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Press de Pierre Rigal llega al Teatro Alhambra

Press de Pierre Rigal llega al Teatro Alhambra

Press se resume en una pesadilla, una alucinación, de las que hacen crecer la angustia al mismo tiempo que las paredes de la habitación se deforman a ojos vista

r. i.

Viernes, 27 de febrero 2015, 15:12

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Ex atleta y estudiante de matemáticas, Pierre Rigal decide un día dejarlo todo para frecuentar a coreógrafos y directores escénicos como Bernardo Montet, Mladen Materic o Gilles Robin. Su irrupción en la escena produjo un asombro general ante la flexibilidad del muchacho, que, sencillamente, se inventa una nueva forma de bailar. En resumen: retiren los huesos y los ángulos y tendrán el modelo patentado Rigal, un ser sobrehumano de gracia deslumbrante. Cuando se lanza en solitario en 2003 con Érection, este artista salido de la de la nada nos deslumbra: su hada buena es Aurélien Bory director de la Compagnie 111.

Más tarde Rigal se embarca en la aventura de Sept planches de la ruse, en Dalian (China), siempre con Bory. Y allí es donde nace el concepto de Press. El encierro como liberación: ante nuestros ojos y en traje encontrado en un ropavejero con un billete de 10 euros en el bolsillo, recuerda Pierre, se convierte en La metamorfosis, un hijo putativo de Kafka.

Un hombre encerrado en una caja. Hay que decir que en su caja mágica de 3,20 m de ancho por 2,20 m de alto y de fondo, este solo de un hombre en su habitación tiene algo de danza, de teatro, de ilusionismo y de acrobacia, sobre el hilo de una fábula existencial universal.

Press se resume en una pesadilla, una alucinación, de las que hacen crecer la angustia al mismo tiempo que las paredes de la habitación se deforman a ojos vista.

Press nos recuerda a Alicia en el País de las Maravillas cuando crece como un artilugio telescópico o a aquellas escenas de James Bond en las que el protagonista se ve de pronto retenido en una trampa que cada vez se estrecha más. Encerrado en un pequeño escenario dentro del escenario, donde parece que lo observa una cámara robótica, un hombre tiene que adaptarse a un espacio que empieza a oprimirle, casi literalmente. Es como si el techo le guardase un enorme rencor. A medida que baja inexorablemente, Rigal amolda su cuerpo al espacio hasta que toma la forma de un insecto agarrado a las paredes o un pez flotando en el agua o, en ciertos momentos, un hombre sin cabeza. El virtuosismo físico de la pieza nos deja boquiabiertos.

Son 50 minutos desesperados y desesperantes que convierten a Rigal en la vanguardia de una tendencia cada vez más visible: la del teatro más y más cercano a la danza.

La prensa inglesa convirtió en must esta creación especial para el Gate Theater de Londres: cuatro estrellas en el Guardian, cinco en Time Out.

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