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Antonio Muñoz Molina, académico de honor de la Academia de las Buenas Letras de Granada

Antonio Muñoz Molina, académico de honor de la Academia de las Buenas Letras de Granada

Es un escritor muy vinculado a la ciudad de Granada, donde vivió veinte años y consolidó su etapa de formación

ideal.es

Viernes, 6 de marzo 2015, 16:22

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La Academia de Buenas Letras de Granada, en su última Junta Ordinaria, nombró como Académico de Honor a Antonio Muñoz Molina, uno de los narradores más relevantes del panorama literario internacional, con obras traducidas a una veintena de idiomas. Es miembro de la Real Academia Española desde 1995.

Autor de novelas como Beatus Ille (1986), El jinete polaco (1991), Sefarad (2001), La noche de los tiempos (2009 ) o Como la sombra que se va (2014), Muñoz Molina ha sido galardonado con el Premio Nacional de Literatura en dos ocasiones, con el Premio Planeta y con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, entre otros importantes reconocimientos. Además de desarrollar una larga y fructífera dedicación al periodismo literario, es también autor de novelas cortas como En ausencia de Blanca (2001), del volumen de cuentos Nada del otro mundo (1993), de libros de memorias como Ardor guerrero (1995) y ensayos como Todo lo que era sólido (2013).

Antonio Muñoz Molina es un escritor muy vinculado a la ciudad de Granada, donde vivió veinte años y consolidó su etapa de formación. En Granada publicó su primer libro (El Robinson urbano, 1984) y escribió sus primeras novelas.

La ciudad que dibuja Antonio Muñoz Molina en El Robinson urbano es trasunto de la Granada real. En esta obra está sutilmente captado el aire de las calles de Granada, la luz de sus plazas, sus tipos más característicos, sus jardines y sus dos ríos, los lentos amaneceres o sus solitarias madrugadas, pero esa visión, que sin duda es auténtica, aparece siempre tamizada por la literatura y por los ojos de un cinéfilo que nos propone una visión urbana ajena a las postales al uso. Por las páginas de este libro prodigioso transitan personajes (Robinson, Apolodoro) que ya forman parte del mapa literario de la ciudad. Nada escapa a la mirada poética del autor, a la poderosa voz narrativa de Muñoz Molina. La suya es una Granada anímica, en parte imaginaria y en parte reconocible, no menos legendaria que el París de Baudelaire o el Dublín de Joyce.

El Robinson urbano muestra en cada una de sus páginas el rico bagaje cultural del autor: lecturas, películas, músicas, arte, etc., sometido todo a una minuciosa labor de espeleólogo de la memoria que logra extraer en cada momento la referencia explícita o sobreentendida que el texto en cuestión requiere. Esas luces intermitentes que se encienden en la conciencia del lector lo van llevando por el camino sinuoso de la ficción hasta el lugar deseado por el narrador que, sin desdeñar el poder de la imaginación, nunca pierde su natural asidero en la realidad. En esa paradójica dualidad radica la inconfundible emoción que nos transmite cualquier texto de Antonio Muñoz Molina, quien una vez escribió, glosando a Bécquer, algo irrefutable desde la perspectiva del creador: la soledad es el imperio de la conciencia. En la sabiduría para dirigirse a cada una de esas solitarias conciencias que son los lectores radica el secreto de la inconfundible voz con la que se expresa el escritor.

Cuando se acaban de cumplir 30 años de la publicación granadina de ese libro, sin duda edificante y generador de una obra tan extraordinaria como la que después ha venido desarrollando el narrador ubetense, su nombramiento como Académico de Honor de la Academia de Buenas Letras de Granada no hace sino reconocer y homenajear la categoría literaria y humana de este escritor universal.

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