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Andrés López, en el centro. IDEAL
andrés lópez: humildad, sencillez y constancia en el bien

andrés lópez: humildad, sencillez y constancia en el bien

Generaciones y generaciones de niños que hoy son hombres y mujeres cabales recuerdan la entrañable de don Andrés

MARI CARMEN GONZÁLEZ MOLES

Jueves, 8 de febrero 2018, 01:23

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La mañana del 6 de febrero llegó fría, con la triste noticia del fallecimiento de don Andrés. El mensaje me anunció que la hora final le llegó de madrugada, a consecuencia de una enfermedad pulmonar que lo mantuvo en casa los últimos meses. En su casa, en su colegio, en el Ave María. De allí salió el día anterior en busca de un remedio para su enfermedad. Todos albergábamos la esperanza de que una vez más lograra vencer y pudiera regresar de nuevo a su casa, a seguir trabajando por el Ave María, a continuar derrochando humildad, sencillez y constancia en el bien, hasta el final. Pero esta vez no fue así.

Desde que llegó a Granada con apenas 12 años ni un solo día ha transcurrido sin la presencia de las Escuelas del Ave María. La obra manjoniana lo cautivó y ya nunca se alejó de ella. Estudió con rigor el legado de don Andrés Manjón y defendió con fervor, el fervor con que se defienden las grandes ideas, el inmenso legado de nuestro fundador. Comenzó como superior del internado, pero su extraordinaria inteligencia y su natural bondad lo hicieron destacar desde joven y lo situaron siempre junto a las personas que dirigían el colegio, su colegio. Después de licenciarse en Derecho y obtener el título de maestro, comenzó a trabajar como profesor de latín y enseñó esa lengua durante toda su vida. Desempeñó todos los cargos de responsabilidad en la gestión del centro hasta ocupar en 1977 la dirección del colegio, del que fue rector hasta el día de su jubilación.

Hablar de Andrés López Osuna, don Andrés, es hablar del Ave María. Generaciones y generaciones de niños que hoy son hombres y mujeres cabales recuerdan su figura entrañable, su disciplina cercana y amorosa, su dedicación las 24 horas del día, aun a costa de la intimidad familiar… Su puerta estaba siempre abierta para recibir la queja o la petición de cualquier padre o madre. O para atender la inquietud de sus profesores. O para escuchar el problema que pudiera plantearle alguno de sus niños. Con firmeza, pero con cariño, siempre atendió a cuantos vivimos y trabajamos con él, con humildad, sencillez y constancia en el bien.

Su labor como patrono y director general de las Escuelas del Ave María estuvo siempre presidida por la misma humildad, sencillez y constancia en el bien. Defendió con brillante dialéctica los derechos de la enseñanza concertada y de sus trabajadores en las más altas esferas de la Administración educativa. Luchó por lo que era justo, sin violencias pero sin miedo. Peleó de manera elegante, pausada y democrática para sacar adelante las reivindicaciones para sus escuelas. Y trabajó con altura de miras, siempre entregado a los demás.

Hoy, toda la comunidad avemariana lloramos con su familia, como su familia, la ausencia de un hombre humilde, sencillo y constante en el bien. Mañana abriremos nuestros colegios y él no estará con nosotros. Ya estará, sin duda, gozando de la presencia del Señor, acompañando al santo fundador y a tantos avemarianos que lo precedieron. Mañana toca continuar sin él.

Mañana seguiremos trabajando en la estela que nos deja, sintiendo el dolor de su ausencia, pero alimentados por la llama de su inmenso legado. Descanse en paz.

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