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Del chiringuito de Pepe al de Antonio 'Ropasuelta'

Del chiringuito de Pepe al de Antonio 'Ropasuelta'

Son muy pocos los bañistas que saben que aquel trozo de costa de llama Fuentepiedra

ANDRÉS CÁRDENAS

Martes, 2 de septiembre 2014, 00:57

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De tanto estar por la playa he comprobado que tiene varios momentos del día. Las primeras horas de la mañana son para los que madrugan y les gusta pasear en solitario por la arena. Un poco más tarde la pueblan los cuarentones con chándal, los que se ponen a andar después de que el médico les haya dicho que tienen el colesterol alto o que han tenido un arrechucho. Detrás viene la invasión de bañistas con toalla, cesta playera, frasco de filtro solar y revistas del corazón o periódicos deportivos (algunos libros también, menos mal). Luego pasan los senegaleses ofreciendo gafas de sol, cedés y relojes. Y los exhibidores de bíceps, pectoral y glúteos, que vienen a recoger la cosecha del gimnasio. Abundan los que van con señoras y no se bañan. Son los que a los cinco minutos de estar debajo de la sombrilla, le dicen a la correspondiente parienta:

-Yo no aguanto esto, me voy al chiringuito.

La tarde es más tranquila y comienza con los que roncan al compás de las olas en la hamaca correspondiente. Para muchos, entre las seis y las siete es la mejor hora de la jornada de baño. Ya no hay aglomeración y el sol ya no pega tanto. También hay quien acaba el día en la playa con una partida de cartas o charlando amigablemente, vencidos todos los recelos, con los vecinos de toalla.

La partida

No sé cuál es la hora preferida para estar en la playa de los personajes que de un momento a otro entrarán en esta crónica, lo que sí sé es que entre las cinco y las siete de la tarde están todos los días en el chiringuito de Antonio 'Ropasuelta' jugando al dominó. Son José María Nievas, José Pérez, Paco Ramírez, Ramón Fernández y Francisco Saavedra, entre otros. Estos amigos tienen en dicho chiringuito la sede de su felicidad particular. Primero comen un choto cocinado por Antonio y, después, la celebrada partida.

-La verdad es que nos entretiene mucho. Además, organizamos partidas y campeonatos cuyos beneficios destinamos a una oenegé -dice Paco Ramírez, que quedó el pasado año entre los primeros en un campeonato nacional de dominó.

Antonio Jerónimo, alias 'Ropasuelta', el dueño del chiringuito, tiene en su rostro las arrugas de la experiencia y en su pasado muchas horas de fatigas hasta llegar a tener un establecimiento que ha conseguido ser una referencia para los bañistas de la playa de Fuentepiedra.

-Llevamos 32 años. Se llama Chiringuito Deportivo porque antes había pistas para hacer deporte. Aquí no había nada más, solo nuestras ganas de trabajar y de sacar esto adelante -dice Antonio, señalando a su esposa Carmen.

Ahora el chiringuito lo lleva su hijo Rubén.

-Si va a hablar de nosotros ponga que nuestra especialidad, además del choto que hace mi padre, es el chuletón de buey y el arroz con bogavante.

-Eso está hecho.

Son casi la una de la tarde cuando llego a la playa de Fuentepiedra, nombre con el que la oficialidad le ha dado el nombre al trozo de costa entre Puerta del Mar (la desembocadura del Río Verde) y Velilla. Son muchos los lugareños que a aquella parte le dicen la 'Playa de las Góndolas', por estar enfrente de los edificios con ese nombre, tal vez los más conocidos de Almuñécar. Precisamente, en los bajos del edificio está el restaurante 'Pepe Góndolas', que también tienen chiringuito en la playa de San Cristóbal, con el sugestivo nombre de 'Pepe Dígame'.

El que lleva el restaurante se llama Óscar y es yerno de Pepe. Óscar se acuerda cuando el mar casi tocaba todos los días en las puertas del establecimiento.

-Yo era casi un chavea y recuerdo cuando el agua llegaba prácticamente a la carretera. Y las veces que la pasábamos anegada de agua.

Dice Óscar que en un principio casi todos los dueños de los apartamentos Las Góndolas eran extranjeros, por lo que el restaurante tenía también mucha vida en invierno.

-Ahora son casi todos españoles y muchos granadinos, por lo que ha cambiado la estacionalidad en esta zona.

Luis Tordesillas y Nati no son granadinos, sino toledanos. Dicen que ellos veranearon durante 25 años en Nerja pero que un año recalaron por Almuñécar y les gustó.

-Aquí compramos el apartamento y aquí venimos de vez en cuando. Nos gusta. No es una playa masificada y tiene una luz muy bonita -dice Nati.

Paco Rodríguez Ríos y su esposa Conchi sí son granadinos y llevan muchos años veraneando en esa playa. Paco, que fuera alcalde de Armilla en los años ochenta, vicepresidente de la Diputación y seguidor del Arenas CF, es buen amigo de este cronista y el encuentro inesperado cuando vuelve de la playa permite un buen rato de charla en uno de los bancos que hay en el paseo marítimo. Una charla en la que abunda la clásica pregunta de colegas de antaño: ¿te acuerdas cuando..?

Quien tampoco sabe que aquella playa se llama oficialmente Fuentepiedra es Iván, uno de los hamaqueros de la zona.

-No tenía ni idea. Yo creía que se llamaba 'La Ponderosa' porque hace muchos años hubo por aquí un restaurante con ese nombre. ¡Y fíjese los años que llevo viniendo aquí!

Iván es almuñequero y recuerda muchas correrías por la playa cuando era niño. Es buen hablador y sentados uno frente al otro, mantenemos una conversación amigable en torno al pasado y al futuro. Dice que está contento con su trabajo aunque se aburre mucho y que por eso se dedica a ver películas y 'guaseá' con el móvil.

-He sido camarero, albañil, socorrista, técnico de mantenimiento. Un montón de cosas. En esta vida tienes que saber de todo un poco si quieres que te contraten -dice Iván.

La caída de la tarde en Fuentepiedra tiene el color del melocotón. Los espigones, una vez más, han impedido que los vientos lleven el mar hasta las lindes de las viviendas. Ha llegado la hora del reposo. De sentarme debajo de una sombrilla y oír el rumor del mar. Si las piedras hablaran esta playa tendría mucho que decir. Hay un pensamiento de Kant que me gusta mucho: «Quiere el hombre vivir cómoda y plácidamente, pero la naturaleza prefiere que salga del abandono y de la quieta satisfacción, que se entregue al trabajo y al penoso esfuerzo para, por fin, encontrar los medios que le libren sagazmente de esta situación». Evidentemente, este ahora no es mi caso.

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