Edición

Borrar
La rambla de Albuñol crea un gran delta al desembocar entre las localidades de La Rábita y El Pozuelo. Imagen tomada tras la riada del 7 de septiembre.
Salvar los deltas

Salvar los deltas

La masiva ocupación de desembocaduras y su entorno incrementan el poder destructor de las riadas y aceleran los efectos del cambio climático

Juan Enrique Gómez

Sábado, 3 de octubre 2015, 01:39

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Los satélites constatan día a día el ya irrecuperable estado de deterioro y destrucción de los deltas naturales del litoral granadino. Las imágenes que periódicamente recibe y recopila la Red de Información Ambiental de Andalucía desvelan que las desembocaduras de ríos, arroyos y ramblas han desaparecido bajo un manto de plástico, metal y fibra de vidrio, y que los cauces se encuentran plagados de obstáculos y estructuras que impiden el paso del agua. Son fotos aéreas de un territorio que sufre niveles de antropización insostenibles y que en la primera semana del pasado septiembre sufría los devastadores efectos de una de las mayores riadas de las últimas décadas, que incrementó su poder destructivo gracias a la nula gestión que del medio natural se ha realizado en la mayor parte de las desembocaduras y sobre todo en sus alrededores, sin tener en cuenta que el agua ocupará siempre los cauces que de forma natural le conducen hacia el mar.

El pasado 7 de septiembre, como ocurrió el 18 de octubre de 1973, la lluvia fue extremadamente torrencial. El efecto conocido como 'gota fría' provocó la descarga de un gran volumen de agua en muy poco tiempo, lo que impidió el normal discurrir de los cauces, Al fenómeno natural se añadieron factores que aceleraron la catástrofe en las tres zonas que sufrieron con intensidad la fuerza de las avenidas: los deltas de Albuñol, Castell de Ferro y Carchuna, además de desembocaduras aisladas de barrancos, como los de La Mamola y Castillo de Baños. La totalidad de estos espacios estaban alterados en más de un 80% de su superficie por la acción humana. Los bordes de ramblas y barrancos están ocupados por invernaderos para cultivos intensivos bajo plástico, al igual que las laderas de los montes del entorno, que han sido aterrazadas para ubicar los bancales de producción agrícola, muy cerca unos de otros, en muchos casos unidos entre ellos, y extendidos sobre escorrentías y barranqueras. Este tipo de estructuras para acelerar e incrementar el número de cosechas anuales eliminan la escasa permeabilidad que de forma natural poseen los suelos de este territorio, y los convierten en impermeables.

El agua de lluvia no tiene posibilidad alguna de filtrarse y llegar a los acuíferos subterráneos que ocupan el subsuelo de todos los deltas del litoral granadino, por lo que la totalidad de las precipitaciones, más aún si se producen de forma torrencial, corre sin freno ladera abajo y arrastra lo que encuentra a su paso. No hay nada que pueda impedir la fuerza de las avenidas, ya que la vegetación natural de estas zonas, especialmente preparada para contener la erosión, es completamente eliminada en la construcción de espacios de cultivo, que quedan desprotegidos ante las inclemencias meteorológicas.

La destrucción ambiental de los grandes deltas de la provincia de Granada es evidente y nadie hace nada para evitarlo. Las administraciones, desde los ayuntamientos a los responsables autonómicos y centrales de Medio Ambiente, Agricultura y Costas, parecen mirar para otro lado ante la ocupación de las desembocaduras. Los hidrogeólogos Antonio Castillo Martín y Luis Sánchez Díaz, autores del estudio, 'Itinerarios hidrogeológicos por el litoral oriental de Andalucía', recordaban que tras la catástrofe de 1973 «se planificaron una serie de actuaciones de defensa frente a futuras avenidas; con el tiempo, la única materializada fue el encauzamiento y defensa de ciertos tramos de la rambla. La deforestación y roturación de cultivos en pendiente dentro de la cuenca siguen siendo factores estructurales de máximo riesgo sobre los que apenas se ha actuado; por el contrario, la proliferación de invernaderos en estos últimos años, aumentará los efectos destructivos de una nueva riada, al impermeabilizar, en el estricto sentido de la palabra, el terreno e impedir o dificultar la escorrentía natural en muchas zonas». Afirmaciones que, desgraciadamente, se convirtieron en realidad con las riadas de la primera semana de septiembre.

Lenguas de tierra

Los deltas son formaciones geológicas creadas por los depósitos de las desembocaduras de cuencas hidrológicas. Los cauces que terminan en estos deltas, que se extienden como lenguas de tierra hacia el interior del mar, son los caminos del agua que baja desde todos los montes de los alrededores, en algunos casos desde más de 20 kilómetros hacia el interior, y con superficies de hasta 200 kilómetros cuadrados. Lo que se construye en esas zonas afecta de forma directa al comportamiento del agua y en su forma de llegar a barrancos, ríos y ramblas.

Lo ocurrido en la totalidad de las cuencas de la costa oriental granadina y parte de la occidental es también efecto directo del cambio climático. Los estudios realizados por el Centro Andaluz de Medio Ambiente indican que las ramblas se han retraído y las desembocaduras son tomadas por el mar, debido fundamentalmente a la falta de aporte de sedimentos al impedirse la deriva normal de materiales desde los ríos. Es el caso del Guadalfeo, que en poco más diez años ha visto como sus murallones, situados originalmente a 200 de metros del mar, ahora están cubiertos por las olas y la playa situada al este del río se ha reducido en un centenar de metros. La presa de Rules ha reducido drásticamente el aporte de materiales al río y, por tanto, al delta.

De oeste a este, la provincia de Granada posee una veintena de desembocaduras de cierta consideración, desde el barranco de Cantarriján, en el límite con Málaga, hasta la rambla de Huarea, en la frontera con Almería. En La Herradura, el río Jate cruza la población y es responsable de parte de los sedimentos que forman la playa. Tras la Punta de la Mona, en Almuñécar, el río Seco vierte en San Cristóbal, como lo hace el río Verde poco antes de llegar a Velilla. Los dos se encuentran rodeados de urbanizaciones y cultivos, aunque en menor medida que los deltas de la zona oriental. En Salobreña y Motril, el río Guadalfeo es el gran protagonista del mayor delta granadino, y también el que se encuentra en mejor estado gracias a la protección de algunas de sus zonas y a la no proliferación, por el momento, de invernaderos. Motril posee también las ramblas de las Brujas y las de los Álamos y Torrenueva, la primera en la playa de Poniente y las otras en la de las Azucenas. Todos sus cauces están alterados y con problemas de mantenimiento.

Más al este, los invernaderos invaden la totalidad del espacio de los deltas. Las dos ramblas de Carchuna, y las llamadas de Castell y la Seca, en la localidad de Castell de Ferro, están reducidas a un mínimo cauce que se desborda con lluvias de mediana intensidad. Lo mismo ocurre en la Rambla del Acebuchal (Castillo de Baños); el barranco de Polopos y el de la Hortichuela (La Mamola); el de los Yesos y el de Santa Catalina, en Melicena.

El gran delta de Albuñol incrementó su territorio por el aporte de sedimentos de la riada de 1973, pero toda esa lengua de tierra fue ocupada por invernaderos, al igual que gran parte de las riberas y laderas de las ramblas de Ahijón y Aldáyar, a las que se unen, unos metros más hacia Almería, la rambla de Huarea.

Son los caminos del agua hacia el mar que forman cinco deltas que muestran con claridad los efectos de la acción del hombre y el cambio climático y advierten de las consecuencias, a veces de una forma drástica y destructiva.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios