Edición

Borrar
Único retrato de Carmen Espejo, atribuido por la experta en pintura granadina del XIX Mª Dolores Santos a Manuel María Chacón.
Carmen Espejo, 'estro brillante' de las letras granadinas

Carmen Espejo, 'estro brillante' de las letras granadinas

La investigadora Amelina Correa culmina un estudio que recupera la memoria de una autora del XIX prácticamente desconocida hasta la fecha

Pablo Rodríguez

Domingo, 7 de agosto 2016, 00:47

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

A veces la vida es una cuestión de suerte y una concatenación de casualidades puede significar, por ejemplo, la diferencia entre el recuerdo y el olvido. Algo así le ha sucedido a la catedrática de la Universidad de Granada Amelina Correa, que acaba de culminar un estudio con el que perfila la existencia de Carmen Espejo, una activa escritora en la Granada literaria del XIX y de la que se conocían poquísimos datos hasta ahora.

El 'Diccionario de escritores granadinos', publicado por José Ortega y Celia del Moral en 1991, es la puerta de entrada a esta historia. Correa, sorprendida por la escasa atención dedicada a las escritoras, inició hace casi dos décadas la compilación de datos sobre la creación femenina en la provincia. El resultado fue 'Plumas femeninas en la Literatura de Granada, siglos VIII al XX', un libro editado en 2002 que rescataba la memoria de más de 200 escritoras de todas las épocas entre las que destacaba por sus poquísimas referencias Carmen Espejo.

La casualidad hizo que la luz iluminara las sombras diez años después. A través de una librería de viejo de Málaga, la investigadora se hizo en 2013 con uno de los libros de Espejo. Así llegó a sus manos 'Lucía', una novela editada en Granada en 1874. El volumen contaba aún con el 'exlibris' -sello de biblioteca- de su antiguo propietario, el abogado Antonio Serra y Morant, relator de la Audiencia de Granada a comienzos del siglo XX y una de las figuras de la ciudad entonces.

El descubrimiento de la primera obra de Carmen Espejo desembocó entonces en la publicación de un artículo sobre la autora en la revista digital 'La cueva de Zaratustra' a finales de aquel año. Se trataba de un pequeño perfil en el que la investigadora volcaba todos los datos conocidos hasta el momento: que la escritora había estado vinculada a Granada aunque se desconocía su fecha de nacimiento y defunción, que su actividad se había extendido en revistas literarias locales desde 1860 hasta 1901 y que 'Lucía' era la única novela escrita por ella de la que se tenía constancia.

La difusión en la red del artículo abrió otra puerta aún más sorprendente. La lectura del perfil en verano de 2015 por parte de Lourdes Álvarez-Castellanos Villanueva, tataranieta de la escritora, hizo que esta contactara con la investigadora. Su aportación ha sido clave para que Correa pudiera completar el retrato de una autora singular.

Hallazgos sorprendentes

El primero de los hallazgos de la investigadora es el lugar y la fecha de nacimiento de Carmen Espejo. La escritora nació en 1837 en El Puerto de Santa María. «Es una información que transforma por completo su biografía previa porque se creía que había nacido aquí», explica Correa.

La investigadora no tiene aún referencias concretas sobre la infancia de la autora, pero apunta a que fueron los lazos familiares, bien a través de su padre -funcionario de Hacienda de La Zubia- o su hermano, los que trajeron Espejo a Granada. «Tenemos constancia de que Salvador Espejo ejerció como cura-párroco de San Pedro, en el Albaicín, por lo que parece probable que este fuese el motivo que hizo que la escritora se trasladase aquí en una fecha indeterminada».

Como revela la investigación de Correa, la escritora se sumergió de lleno en los círculos literarios de Granada. Tres poemas suyos, en el estilo grandilocuente imperante en la época, aparecieron publicados en la revista 'El Liceo Granadino' en las ediciones de mayo, junio y julio de 1860. También otra de sus composiciones, 'Poesías', fue leída en la sesión extraordinaria que el Liceo Artístico y Literario dedicó al ejercito con motivo de las campañas militares en Marruecos.

Es a través de estas intervenciones literarias como conectó con algunas de las firmas más destacadas del momento. Espejo trabó amistad con autoras como Enriqueta Lozano, Dolores Arráez, Rogelia León o Eduarda Moreno, con las que compartió tertulias, y con Pedro Antonio de Alarcón o Antonio Joaquín Afán de Ribera, poeta al que se debe una de las más bellas menciones que recibió la gaditana. «Y la Carmen Espejo, estro brillante, / que lució, y apagóse en un instante», dijo de ella en su poema 'Siluetas'.

En 1864 definitivamente trasladó su residencia a Madrid. La escritora se sumergió en los ambientes intelectuales de la capital y colaboró en publicaciones como 'La Educanda', 'El Ángel del Hogar' y 'El Correo de la Moda'. «En estas revistas, de enorme éxito en la época y dirigidas directamente a un público femenino, Espejo publicó poemas como 'Las dos rosas' o 'La azucena y la siempreviva', composiciones con un fuerte trasfondo moral en las que se sirve de motivos florales para contraponer la virtud y el vicio», explica Correa.

El único retrato conocido

Es en esta época cuando la escritora se casó con Antonio María Piñar y Fonseca, administrador de la Casa de Medinaceli. A través de él conectó con Ángela Pérez de Barradas, duquesa de Medinaceli y figura muy apegada al mundo de las letras. Según explicó a Correa la tataranieta de la autora, «ambas trabaron amistad y es a ella a quien debe Espejo su pasión por la equitación».

Este dato, a priori secundario, resalta otro de los hallazgos importantes de la investigadora. Porque Correa ha descubierto el único retrato que se conoce de la escritora. El cuadro, identificado por María Dolores Santos, especialista en pintura granadina del XIX, a la mano de Manuel María Chacón, muestra a una bellísima Carmen Espejo vestida de amazonas. El lienzo permanecía en el desván de otra de sus tataranietas, Carmen Álvarez-Castellanos Villanueva, fuera del alcance de los pocos conocedores de la obra de la artista. «Lo curioso es que parece que ahora que conoce la historia de su tatarabuela lo ha colocado en el salón de su casa -cuenta con humor la investigadora-. Puede servir como metáfora de la rehabilitación que ha tenido la memoria de la escritora».

Espejo falleció en Madrid el 4 de noviembre de 1867 con apenas 30 años, de ahí la mención que Afán de Ribera hizo a su rápida carrera literaria. Sin embargo, su memoria no se perdió. A través de su hija, Carmen Piñar y Espejo, su producción llegó a manos del abogado Antonio Serra y Morant, propietario del volumen que ahora posee la investigadora y personaje indispensable en esta historia.

Serra fue una de las figuras de su tiempo. Ejerció como relator de la Audiencia de Granada y fue nominado hasta en cuatro ocasiones a los premios Nobel. Sin embargo su papel en la investigación es familiar. El abogado fue yerno de la escritora y es a él a quien se deben las diferentes colaboraciones que la escritora publicó en El Defensor de Granada y la revista Triunfo a comienzos del siglo XX. «Como marido de la única hija de Espejo, se encargó de que su obra perviviera a pesar de temprana muerte», asegura la investigadora.

El estudio de Correa, que pronto será publicado en medios especializados, devuelve la memoria a una artista necesaria para entender Granada y la cultura del XIX. «La vida de la mujer estaba enfocada a las labores del hogar y como autora no era tratada de igual a igual por los hombres, que habitualmente caían en la condescendencia -recuerda la investigadora-. Espejo no fue una de las grandes creadoras del siglo, no llegó a la corta de Rosalía de Castro o Pardo Bazán, pero sin duda alguna, su obra resulta interesante para aumentar nuestro conocimiento de una época muy fecunda para la literatura femenina y sintomática de las dificultades y condicionantes con que se enfrentaban las mujeres que querían escribir».

Y aún quedan secretos por resolver. Sus descendientes hablan de un libro de firmas de Espejo que podría estar en manos de alguna de las otras ramas de la familia, un volumen que habitualmente se tenía en las casas de los escritores de la época y en la que dejaban su testimonio las amistades que la visitaban. «Con los lazos que tenía ella con artistas granadinos y madrileños de entonces, ¡quién sabe lo que podría haber ahí!», se pregunta misteriosamente Correa. Habrá que esperar a otra casualidad para saberlo.

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios