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José E. Cabrero
Sábado, 5 de julio 2014, 01:44
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Hubo un árbol que fue tuyo en el que una vez pudiste vivir. La tierra olía a mojado y el sol achicharraba a las chicharras que cuchicheaban en charcos. Era verano, el reino de los que entregaron las notas y olvidaron la educación: salvajes que corrían descalzos, luchaban con espadas de madera y surcaban caminos imposibles con bicicletas de manillares torcidos. Ese era tu verano. El nuestro. Conquistadores deseosos de protagonizar aventuras que luego sobrevivieran a todos los inviernos del mundo. ¿Quién no quiso construir su propio castillo para ser rey...?
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