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Una cabra en el balcón de una vivienda de La Herradura.
«Las cabras montesas están destrozando nuestras casas»

«Las cabras montesas están destrozando nuestras casas»

Vecinos de La Herradura piden a la Junta que controle a estos animales para que no busquen con desesperación comida y agua en sus chalés

LAURA UBAGO

Miércoles, 2 de noviembre 2016, 01:33

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Los vecinos de las urbanizaciones más emblemáticas y cotizadas de La Herradura tienen un problema de convivencia... con las cabras. Suena a chiste pero para ellos tiene poca gracia. Estos alegres animalitos bajan de Cerro Gordo y se emplean en sus chalés. A uno le destrozan el tejado y a otro, una fuente con peces que tiene en la puerta de su casa se la dejan seca por completo.

Estos vecinos se sienten impotentes ante los estragos que les provocan las cabras montesas que campan a sus anchas por las calles, saltan por los balcones y, a veces, hasta se impulsan en los techos de los coches aparcados. «En esta época de celo algunos machos vencidos en sus incesantes y violentas peleas bajan y provocan destrozos y no es nada grato sino problemático y doloroso para los propietarios de estas urbanizaciones el daño que las cabras hacen en sus casas», explica Rafael Cabezas, portavoz de un centenar de residentes en esta zona alta de La Herradura, que han agrupado sus firmas para entregarlas a la consejería de Medio Ambiente. Como las cabras son de la naturaleza en sí, tienen que buscar alguna fórmula de mitigar su efectos y pedírsela al área 'responsable' de ellas.

Cuenta Cabezas que durante todo el año y especialmente en verano, las cabras acuden a los chalés en busca de agua y alimento, «ya que no lo encuentran en su hábitat natural de Cerro Gordo». Las cabras van dando saltos por las calles de las urbanizaciones y «destrozan huertos y sembrados, tejados, plantas... todo». «No sabemos cómo proteger nuestras propiedades... hemos gastado dinero en cercos, vallas y reponiendo las plantas que se comen, pero estos cuadrúpedos con sus prodigiosos saltos, si no entran por un lado, entran por otro, haciendo todo gasto inúltil», expone Rafael Cabezas, portavoz de los vecinos, muchos de ellos extranjeros.

En el Nogal, Montepino, Los Girasoles, Las Palomas, Cármenes del Mar... ninguna zona queda exenta de la visita de las cabras. Cuenta Rafael Cabezas que no duerme tranquilo porque, de madrugada, les escucha pegar saltos por su jardín destrozándolo todo. Su hora preferida es de noche, apunta, pero también se les ve de día, sin asustarse ni mucho menos de la figura humana. Hay cabritas chicas y hay otras de más de 100 kilos lo que preocupa a los vecinos del daño que pueda causar un animal de esa envergadura.

Se comen los mangos

El caso de José Ruiz es sangrante. Todo lo que planta, se lo destrozan y claro, se queja, de que encima hay que tener mucho cuidado con las cabras porque están protegidas. «Tengo una finca de 5.000 metros cerca de Cármenes del Mar, con olivos grandes y pequeños arrancados, con más de 50 aguacates asaltados por las cabras. También se han comido los mangos y las papayas además de dañarme un huerto con pimientos, berenjenas y patatas... me han roto todo», se lamenta esta vecino. Además hay «peste a meados y cagarrutas» que decoran el ambiente. En vallarla, José tendría que gastar unos 14.000 euros que ya ha invertido en otra finca -en otro punto- que, por ahora, se la respetan.

«Alguna solución hay que ponerle a esto. En el Balcón de Calaíza se tumban en la carretera y dos chicos han sufrido accidentes de moto en la Nacional por culpa de las cabras que se cruzan en la carretera», anota preocupado.

Rafael Cabezas, asesorado por un exalumno, se lanzó a intentar ponerle solución a este problema, con una propuesta al pleno municipal y con unas cuantas medidas que mandará a la consejería de Medio Ambiente de la Junta, respaldadas por el centenar de firmas de los vecinos de la zona.

«Suregimos algunas soluciones que podrán ser aceptadas, rechazadas o cambiadas como acotar su hábitat o proporcionarles comida con comederos y agua con abrevaderos, arriba, en Cerro Gordo, para que no bajen del monte a buscarlas en las viviendas», explica Rafael Cabezas que señala que es típico ver a cabritas bebiendo de las piscinas y que, como no llueve, el monte no les proporciona ni agua ni vegetación para poder subsistir.

Otras medidas que proponen los vecinos, inspirados «por lo que se hace en otras zonas» son la castración de los machos (dicen que se hace en otros países) y «llevar a cabo una batida o montería cada tres o cuatro años por cazadores profesionales controlados por el Seprona, evitando así su dañina y perjudicial reproducción e invasión», exponen los vecinos.

Mientras alguna de estas medidas llega, seguirán durmiendo sobresaltados, plantando especies que no les gusten y reforzando sus tejados ante estas visitas que van arransando con lo que encuentran a su paso en busca de agua y algún fruto tropical que echarse a la boca.

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