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Albert Boadella.
«Le crucé la cara a Jordi Pujol hijo»

«Le crucé la cara a Jordi Pujol hijo»

«Me afilo la dentadura al pensar en Trump», dice el actor y director, que sube a las tablas con 'El sermón del bufón'

Miguel Lorenci

Lunes, 6 de marzo 2017, 18:03

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Lleva casi seis décadas en el teatro, pero Albert Boadella (Barcelona, 1943) no se subía a las tablas desde 1975. Con 73 años salta en solitario al escenario de los Teatros del Canal, que ha dirigido durante casi ocho años, para dar lo mejor de sí como bufón. Repasa su carrera y sus avatares vitales en un corrosivo monólogo. Habla de Juan Carlos I, de Pujol y Cataluña, del poder y sus ejecutores, de sus maldades y alcantarillas. De un sinfín de episodios de nuestra historia reciente. Pero «si pienso en dedicarle una pieza a Donald Trump se me afila la dentadura», dice este vitriólico cómico que ve a Cataluña «atrapada en la paranoia» y que hoy confesó cómo tuvo que abofetear a Jordi Pujol hijo.

El vástago del «capo mafioso» era su alumno en el curso de expresión que Boadella impartía «en una academia muy pija». Pujol hijo era «un alumno insoportable», nada aplicado «y con ganas de armar jaleo», según Boadella, que le llamó al atención en varias ocasiones sin lograr que Jordi junior se atuviera a razones. «Váyase de la clase le dije», explica hoy divertido. Lejos de hacerle caso, Pujol se encaró con Boadella «y tuve que cruzarle la cara. Darle dos cachetazos: zas, zas», explica con un expresivo gesto. «Sé que hice algo por lo que hoy me llevarían a la cárcel, pero creo que le tendría que haber pegado más fuerte», añade risueño.

«Para los titiriteros es una suerte tener dirigentes tan ridículos como Trump. Lo malo es que para los ciudadanos es una putada», reconoce este histrión curtido en mil polémicas y que regresa su papel más afilado en 'El sermón del bufón'. «Lo que nos mueve en el espectáculo es la maldad, los personajes sórdidos, los malvados, y ahí está Hitler como paradigma, que hay que ver cuánto ha dado de sí», señala. «Los artistas somos como cuervos que nos aprovechamos de las calamidades que sufre la sociedad. La maldad es enormemente teatral, la bondad no vende», asegura.

Aferrado a su incombustible sentido del humor, desdobla en escena su personalidad entre Albert y Boadella, esto es, «entre el niño y el viejo artista, entre el indómito y el cívico, entre el histriónico y el reflexivo». «Soy un actor con 56 años de trayectoria y con cosas que decir que no son tópicos», se reivindica el fundador de Els Joglars. Asegura haber llevado «una vida de novela, con cárcel, fuga, consejo de guerra, exilio, rifirrafes con la tribu en la que nací» y recuerda que fue «cofundador de un partido político, entre otras muchas cosas». «Son una memorias en escena», resume una propuesta que ha agotado ya todas las entradas para las cuatro funciones que ofrece a partir del día 8 «subido al púlpito de la incorrección política».

Autoexilado de Cataluña con la subida de la fiebre independentista, cree Boadella que el pueblo catalán está «atrapado por la paranoia, que es la patología más fácil de inocular». «En Cataluña unos desvergonzados han jugado con los sentimientos de arraigo de la gente y han inducido la paranoia contra España que ha funcionado», lamenta. «Ahora es un conjunto de enfermos mentales sumidos en esa paranoia, como ocurrió en Alemania en los años treinta», aventura. «Entonces convirtieron a una sociedad culta en una sociedad despreciable que llegó a los límites a los que llegó. Que los catalanes estén paranoicos con el resto de españoles no tiene justificación ninguna», diagnostica.

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