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Portada del libro.
Carmen Sanz gana el Premio Nacional de Historia

Carmen Sanz gana el Premio Nacional de Historia

La profesora arroja luz sobre los préstamos a la Corona de Felipe IV, cuyos mecanismos eran "extremadamente complejos"

Antonio Paniagua

Jueves, 13 de noviembre 2014, 12:45

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La profesora Carmen Sanz Ayán (Madrid, 1961) ganó hoy el Premio Nacional de Historia por su libro 'Los banqueros y la crisis de la monarquía hispánica de 1640'. Para el jurado, la obra representa una "diagnosis extraordinaria sobre la problemática económica y social de la España del siglo XVII, con muy sugerentes reflexiones culturales que la autora, gran experta en el teatro del siglo de Oro, conoce muy bien". Para la experta, desde finales del siglo XV se puede hablar de la existencia de una "primera globalización", que cobra todo su sentido con la monarquía católica, como se llamaba entonces al imperio hispánico de los Habsburgo. No todo el capital que financiaba a la Corona procedía de los galeones cargados de plata de las Indias. Al lado de estas remesas, un importante flujo financiero provenía de los grandes banqueros, que apuntalaron la hegemonía española y sufragaron las necesidades bélicas del rey, a costa de un crecimiento gravoso de la deuda pública. Más que los metales preciosos de ultramar, fueron las rentas castellanas las que sustentaron la hacienda pública.

Sanz, catedrática del departamento de Historia Moderna de la Universidad Complutense de Madrid y miembro de la Real Academia de la Historia, es la tercera mujer que se adjudica el reconocimiento en los 34 años de vida que tiene el premio. La primera en obtener la distinción fue Carmen Iglesias, seguida por Isabel Burdiel.

El objetivo de la investigación era analizar la influencia de los agentes financieros en la grave crisis política que sufrió la monarquía en la década de 1640. Felipe IV dependía de los grandes banqueros internacionales para mantener su primacía en el mundo, en un contexto convulso, con movimientos secesionistas en Cataluña y Portugal, una guerra con los Países Bajos que se prolongaba en exceso, un conflicto con Francia, que entonces estaba en pleno apogeo, y constantes y virulentos disturbios en Nápoles y Sicilia

"Entonces los agentes financieros se dieron cuenta de que no era posible presionar a la monarquía ad infínitum. Las monarquías no tenían en aquel tiempo más remedio que endeudarse, pues poseían un sentido patrimonial de la conservación de sus territorios", dice Sanz. Así pues, el galopante endeudamiento dio lugar a una mayor presión fiscal, la cual a su vez se tradujo en un malestar que, a veces, se materializaba en levantamientos. "En ese juego de equilibrios la monarquía aprende por la fuerza a sobrevivir", arguye Sanz.

Movimimientos secesionistas

Aparte de las sublevaciones que buscaban la secesión en Cataluña y Portugal, Felipe IV tuvo que afrontar la reanudación de la Guerra de los 30 años, después de una tregua de 12. Los hombres de negocios, en su mayoría banqueros genoveses y judíos conversos portugueses, mantuvieron a flote a la monarquía gracias a sus créditos. Con todo, la Corona podía congelar el pago de la deuda, pero su objetivo último era renegociar las obligaciones para sufragarlas en un plazo mayor de tiempo en virtud de un acuerdo con los acreedores. "Los intereses de los préstamos de los financieros crecieron exponencialmente en la medida que no se abonaban los plazos a tiempo. Con la primera suspensión de pagos de Felipe IV, el consorcio genovés es desplazado por los banqueros portugueses, a quienes no perjudicó la caída del valido, el conde-duque de Olivares.

"Los mecanismos que regulaban los prestamos podían llegar a ser extremadamente complejos y perjudicar los intereses de la monarquía", argumenta Sanz. La naturaleza de los banqueros del siglo XVII dista mucha de la imagen que tenemos de los actuales. Los prestamistas portugueses tenían diversificado su negocio, de modo que la monarquía hispánica era uno más de sus clientes. Sus intereses eran heterogéneos, de suerte que las ganancias de los financieros lusos se extendían a América y se nutrían también del tráfico de esclavos. Jorge de Paz Silveira, Duarte Fernández y los Piquinoti representaban los grandes hombres de negocios de la época. Su ascendencia sobre la monarquía de Felipe IV estaba tan arraigada que solo estas tres firmas acumulaban el 50% del crédito negociado en la década de los cuarenta.

El poder de los judíos portugueses convertidos al cristianismo era de tal calibre que escaparon al celo de la Inquisición. Por añadidura, su dominio sobre los resortes de la financiación les abrió las puertas de la Administración, donde coparon puestos importantes.

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