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Miguel Ángel Hortal, Galería Granada Capital
Galerías en peligro de extinción

Galerías en peligro de extinción

La crisis económica y el cambio de mentalidad de la sociedad respecto al arte ahoga a la industria local, que ha visto cómo importantes referentes han tenido que bajar la persiana

Pablo Rodríguez

Lunes, 18 de julio 2016, 00:05

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Granada siempre fue una ciudad enamorada del arte. No era una etiqueta localista más, era una realidad que se podía comprobar de manera palpable. A pesar de poseer un nivel adquisitivo inferior al de otras capitales andaluzas, los granadinos disfrutaban de un relativo número alto de galerías en la que adquirir (y vender) obras de importantes artistas locales, nacionales e internacionales. En aquellos años dorados, las compras no se limitaban a las élites locales. Incluso muchas familias de clase media tenían entre sus miembros a coleccionistas y enamorados del arte que, al menos una vez al año, pasaban por las galerías y se llevaban consigo una pieza.

Aquellos buenos tiempos han quedado atrás. De aquel fuego apenas queda hoy un rescoldo que no sirve para calentar el mercado del arte local. La industria lleva muriendo lentamente desde el comienzo de las crisis y en estos momentos, casi una década después, se encuentra en verdadero peligro de extinción.

La hecatombe se puede percibir más allá de las frías cifras. Galeristas de la tradición y el calibre de Francisco de la Aguada, Sandunga, Yolanda Rojas o Jesús Puerto, gente que expuso en sus locales a muchos de los más importantes artistas de las últimas generaciones, tuvieron que cerrar sus negocios al comienzo de la crisis. Y no fueron los únicos. Otros tuvieron que seguir su camino y abandonar la profesión. El último, el Rincón del Arte, que bajó la persiana hace unos pocos meses.

Solo un puñado de galerías resiste en Granada. Como los galos de Astérix y Obélix, sus dueños se han convertido en el último vestigio de una tribu atenazada por unos 'romanos' a los que ellos señalan de manera unánime: la prolongada crisis económica y el cambio de mentalidad de la sociedad respecto al arte.

El dinero no ha volado, aseguran. Sigue estando ahí en los bolsillos y las cuentas de los acaudalados. Pero es el temor a un nuevo descalabro el que los tiene ahí bien resguardados. Los granadinos que antaño compraban en las galerías temen el gasto de aquello que ahora consideran secundario. «El arte no es un bien básico; no es comida o ropa, en sus mentes es prescindible. Granada siempre ha sido una ciudad con tendencia a asustarse ante cualquier cosa y la gente de aquí se asusta muy rápidamente si cambian las circunstancias económicas», explica Miguel Ángel Horal Marcos, dueño de la Galería Granada Capital.

Desde su atalaya en Gran Vía, el decano de los galeristas granadinos lleva 32 años observando la transformación del mercado del arte. «Sí, tuvimos una época muy buena. La gente compraba piezas de manera más habitual que ahora y Granada era una ciudad que entendía de arte. Aunque es verdad que siempre estábamos en la cuerda floja, entonces estábamos menos apretados que ahora», recuerda.

Ahora todo ha cambiado y la radiografía que Hortal hace es demoledora: «Estamos pasando momentos de crisis continuada. No se nota un cambio en los últimos años, noto que va a peor. Cambia las tendencias y la economía y esto influye en que la gente no gaste en arte, especialmente el granadino». El comprador local, antaño de una gran fortaleza, ha dejado su espacio al extranjero. «No me cuesta admitirlo, vivimos de la gente de fuera que pasa por el escaparate, se enamora de una obra de arte y se la lleva», confiesa Hortal.

No es solo una cuestión económica. Al temor por el contexto actual se suma también una depreciación de la cultura, y con ella del arte. «La cultura ya no se valora como antes. Vivimos en un mundo de gente con prisa en el que no se aprecia lo suficiente el arte. Más allá de lo material, una obra de arte aporta una serie de valores intangibles que el nuevo público no es capaz de ver y es una lástima», concluye.

Crisis del público y del artista

Tanto la radiografía como la disección de los compradores de Hortal las comparte Annabella Gorlier, socia de Cartel. La galería de la calle Pedro Antonio de Alarcón, con una de las trayectorias más dilatadas de la provincia, murió y resucitó durante la crisis. La mala situación económica se llevó por delante a uno de los puntales del mercado del arte de la provincia.

Cartel estuvo en los infiernos hasta que Gorlier la rescató en febrero de 2015. Asociada con Manuel Ortega, la artista subió de nuevo la persiana de la galería y le imprimió un nuevo estilo. «Personalmente, me ha resultado fácil la forma en que se han encadenado las propuestas expositivas y los talleres con los alumnos. Han sido momentos muy interesantes», explica.

Su modelo, que va más allá de la mera exposición y busca sumergir al público en la galería a través de talleres con artistas, no ha funcionado como debía. Ella misma lo reconoce. «A nivel económico, es más que imposible mantener una galería». Para Gorlier, las causas son múltiples y coinciden con las que señala Hortal. «Tenemos una crisis general de los funcionamientos económicos que han paralizado las compras. Si esto ya es un problema en otros sectores, imagínate al trasladarlo al cultural. Aparte está la sociedad, muy enfocada a la productividad y la rentabilidad, que ha abandonado la cultura. No es una cosa solo de las instituciones, el público también es responsable. El público está cada vez más vacío y se llena con 'entertaiment'», asegura.

Pero va más allá. Para la responsable de Cartel, el propio ámbito de la creación artística está en crisis. «La propuesta tampoco es fuerte. Los mismos artistas están acojonados y no tienen nada que decir. Muchos lo único que quieren es ganar dinero. Esto es inviable. Las condiciones meteorológicas para que se dé el arte no están, simplemente no están», confiesa. A pesar de la decepción, la esperanza sigue viva para ella. «La situación económica y el público no acompañan, pero como todo es paradójico, sigo confiando en que verdaderamente a través del arte es donde se puede hacer algo diferente, volver a hablar de las libertades y concienciarnos de que estamos fatal todos», apunta.

Mercado online

Aunque la mala situación del mercado es una denuncia generalizada, algunos galeristas han encontrado un punto de apoyo en la venta online. Es el caso de Milenium Gallery. La sala de la calle Puentezuelas, dirigida por Alberto López, apostó desde sus inicios por lo digital. «Pensábamos que era una oportunidad de alcanzar a un público que es amante del arte y que lo valora en su medida», explica su dueño.

Hoy en día, un gran porcentaje de sus ventas se realizan en la web. El público es muy diferente y no responde a un perfil concreto, aunque prima el comprador ajeno a Granada. «Es cierto que noto que el coleccionista de fuera es más fuerte. Hay gente que nos compra arte sin ni siquiera ver la obra en vivo, lo hacen desde una pantalla de ordenador. Hemos enviado obras a Estados Unidos, Italia, Australia... Son gente que compra con la alegría que se compraba antes».

La visión de López es más positiva que la de otros compañeros. Él no habla de crisis económica, sino de crisis de pánico. « El dinero no se ha esfuamdo, sigue estando ahí. Solo tienen que venir tiempos más seguros para que la gente se dé cuenta que el consumo es positivo. Es una ley básica en economía, estoy seguro que vienen tiempos positivos...», concluye con optimismo.

Los jóvenes y el arte

Ceferinoo Navarro, uno de los galeristas con mayor trayectoria de Granada que resisten, prefiere poner el acento en el cambio que el público ha vivido. Para él, dueño de la galería que lleva su nombre en la calle San Matías, la transformación de la concepción del arte es clave para explicar la profunda crisis que afecta al sector. «El joven tiene una visión de arte diferente a la del coleccionista más maduro. El comprador de hace unos años era un coleccionista que acumulaba obras en casa. Ahora los jóvenes se interesan por el arte de una manera diferente, menos idealista. Compran una o dos piezas de considerada importancia pero no para acaparar una colección sino para decorar», señala.

En lo que coinciden todos es la petición de ayuda al gobierno. Navarro, Gorlie, López y Hortal no reclaman ayuda directa -no queremos ser un sector subvencionado- sino facilidades tributarias para fomentar la compra y evitar la extinción. «Si solo cumplieran sus promesas y facilitaran la degravación del arte, como se hace en muchos otros países, la situación mejoraría inmediatamente. El arte sigue fascinando a la gente, aunque sea de una manera diferente».

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