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El pianista Juan Carlos Garvayo, durante su interpretación.
Reencuentro de Alfredo Aracil con Granada

Reencuentro de Alfredo Aracil con Granada

La ópera sin voces 'Siempre/todavía' contó con el piano de Garvayo, los poemas e imágenes de Corazón, la realización de Escudero y la música de Aracil.

JOSÉ ANTONIO LACÁRCEL

Miércoles, 22 de junio 2016, 02:34

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El Centro Federico García Lorca acogió anoche la presentación estreno en Granada de la obra de Alfredo Aracil 'Siempre/todavía'. El autor la define como una ópera sin voces porque hay un sentido del movimiento, la imagen siempre está presente y esa imagen alcanza una movilidad y una dimensión especialmente dinámica. Y existe un texto, para ser exactos varios textos, que van dibujando una idea que va a servir de hilo conductor a toda la obra. Los ingredientes están prestos, luego no parece tampoco demasiado descabellado llamarla ópera sin voces, y la música nos llega a través del piano, hermanándose de forma muy afortunada con la imagen y con la palabra que se leerá pero que nunca se escucha.

Alfredo Aracil se encuentra en plena madurez personal y artística. Es un músico con un alto nivel intelectual. Es un hombre reflexivo y sus reflexiones, sus sentimientos, la elaboración de su pensamiento estético acaba viéndose reflejada en su música. Pienso que Aracil es un artista grande, nada autocomplaciente, muy exigente consigo mismo, pero entregado de lleno a su quehacer.

Sólida formación

Músico de sólida formación, intenso e incluso apasionado a pesar de ese carácter reflexivo o quizá por eso mismo. No creo que su música pueda dejar indiferente a muchos. Podrá gustar más o menos pero está ahí en toda su intensidad, en toda su crudeza, como producto de una creatividad que viene de unos serios planteamientos intelectuales que irá desarrollando. Las palabras que aparecen en la pantalla, los versos, los pensamientos, se convierten en música gracias al talento y la capacidad creativa de Aracil.

Para mostrarnos esta obra, para transmitírnosla, ha utilizado un lenguaje directo, sin la menor concesión a la frivolidad, sin dejarse llevar por lo fácil. Ha escogido un camino difícil pero muy auténtico. Su intensa formación musical, su profundo conocimiento de los grandes del siglo XX nos lleva a buscar referencias en Satie o en Messiaen, pero hay que señalar que Aracil compone una obra tan personal, tan auténtica que las referencias están más en la imaginación de buena parte del público que en el ánimo del compositor.

Aracil una vez más ha sido fiel a sí mismo y ha ofrecido una obra densa, difícil, hermosa, una obra que precisa de la realización multimedia, que se apoya en unas imágenes y en los versos pensamientos de Alberto Corazón; pero esos versos son dichos también con la sutil utilización del teclado. Ha aunado el lenguaje de la palabra escrita, el lenguaje de la imagen con el lenguaje del sonido, con el sonido música que envuelve toda la obra y que se hace carne con ella. Una hermosa obra, un producto intelectual y pleno de dimensión artística, con una mirada esperanzada al futuro, al presente y con un emocionado homenaje al pasado. Se unen conceptos por lo que Aracil nos dice que es siempre y que es todavía. Significativa es la imagen que nos muestra al escriba sentado, y los versos de Corazón y la música que fluye casi de forma espontánea. Antes de terminar este comentario quiero dejar bien claro la gran y dificil labor del pianista motrileño Juan Carlos Garvayo. La suya es una aportación decisiva al éxito de esta importante obra.

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