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Esquina donde se produjo el atentado
Huellas de un disparo

Huellas de un disparo

La Primera Gran Guerra, de cuyo inicio se cumplen este lunes cien años, se desencadenó por el atentado de Gavrilo Princip contra Francisco Fernando en Sarajevo. Hoy solo una pequeña placa recuerda el magnicidio

ROBERT BASIC

Lunes, 28 de julio 2014, 02:27

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«¿Dónde están las huellas?» Es la pregunta más frecuente que se hacen los turistas y los sarajevitas que abandonaron la ciudad a principios de los noventa cuando visitan la esquina desde la que Gavrilo Princip, un joven serbobosnio y miembro de la organización Mlada Bosna (Joven Bosnia), atentó contra el archiduque Francisco Fernando y su esposa, Sofía Kotek, y aceleró el estallido de la Primera Guerra Mundial.

Victoria y la extraña familia

  • Por gaizka olea

  • Poco podría imaginar la reina Victoria, esa dama cuya estatua mira con rostro adusto al palacio de Buckingham (como si vigilara las andanzas de sus sucesores y de los turistas) que su parentela desencadenaría trece años después de su muerte una hecatombe que acabaría con la vida de millones de europeos y, de paso, con el mundo que ella conoció. Tanto empeño por dejarlo todo atado y bien atado mediante una fértil política de matrimonios no impidió que los viejos imperios se desmoronaran bajo el rugido de los cañones, hasta quedar enterrados en el barro infame de las trincheras.

  • Porque una de las singularidades de la PGM es que los monarcas de las tres principales potencias (Gran Bretaña, Rusia y Alemania) eran parientes Jorge V de Inglaterra y Guillermo II de Alemania eran nietos de Victoria, mientras que otra nieta suya, Alejandra, era la esposa del zar Nicolás II. Por si esto no bastara, Jorge y Nicolás eran primos y otro de los hijos de Victoria se casó con una hija del zar Alejandro II... y así por toda Europa.

  • Los lazos de sangre no bastaron para detener la sangría que se avecinaba, por más que entre ellos se llamaran tío o sobrino, porque frente a la sólida democracia británica, que convirtió a su rey en una figura alejada de las decisiones, el káiser Guillermo era un individuo impetuoso que detestaba el débil sistema parlamentario y el zar Nicolás vivía alejado de la realidad... como bien supo tras la revolución bolchevique de 1917 que acabó con su imperio y, un año más tarde, con su vida.

  • Junto a ellos aparece una cuarta figura, el amo del inmenso imperio austrohúngaro, Francisco José I, la figura más débil del póker de monarcas, que murió en 1916 y no vio el final de la guerra que con tanta saña azuzaron sus ministros, la contienda que estalló con el asesinato en Sarajevo de su sobrino y concluyó con el desmembramiento de su reino. Para mayor desgracia del emperador austriaco, la cultura popular ha propiciado que pase a la Historia como el esposo de Isabel de Wittelsbach, la arisca, voluble y desgraciada Sissi.

  • El huracán de la historia y una puñado de imprudencias criminales borraron de un plumazo tres dinastías que parecían eternas (los Romanov, los Hohenzollern y los Habsburgo) a pesar de que ellos eran conscientes de que sus mandatos, sus sugerencias e incluso sus silencios ponían en marcha mecanismos de muerte que ya no se podían detener una instrucción enviada por telégrafo movilizaba a ejércitos inmensos y ese mismo movimiento tenía su reflejo al otro lado de la frontera.

  • El final del káiser Guillermo, arrinconado por los nazis hasta morir en 1941 en Holanda, donde se exilió tras la Gran Guerra, es la mejor representación del ocaso de aquellos imperios. Victoria tenía motivos para exhibir un semblante tan desabrido.

«¿Dónde están las huellas?», insisten los interesados, con la mirada clavada al suelo. Entonces los empleados del Museo de Sarajevo les explican que se quitaron en un momento indeterminado entre 1992 y 1995, cuando la capital bosnia y media exYugoslavia ardían en llamas. ¿Por qué? Nadie lo sabe o no quiere saberlo.

Durante décadas, la silueta de los zapatos del joven pistolero impresa en un trocito del asfalto de color negro recordaba la figura del hombre que asesinó al heredero del Imperio Austro-Húngaro en un acto de rebelión contra las fuerzas de la ocupación. Ahora sólo queda una placa en la pared de la calle Zelenih beretki (Boinas verdes) como testigo de un hecho histórico y el debate sobre si Gavrilo Princip era un héroe o un terrorista. La sociedad está dividida, como el país en el que viven.

No había un solo niño sarajevita que no hubiera colocado alguna vez sus piececitos en las huellas de Princip. Los ajustaba, simulaba apuntar con la pistola y disparaba contra un convoy imaginario. Desde el otro lado de la calle lo observaban sus padres, sonrientes, recordando que también ellos estaban ahí tiempo atrás.

Antes, en las escuelas, se enseñaba que el atentado de Sarajevo se produjo el 28 de junio de 1914 y que fue la respuesta de unos patriotas contra la ocupación austrohúngara. Gavrilo Princip era un héroe, un luchador por la libertad que murió con apenas 24 aos en la cárcel checa de Terezin debido a la desnutrición y a múltiples infecciones.

Pesaba menos de 40 kilos cuando se apagó. Hoy sólo hay unanimidad respecto a las fechas y las cifras, mientras que el resto sufre una profunda revisión histórica. Mientras unos siguen celebrando su figura, otros quieren levantar un monumento en memoria de Francisco Fernando. Cosas del país imposible.

El archiduque y su esposa visitaron Sarajevo en 1914 por cuatro motivos: pasar revista a sus tropas, visitar el Museo de la Tierra por cierto, hoy cerrado por falta de fondos, subirse al primer tranvía de Europa oriental y celebrar de paso su decimocuarto aniversario de boda.

Mientras se dirigían hacia Vijecnica, la famosa biblioteca devorada por las llamas en 1992, sobrevivieron al primer intento de atentado. Nedeljko Cabrinovic, otro miembro de Mlada Bosna, lanzó una granada de mano, que de forma milagrosa fue sacada del coche y explotó entre la multitud dejando una decena de heridos.

Les aconsejaron interrumpir el trayecto, pero Francisco Fernando se negó. Entonces llegó a la esquina en la que le esperaba Princip. No falló. Acertó con la primera bala, y la segunda acabó con su mujer, embarazada. Años más tarde le pusieron su nombre a la calle desde la que disparó y al puente que estaba justo enfrente. Ahora se llaman Zelenih Beretki y Latinska Cuprija (Puente Latino). Tampoco están las huellas, y en las escuelas se reescribe la Historia.

El coste económico de la Guerra

En 1913 el conjunto de las deudas de los países que después entrarían en guerra (salvo Rusia) ascendía a 26.000 millones de dólares; en 1920 era de 180.000. Alemania perdió el 20% de PIB, Francia casi el 40% y Bélgica el 30%. En 1924 ni Alemania, Austria, Hungría, Turquía o Bulgaria habían recuperado aún el nivel previo a la guerra. Gran Bretaña, que lo incrementó durante el conflicto (un 13%), lo vio retroceder un 15% con la paz.

Acabada la Segunda Guerra Mundial, la renta nacional de Japón, Polonia y Austria se redujo aproximadamente un 50% con respecto a 1939; un 40% la de Grecia, Hungría, Italia y Yugoslavia; el 25% en Alemania y Checoslovaquia, y entre el 10 y el 20% en Francia, Países Bajos y Bélgica. Se mantuvo igual o incluso algo por encima en la URSS (un 8%), Reino Unido (un 15%) y creció significativamente en Estados Unidos (un 90%).

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