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Reynaldo Fernández, en su casa del Albayzín, con un libro de partituras en árabe.
«Los libros han sido piezas para construir el puzzle de mi vida»

«Los libros han sido piezas para construir el puzzle de mi vida»

Con doce años, descubrió a través de filósofos como Hegel o Bertrand Russell que había un mundo más allá de lo cotidiano

JOSÉ ANTONIO MUÑOZ

Domingo, 1 de mayo 2016, 01:17

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La casa de Reynaldo Fernández Manzano en el barrio del Albayzín tiene su entrada arriba y se derrama en dirección al paseo de los Tristes. Blanca por fuera, con un patinillo desde el que se entra al rincón donde tiene lugar nuestra charla. Un rincón que, sin embargo, no es el único donde la letra impresa asienta sus reales. Y es que escaleras, salas, y pasillos, acogen una cantidad variable de volúmenes propiedad de quien hoy es director del Patronato de la Alhambra y el Generalife.

Fue Reynaldo primero un oyente atento, que no un lector pasivo, de los cuentos que le leían sus padres. Muy pronto se despertó en él el deseo de ir más allá de este papel para tomar el de protagonista, uno de los pocos que ha buscado en su vida, teniendo en cuenta su natural timidez y su amor al trabajo paciente, sin alharacas. Con cuatro o cinco años ya recuerda haber leído a los Hermanos Grimm, y haber empezado a crear sus propias narraciones tras no mucho tiempo después, una costumbre que ha mantenido con su hija. «Crear a medias es una forma muy enriquecedora de crear, y poner en pie una historia donde tú mismo o con otra persona decides desarrollo y final, o finales, es muy divertido», comenta.

Su colección privada empezó a gestarse a los doce o trece años, de una forma harto inhabitual: con libros de filosofía. Preguntado por esta particularidad, afirma que «la 'Lógica' de Hegel, las obras de Kant, Platón, Aristóteles, Wittgenstein o Bertrand Russell me atraían, precisamente porque no era capaz de entenderlas del todo, lo cual espoleaba mi curiosidad y retroalimentaba mi afán de saber».

Quizá por eso, uno de los libros que más haya releído sea 'Los principios de la matemática', de Bertrand Russell. En su sempiterno afán por ir más allá de la letra, interpreta que «una persona que se dedica un año entero a encerrarse en su casa de campo para pensar sobre el cero y el infinito, lo cual podía parecer un lujo asiático, pero cuyo pensamiento se ha convertido en imprescindible para entender el mundo en que vivimos, es alguien que solo por ese gesto, merece ser considerado».

Imbuidos por la prisa

Y va más allá: «Andamos de un lado para otro, sin tiempo para pensar, y hay que pararse, porque si no pensamos, no seremos más que piezas de una dinámica destructiva, que nos coloca a merced de la corriente. La sociedad se permite cada vez menos el 'lujo' de pensar, porque cada vez leemos menos obras que nos llenen».

A la hora de escoger sus lecturas, se decanta por los ensayos y los libros de Historia, un saber en el que se doctoró en 2012 gracias a una tesis sobre las músicas de Al Andalus. Y es que su condición de historiador ha acabado confluyendo con el paso de los años con la de músico, que desarrolló igualmente desde una edad muy temprana.

Como medievalista, su biblioteca y él mismo reivindican un periodo en ocasiones tachado de oscuro, pero que no lo fue en absoluto. «La corte de Carlomagno es el germen de la Europa actual y de la Unión Europea; la del Califato consolida la cultura de Al Andalus como propia, el Imperio Bizantino es un foco cultural de primer orden, y todos ellos han sido muy estudiados y se ha escrito mucho sobre ellos. Recomiendo que se lea sobre este periodo para echar atrás muchos lugares comunes injustificados».

En aquella época los libros eran un lujo. ¿Lo son también hoy? «Estamos acostumbrados a una información superficial, de acceso fácil. Los libros nos permiten profundizar en materias en las que las fuentes de masas no ahondan. La información en internet es un gran avance, pero no es la panacea», dice.

Su padre, Antonio Fernández Moreno, era escritor -firmaba como Talismán-, y una parte de su biblioteca procede de su legado. «Hay muchos libros de filosofía y de poesía. Tenía algunos títulos de Vicente Aleixandre que leí con placer siendo muy joven, me impresionó mucho su lenguaje».

Su colección se reparte entre el Albayzín y Huétor Santillán, y se aligera con frecuencia a través de donaciones que van a parar a la biblioteca de Santa Fe y al Centro de Documentación Musical. Precisamente, conserva ediciones musicológicas del CSIC editadas en los años 40, hoy auténticas rarezas, sobre temas como las Cantigas o la música en tiempo de los Reyes Católicos, facsímiles de partituras...

«Los libros han sido las piezas que han construido el puzzle de mi pensamiento y de mi vida», confiesa el director del Patronato de la Alhambra. «Tú puedes tener una mente preclara, incluso inventar la pólvora, pero sin esa base es más difícil», asegura. «Pero no todos los libros son interesantes, hay algunos que solo hacen perder el tiempo», acota. De su etapa de aprendizaje en París con Rafael Puyana, se trajo un buen número de ediciones musicales raras, en francés y en árabe. Ahora, lee mucho sobre arquitectura y conservación del patrimonio, y con especial atención, las ediciones abanderadas desde el Patronato que dirige. Y sigue mirando al futuro.

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