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Henning Mankell.
Henning Mankell: «Moriré de esta enfermedad»

Henning Mankell: «Moriré de esta enfermedad»

En 2013 supo que padecía cáncer. Desde entonces, este 'best seller' sueco, famoso mundialmente por su serie de novelas policiacas, planta cara a la enfermedad. Conversamos con él sobre el miedo a desaparecer, las despedidas y cómo aprovechar la mayor oportunidad que se nos brinda: "brillar en nuestra vida"

Stephan Draf / xl semanal

Lunes, 5 de octubre 2015, 12:39

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"Me quedaba tumbado en la cama, hundido en un abismo profundo. Necesité 14 días para dominar mi angustia. Hasta que, por fin, pensé: 'Vuelvo a tener el control. Vuelvo a tener fuerzas para defenderme'".

Así recuerda Henning Mankell aquellos terribles días del invierno de 2013, cuando recibió una noticia terrible: padecía cáncer de pulmón con metástasis en la nuca. Desde entonces este escritor, conocido en todo el mundo por su serie de novelas policiacas protagonizadas por el inspector Wallender, le planta cara a la enfermedad. En su último libro, 'Arenas movedizas' (Tusquets), exorciza sus temores invitando al lector a un paseo de urgencia por su vida y por la de toda su generación. «El título me pareció la imagen perfecta: Arenas movedizas. Ese sentirse arrastrado hacia el abismo, el agitarse inútilmente. La impotencia». De todo ello hablamos con él.

XLSemanal. Señor Mankell, ¿cómo se encuentra?

Henning Mankell. Bien. Bueno... sí, bien. Es el segundo año de enfermedad, y los médicos me han prometido mantenerme vivo. La verdad es que moriré de esta enfermedad crónica. ¿Cuándo? Nadie lo sabe. No tengo dolores, a veces hasta se me olvida lo enfermo que estoy. Mi aspecto sí ha cambiado.

XL. ¿En qué fase del tratamiento se encuentra?

H.M. La primera quimioterapia funcionó muy bien. También he probado otras cosas, me han dado unas radiaciones bastante potentes. Ahora estoy en una fase de tranquilidad. El equipo médico que tengo es estupendo, dedica dos días al mes a ver qué otros tratamientos podrían aplicarme. Veo a mi médico una vez al mes. Hablamos 15 minutos sobre resultados de pruebas. Y luego: ¡música! Es pianista, disfruto mucho con esa parte de la conversación, y creo que él también.

XL. Al principio de la quimioterapia le lloraban los ojos cuando quería leer. ¿Ha mejorado ese aspecto?

H.M. Sí, todo vuelve a ir bien. El problema no eran las lágrimas, es que no podía mantener los ojos abiertos. Nunca se sabe qué efectos secundarios van a aparecer. Le mentiría si le dijera que leo uno o dos libros al día, pero la cosa va mejor.

XL. ¿Qué pensó cuando le comunicaron el diagnóstico?

H.M. Era la Nochevieja de 2013. Sentí una rigidez en la nuca y no mejoraba con los días. Así que el 8 de enero me fui al médico. Me mandó unas radiografías. Y me volvió a llamar a las dos horas. En ese momento presentí que lo que tenía no era una lesión pasajera. El médico me dijo, con toda tranquilidad, que habían localizado un tumor en los pulmones y metástasis en las cervicales. ¿Qué es lo que recuerdo? Era invierno, hacía frío, era un día desapacible. Mi mujer y yo volvimos a casa en taxi. En un cruce vi a una niña pequeña, de seis o siete años, saltando tan feliz en un montón de nieve. Pensé que yo había hecho lo mismo muchas veces. Y que ahora ya no lo haría más. Que ahora solo saltaría ella. Que mi vida acababa de cambiar radicalmente, para siempre.

XL. ¿Cómo lo pasó su mujer?

H.M. Fue lo suficientemente inteligente como para no hablar mucho al principio. Ella también tenía que descubrir qué significaba mi enfermedad, qué representaba para ella. En una pareja, si uno tiene cáncer, lo tienen los dos. Luego aprendimos a hablar del tema. No hacerlo habría sido lo peor, ya lo había vivido con amigos: ese silencio mortal que cae sobre una casa... (Más información en XL Semanal)

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