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Antón García Abril, en una imagen de archivo
Antón García Abril, un compositor fecundo para el cine español

Antón García Abril, un compositor fecundo para el cine español

Creador de más 200 bandas sonoras, el músico aragonés recibe el homenaje de la Academia de Cine, que le acaba de entregar su Medalla de Oro

Antonio Paniagua

Domingo, 26 de octubre 2014, 07:18

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Si no hubiera existido Antón García Abril (Teruel, 1933), el cine habría tenido que inventarlo. Este compositor, autor de más de 200 bandas sonoras, es un personaje imprescindible para comprender la educación sentimental de los españoles en materia musical y cinematográfica. Tanta es su relevancia que, por fin, el compositor aragonés recibió el miércoles la Medalla de Oro de la Academia de Cine. Nunca hubo un premio tan merecido. Quizá su nombre no sea de los más conocidos para el gran público, pero si se dice que es el padre de melodías para películas tan populares como Sor Citroen, Los tramposos, Los santos inocentes o series tan aclamadas como El hombre y la tierra y Fortunata y Jacinta, al espectador seguramente se le despertará la memoria.

Garcia Abril ha tocado todos los palos. Desde la música sinfónica a canciones, óperas o cantatas. Si él perseguía las partituras, las monjas le perseguían a él. El asedio de Sor Citroen no debe de ser fácil de sobrellevar. La década de los setenta fue la más prolífica para su carrera, la época en que la colaboración con Pedro Lazaga fue tan provechosa que llegó a firmar las melodías de 70 películas solo con este realizador, entre ellas Las muchachas de azul o Los tramposos. Por esos años acuño una sintonía pegadiza, el dabadabaísmo, notas que se metían en el cerebro como un bucle infernal. Eran el refuerzo musical de unas películas que ofrecían una imagen feliz y divertida de la España franquista, inextricablemente unidas al landismo. Mariano Ozores, José María Forqué o José Luis Sáenz de Heredia son otros cineastas que demandaron sus servicios.

Al recibir la distinción, García Abril se mostró conmovido. Su colaboración con el séptimo arte concluyó de forma abrupta hace 20 años. El compositor desmiente que le avergonzara su trabajo y que su vocación ambicionara la dedicación a músicas más serias. Todo lo contrario, el cine me abandonó a mí.

Me encuentro cómodo con lo que estoy creando en este momento. Especializarse en el cine no es malo en sí. De hecho la imagen y la palabra son un punto de partida. En la música sinfónica hay que empezar de cero, sostiene está máquina de producción masiva de bandas sonoras.

Pese a ese silencio que duró dos décadas, en las que el cine se quedó sin la preciosa colaboración del artista, García Abril está contento de que no le hayan olvidado. El compositor está orgulloso de haber podido trabajar con personas de un talento y una sensibilidad extraordinarios. Habla de directores como Mario Camus o Pilar Miró, para quienes creó, en la década de los ochenta, algunas de las bandas sonoras más aplaudidas, como Los Santos Inocentes y La Colmena, El crimen de Cuenca y Gary Cooper que estás en los cielos.

El envite más difícil al que tenido que enfrentarse ha sido El perro, de Antonio Isasi-Isasmendi. La música de esta película suponía una empresa erizada de obstáculos. No en vano, el protagonista era un dictador a quien se identificada con un can. Para colmo, había que sustituir los gañidos por la música. Como se ve, una empresa que hubiera echado atrás a cualquiera. Pero no a García Abril.

En la ceremonia de entrega, se escuchó la jaculatoria de Milana, bonita, el dabadabada de Sor Citroen, la sintonía de El hombre y la tierra. Aunque quizá lo más agradable para el compositor haya sido escuchar las palabras de homenaje de Antonio Giménez-Rico, Máximo Pradera, de su hija Adriana García Abril y de Concha Velasco, quien le entregó la medalla, diseñada por Chus Burés.

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