes o en los enseñados? Se lo piensa, y responde: «La universalización, necesaria y justa, ha traído consigo una bajada del nivel educativo. No estudia ya quien quiere o quien puede, sino que todos tenemos la obligación de hacerlo. Cuando yo estudiaba Bachillerato, había dos institutos públicos, Padre Suárez y Ganivet, y dos o tres más privados. Hoy, en las clases se mezclan quienes quieren y quienes no quieren. Es una labor del profesor que el que no quiera, entienda al menos la importancia de lo que aprende. Y para ello, se necesitan los mejores profesores, los más preparados, no alumnos que salen rebotados de otras carreras porque no tienen nota para entrar en ellas».

Consentidos

No tiene pelos en la lengua, y también 'reparte' a los padres. «En muchos casos no están preparados para educar. Piensan que educar es evitarle disgustos al hijo. Y en cuanto los deseos de su hijo y su bien como alumno entran en colisión, desautorizan la autoridad del profesor. En este sentido, pienso que no son los alumnos quienes más han cambiado para peor, sino los padres».

Además, cree que el marco para la mejora del lenguaje no es el mejor, porque «el desarrollo tecnológico ha roto el discurso lingüístico. El empobrecimiento lexicológico del mensaje corto en el teléfono móvil es muy revelador sobre el nivel de amueblamiento de las mentes».

Juan Santaella ha encontrado por igual a sus profesores en las aulas y en las bibliotecas. Es lector de autores como Erich Fromm, Petrarca («me encanta su concepción del mundo, más que su poesía en sí misma»), los místicos, Fray Luis de León («su desasimiento de lo material es un ejemplo para este mundo del consumo»), Clarín, Galdós, Antonio Machado, Miguel Hernández (al fin y al cabo, él es viento del pueblo), María Zambrano (su obra 'Hacia un saber sobre el alma' es una de sus favoritas)... Reconoce el magisterio de Juan Carlos Rodríguez, que «ha gastado su vida enseñando»; de Giner de los Ríos, inspirador de un pensamiento libre y que empodera al ser humano... También ha encontrado hueco para pensadores y pedagogos como Roger Garaudy, Jean Piaget, Freinet, Habermas, Kant, Aranguren, Erasmo o Emilio Lledó, o economistas como Keynes o Tony Judt. «La lectura es el fundamento de la educación. Una buena lectura forma, informa e ilustra», afirma. Prefiere el ensayo a la prosa y la poesía, pero no le cierra las puertas a nada, a pesar de que «en España se editan muchos libros inútiles».

A propósito de esto, surge una cuestión: ¿dónde se pone de manifiesto con más crudeza la ausencia de lectura? «En todos lados. No voy a señalar a ninguno», dice sonriendo. Y así nos va, como pone de manifiesto esa eterna frase del Quijote: «Sancho, del cimiento de la necedad no se puede asentar ningún discreto edificio». Qué cierto es.

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