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Retirada del barro en Polopos.
No llovió a gusto de nadie

No llovió a gusto de nadie

Varios pueblos de la Contraviesa se quedaron un día incomunicados, bloqueados y sin luz

damián ruiz fájula

Miércoles, 9 de septiembre 2015, 11:47

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Desde Ízbor, pequeño pueblo cercano a la presa de Rules, al anejo albuñolense de El Pozuelo, en el límite por el litoral con la provincia de Almería, existen unos 77 kilómetros de carretera por el interior llenos de curvas y precipicios no aptos para todos los públicos. Esa vía, que cruza hacia la Costa las entrañas de la sierra de la Contraviesa, en la Alpujarra Baja, es la principal y en algunos casos única forma de acceso a diversos núcleos dispersos que, durante la riada del pasado lunes, quedaron incomunicados cuando la furia del agua arrastró piedras y lodo.

La fuerte tromba también provocó que varios poblados permaneciesen a oscuras durante más de un día al haber una avería en el suministro eléctrico, algo que igualmente afectó a la cobertura móvil. Pese a que el mar fue el destino final de todos los sedimentos y la vegetación que la corriente hizo suyos, en dichos pueblos las lluvias torrenciales hicieron estragos. Durante el día de ayer, las máquinas excavadoras fueron una constante en todos los municipios afectados. Empieza el recorrido...

La pendiente de Ízbor no le evitó sufrir daños por la tormenta. «Hubo una casa en la que el agua rompió una puerta de la que salieron un montón de almendras que se habían recogido y fueron calle abajo con la corriente; a un muchacho una terrera le pilló el coche; hay tubos de hormigón partidos...», enumera Ana Murillo, vecina del pueblo que reconoce haber pasado «miedo».

Un 'whatsapp' que descubrió el segundo cadáver

  • Vicente Fernández sacó una imagen de su invernadero destrozado la mañana del lunes y lo envió a un grupo de amigos por 'whatsapp'. «Yo no vi nada cuando tomé la fotografía», confesó ayer. Fue un amigo suyo de Alicante quien apreció el brazo de una persona sobre los restos de lodo en la imagen. «Intentó contactar conmigo para decirme que había un cadáver, pero en Albuñol estábamos sin teléfono y sin luz. Mi móvil no tenía batería y estaba sin carga». Su amigo contactó directamente con el servicio de emergencias del 112 de Alicante desde donde dieron aviso a la Guardia Civil.

  • Vicente Fernández recordó ayer esta historia a pocos metros de donde apareció el cadáver del lituano de 50 años y donde se encontraba su invernadero el domingo, el lunes el agua se lo llevó. Ayer sólo quedaba barro, ramas de árboles, animales muertos y un coche empotrado.

«Tengo una finca hecha polvo, no tengo ganas ni de ir a verla», explica, abatido, Antonio Jesús Molina, agricultor local que desvela que durante y tras el chaparrón se quedaron «sin móviles ni teléfono, la carretera de acceso estaba bloqueada y medio pueblo, a oscuras». Misma 'suerte' que corrió Estrella Fernández, quien, a sus 71 años, tuvo que hacer frente sola a un lodazal que penetró en su casa. «Abrí la ventana del salón para que salieran el lodo y era un volcán, debía cubrir unos 40 centímetros de altitud», asegura mientras espera la visita del perito para que evalúe los desperfectos de un domicilio que el barro tiñó de marrón.

Una vez abandonado Ízbor, tras circular por un acceso a la autovía lleno de piedras fruto de desprendimientos, aguarda Lanjarón. La puerta de la Alpujarra no padeció mayores complicaciones a excepción de la zona Sur, cercana al instituto, en cuya instalación entró el agua. La secretaria del centro, Esther Ruiz, anuncia que están realizando agujeros en el patio «a modo de desagüe».

No es el único lugar afectado. A unos 30 metros, en la calle San Sebastián, un muro no pudo resistir al empuje del agua y cedió frente a unas casas ante la indignación de sus vecinos, que grabaron tal momento. «Se lo habíamos dicho al alcalde y no nos hizo caso; nadie ha hecho nada y encima nos quitaron una pequeña pared que había en una calle por encima que hacía de pantalla y protegía», manifiesta Antonio Maya, de 74 años. «Al ceder ese muro, el agua entró en la casa y ha roto el suelo, además de dañar todo el barranco», rememora Armando Heredia, otro afectado.

El municipio de Órgiva, pese a que un rayo les dejó incomunicados temporalmente, recobró ayer la normalidad sin problemas. «No se han detectado incidencias anómalas», indican desde su Ayuntamiento. Sin embargo, a su salida, comienza un auténtico suplicio para los conductores debido a que la carretera A-4131, que une con Albuñol, estaba ayer cortada por desprendimientos aunque hubo quien la atravesó sin problemas, si bien en el asfalto se divisaban con nitidez las marcas de las excavadoras allí presentes. «Desde Haza del Lino está bien, pero de ahí a Albuñol no», revela una mujer que chapurrea con acento inglés.

El tránsito de la vía transcurre, entre otros, por el municipio de Rubite, en cuya costa, en Casarones, fue encontrado el pasado lunes un fallecido víctima de la riada. «Lo que es el pueblo se encuentra bien, sin desperfectos, pero donde más hemos sufrido ha sido allí en el anejo de Casarones al estar en la desembocadura de la rambla del Acebuchal, aunque también detectamos algunos problemas en Los Gálvez», explica su alcalde, Arsenio Vázquez.

Otro regidor, Mariano González, de la cercana Lújar, asevera que los mayores desperfectos sufridos fueron en el anejo de Los Carlos. «Si hubieran construido un dique, como nos prometieron después del incendio de Lújar, los efectos hubieran sido mucho menores», recalca.

Una posterior parada en Polopos basta para certificar que las trombas de agua no entienden de terrenos, sean costeros o elevados. «Este terreno es muy esclavo y está todo perdido; hay muchos daños por todos lados y en aquel momento estábamos sin cobertura», comenta Francisco García, 'Paco el de Pura', quien se encuentra recogiendo las almendras que la corriente le derribó en su finca frente al cementerio municipal. En el centro, hay un barrizal que trata de ser neutralizado por una excavadora conducida por Jesús Rodríguez, un joven 'llamado a filas' por el Ayuntamiento para limpiar las múltiples calles afectadas por la tromba: «Yo trabajo con esta maquinaria y si mi ciudad me necesita...». El centro no es lo único dañado: «El coto fue arrollado y algunas pistas están cortadas».

En Sorvilán, más allá de daños físicos, padecieron otro tipo de perjuicios al permanecer sin luz durante más de un día. «Hemos estado 30 horas contadas sin luz y sin cobertura», incide Gabriel Maldonado, mientras charla con varios vecinos en un bar sobre el asunto. «Para el campo es una ruina; se ha llevado más de la mitad de la uva», agrega José González, que cuenta que varios coches «quedaron atrapados porque la carretera se cortó y no se podía ni entrar ni salir del pueblo».

Final de trayecto

En el final de la ruta A-4131, en la entrada a Albuñol, una brigada del Infoca trabaja a destajo para limpiar los lodos de la cercana rambla del barranco de las Angosturas. El estado del municipio, gravemente afectado por unas lluvias torrenciales que volvieron a azotarle en la madrugada del martes, parece más propio de un lugar en conflicto. «Sobre las diez de la mañana hizo 'aguaviento' y entró bastante agua calle abajo y por poco no entró en el local», relata Mª Isabel Montes, joven propietaria de una pastelería en una de las vías más deterioradas. «Estuvimos 24 horas sin luz ni cobertura», apunta.

De camino al anejo de El Pozuelo, una hilera de invernaderos destrozados lindan por una senda plagada de trabajadores de mantenimiento y guardias civiles. «Me reventó la puerta y arrasó la plantación de tomates cherry», lamenta Juan Pedro Sánchez, propietario de una de esas fincas que estima en «unos 5.000 euros» el coste de volver a ponerla en marcha. «Ahora temo de que llueva de nuevo», cruza los dedos.

Ya en El Pozuelo, muchos vecinos se encuentran limpiando sus hogares y negocios del barro que se les acumuló. «Mi jardín es un pantano», se resigna Armando Rodríguez. «El agua estuvo cerca de entrar por la ventana», subraya Cristina Sánchez. «Hemos estado incomunicados, sin luz ni cobertura, pasamos miedo», completa otro vecino mientras observa, apenado, el destrozo en su garaje.

No llovió a gusto de nadie.

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