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La francesa Fred Vargas vuelve a las librerías con ‘Tiempos de Hielo’.
Fred Vargas rompe su silencio

Fred Vargas rompe su silencio

La reina de la novela negra europea regresa con su personaje más carismático

Antonio Paniagua

Sábado, 10 de octubre 2015, 07:21

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Tras cuatro años de silencio, Fred Vargas vuelve a las librerías con una compleja intriga protagonizada por su personaje fetiche, el comisario Adamsberg. La autora francesa, historiadora, arqueóloga e investigadora durante un tiempo en el Instituto Pasteur, se ha convertido en una de las autoras más famosas de novela negra en Europa y su obra ha recibido varios premios, ha sido traducida a un gran número de idiomas y llevada al cine y la televisión. Ahora retorna a la arena editorial con Tiempos de hielo (Siruela), un nuevo caso de comisario Adamsberg.

Tres asesinatos con apariencia de suicidio, una sociedad secreta vinculada a Robespierre, un trágico viaje a Islandia y un policía con una intuición prodigiosa dispuesto a desentrañar el enigma. Estos son los elementos que utiliza Fred Vargas para sorprender de nuevo a sus incondicionales.

Cuando la señora Gauthier, una jubilada y respetable profesora de matemáticas, aparece muerta en su bañera, todo parece indicar que se trata de un suicidio. Caso resuelto. Sin embargo, un detalle llama poderosamente la atención del policía encargado del sumario. Se trata de un incomprensible y extraño signo trazado con meticulosidad en el lugar del suceso. No es una H. La barra es claramente oblicua, asciende con firmeza hacia arriba. Y no es una firma. Es la reproducción fiel de un signo, de una sigla.

Decidido a aclarar las razones ocultas que pudieran esconder aquella muerte y aquel dibujo, el policía contacta con el comandante Danglard especialista en descifrar mensajes similares, y por ende con su superior en la Brigada Criminal de París, el comisario Adamsberg. Muy pronto se descubrirá que el aparente suicidio no es el único; hay dos personas más muertas en similares circunstancias, y hay un hecho sorprendente y desconocido que las une. Las víctimas formaron parte, diez años atrás, de una expedición a un remoto islote de la costa islandesa que acabó de forma trágica. Allí ocurrieron crímenes que en su momento quedaron impunes, y que ahora, diez años después, parecen ser el origen de la actual oleada de supuestos suicidios.

Caminos que se entrecruzan

Adamsberg deberá bucear en los recuerdos, miedos e inquietudes de los testigos de aquel viaje para comenzar a unir las piezas de un juego que termina por ser mucho más macabro de lo que parecía en un principio.

Poco más se puede y se debe contar de la trama de esta novela. El lector tendrá que transitar sin guía ese universo plagado de pistas y caminos que se entrecruzan, y llevar a cabo un trabajo paciente de deducción similar al que realizará el propio protagonista.

La vuelta del comisario Adamsberg es, sin duda, uno de los alicientes de esta nueva novela de Vargas quien, al contrario que Agatha Christie o Conan Doyle, afirma no haberse sentido nunca rehén de su protagonista, incluso confiesa no comprenderle demasiado bien, lo que la obliga a seguir estudiándolo. Esta arqueóloga apasionada aprovecha sus amplios conocimientos de historia para complicar la trama con conexiones inesperadas. En este caso, la aparición de una sociedad secreta de seguidores de Robespierre que será la clave de todo.

Porque una de las cualidades más originales y apreciadas de Vargas es la forma en que desarrolla la intriga, como si fuera dibujando garabatos sin sentido que van tomando forma, que se van definiendo, un juego de círculos concéntricos que se cierran, se concretan y se aclaran poco a poco hasta que el lector llega al centro neurálgico de la historia sin apenas darse cuenta.

Vargas crea un curioso microcosmos, el de la comisaría de policía, donde los más brutos son también amables, donde los tontos son simpáticos, los intelectuales son débiles y los jefes están llenos de dudas. Como todo buen escritor de novela negra, lo fundamental de la obra de Vargas es ese microcosmos de personajes inimitables. Adamsberg, con su intuición; Danglard, el académico loco por la historia y lo esotérico.

Y, por supuesto, el misterio. En cada uno de sus libros, Vargas abre la puerta a algún aspecto poco conocido de la Historia, la Geografía o la mitología. En este caso, el escenario parisino comparte la acción principal con un islote islandés y sus afturgangas, espíritus de los muertos de la mitología islandesa. Y compartiendo protagonismo con ellos, la figura por muy conocida no por ello menos extraña de Robespierre y su reino del terror. Elementos aparentemente disparejos que esos círculos concéntricos de las tramas de Vargas terminan por aunar.

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