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Vista de la ciudad fortaleza, corte del reino nazarí de Granada.
¿Por qué lloró Boabdil?

¿Por qué lloró Boabdil?

La Alhambra es el monumento más visitado de España: 2,5 millones de turistas al año. Gasol se enamoró del Patio de los Leones, el Dalai Lama de los jardines y Clinton preguntaba como en un examen

yolanda veiga

Lunes, 14 de septiembre 2015, 01:47

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Qué desdichado hubo de ser el hombre que perdió todo esto». Fue Boabdil, sultán de Granada, que derrotado por los Reyes Católicos y camino de su exilio en las Alpujarras, cuando coronaba un collado, volvió la cabeza para ver la ciudad por última vez y lloró. La cita se atribuye al emperador Carlos V durante su visita a la Alhambra (la roja, en castellano) en 1526, en una suerte de luna de miel tras su boda en Sevilla con Isabel de Portugal. Luego mandó construir allí su palacio, con un patio circular con columnas que sirve de magnífico escenario abierto al cielo de las mejores orquestas en el Festival Internacional de Música y Danza. La última edición, la 64, se celebró entre finales de junio y principios de julio, cuando ya tienen noches tardías y templadas de 20 grados. Aunque la mejor época es cuando termina el otoño: el atardecer tiene una luz dorada que captó muy bien Joaquín Sorolla en sus cuadros. La observación la hace Jesús Bermúdez López, conservador arqueólogo del Patronato de la Alhambra y el Generalife, 29 años de ejercicio profesional en la joya de Granada, que no pierde brillo. Sigue siendo el monumento más visitado de España: 2.402.473 viajeros en 2014, un 3,8% más que el año anterior, pero menos de los que llegaron a ser: 3,3 millones en 2010. Este verano han ido a un ritmo de 8.000 al día.

Bermúdez recomienda una visita de «dos o tres horas» y un desvío de la ruta turística hasta la Torre de la Vela, un mirador natural que se asoma al barrio del Albaicín. Él conoce todos los rincones porque nació allí, en una casita en la calle Real, la arteria principal de la ciudadela. Su padre fue el primer director del Museo de la Alhambra y antes los empleados se alojaban en unas casitas bajas, a unos pocos metros del Palacio de Carlos V.

Por dentro

  • Las mazmorras

  • En la Alhambra existen media docena de mazmorras, que servían para encerrar a los cautivos, a los que se descolgaba con cuerdas por el hueco central (tenían forma de cuello de botella). Unos ladrillos servían de camastros.

  • Protección doble

  • Es Monumento Nacional Histórico y Artístico desde 1896 y en la Convención de la UNESCO celebrada en Buenos Aires en 1984 fue incluida en la lista de Patrimonio Mundial.

  • 50.000

  • plantas de flor producen anualmente la Alhambra y el Generalife para sus jardines.

Creció jugando con los hijos de Luis, el portero mayor, de Lorenzo «el listero», que pasaba lista para asegurarse que nadie faltaba a su puesto de trabajo, y de Manuel, el fontanero. «Tenía mucho trabajo porque hay muchas fuentes. Hasta el año 1978 no hubo agua potable y la que canalizaba la acequia medieval traía limos y hojas secas y había que filtrarla. En días alternos bajaba con mi padre en el 600 a llenar garrafas de agua al Pilar del Toro». Él se jubiló en el 74 y en el 86 Bermúdez empezó a trabajar en la Alhambra. No es guía pero ejerce como tal. Un guía de altura, aunque a Pau Gasol no le llegara al pecho. «A pesar de lo alto que es, se escapaba por las salas, llegó hambriento por conocer y le deslumbró el Patio de los Leones. Vino una tarde a última hora, había una luz preciosa y poca gente». Con Antonio Banderas hicieron una excepción y era tal su interés que le abrieron la Puerta de los Siete Suelos. «Tiene unos cerrojos muy aparatosos y le encantó».

El árabe y la reina Noor

Seguro que habrá coincidido alguna vez más con Banderas el arabista Emilio de Santiago, profesor retirado de Historia del Islam en la Universidad de Granada y cicerone voluntario de una Alhambra a la que ha «consagrado» su vida. Nunca aceptó una propina y le han premiado con la Medalla de Oro al Mérito de la ciudad. «En el discurso dije: No creo haber hecho méritos pero en adelante lo intentaré». Si les hubieran preguntado a sus invitados, tendría más medallas. «Tras el recorrido, Severo Ochoa me dijo: No sé cómo darle las gracias». Pero para piropos, el que le regaló la Reina Sofía, visitante asidua. «En una ocasión llegó con la reina Noor de Jordania. Yo me esforzaba por hablarle árabe, pero me dijo que no dominaba bien la lengua, que hablásemos en inglés. Entonces, doña Sofía me dijo: Eres un monstruo. Así de espontánea y encantadora es, un prodigio de mujer».

Y ha conocido muchas. «Farah Diba me pareció fascinante y elegantísima. Entiende mucho de arquitectura. Y también mi adorada Teresa Berganza, la mezzosoprano más increíble que hay. Todavía nos llamamos de vez en cuando. O Montserrat Caballé. Vino a cantar y, por cierto, se resbaló en el escenario y se cayó, aunque hizo una actuación prodigiosa. Antes del recital quiso visitar la Alhambra y me pareció inteligentísima».

El expresidente de Estados Unidos Bill Clinton le pilló en falta cuando le preguntó por el perímetro del recinto «creo que no figura explícitamente en ningún lado, ¡qué vergüenza pasé!» y el Dalai Lama también logró desconcertarle. «Es un ser misterioso, yo no sabía si estaba hablando con un niño o con un anciano sapientísimo. Quedó cautivado por las flores, especialmente por la campanula violeta. Yo intentaba ofrecerle explicaciones muy eruditas y entonces me soltó: Yo no sé de Historia, yo quiero saber de la vida. La visita se alargó cuatro horas y me llevaba de la mano. Los lamas me dijeron luego que era una señal de que me daba la bendición». Aunque el récord lo tiene el exministro socialista Josep Borrell. «Vino con su primera mujer, la francesa, y estuvieron casi dos días enteros recorriendo la Alhambra. Y yo, con ellos. Bromeaba diciendo que me tenían secuestrado».

La última visita que ofició Emilio de Santiago fue, hace cinco o seis años, a los Reyes de Suecia, Carlos Gustavo y Silvia. «Ella tiene una sensibilidad increíble y habla un español excelente».

No ha vuelto a la Alhambra.

No. La Alhambra que yo conocí ya no existe, se ha politizado. Antes había un jardín que era una metáfora del jardín del paraíso pero lo han enlosado con un mármol de anteayer.

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