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El paisaje desde el Cortijo Chavarinos permite apreciar la Vega de Granada como un edén. Es la mejor versión de este territorio, en Vegas del Genil.
«La generación de mis hijos no conoce la Vega»

«La generación de mis hijos no conoce la Vega»

Arquitectura organiza una sesión sobre el futuro del territorio que critica las leyes y huye del romanticismo

Javier F. Barrera

Martes, 30 de mayo 2017, 01:23

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«La generación de mis hijos no conoce la Vega», lamenta con este ejemplo Eduardo Zurita Povedano, doctor arquitecto, urbanista, profesor del departamento de Construcciones Arquitectónicas de la Universidad de Granada y uno de los cinco ponentes de la jornada 'Viva la Vega', organizada en la escuela de Arquitectura del Campo del Príncipe por el también profesor David Cabrera y Fran Pérez Molina, de la plataforma Salvemos la Vega. También intervinieron Juan Domingo Santos, José Luis Gómez Ordóñez, Juan L. Rivas y Francisco Peña, que desgranaron errores y propusieron soluciones.

«La generación de mis hijos, insistió, ya no tiene una relación con la Vega». Recordó que «vivíamos en la plaza de los Lobos, y por las tardes tirábamos por Obispo Hurtado y por el Camino de Purchil, nos dábamos nuestros paseítos. No éramos labradores, pero el paseíto nos lo llevábamos, con sus olores, con sus sonidos». Desde su punto de vista, todo ha cambiado: «Las nuevas generaciones irán a la Vega a un ventorro los fines de semana, o a un concierto. Pero para ellos la Vega es parte de esa idea de que está 'fuera de la ciudad'. Es grave y supone una pérdida del paisaje, porque la Vega tiene que ser percibida para ser paisaje».

Las soluciones para este arquitecto son complejas «porque nadie protege la Vega. En eso estamos todos de acuerdo, porque el paradigma agrario nunca ha estado sobre la mesa. Seguimos pensando con romanticismo que se va a proteger por sí misma y no pensamos que tiene que tener un tejido agrícola y empresarial para que un tipo se plantee que, si tiene una parcela, en vez de levantar un chalet puede plantearse cultivar alcachofas». Se mojó en las soluciones. Quizá incendiarias, provocativas: «La clave es que hay que desterrar el concepto del aprovechamiento urbanístico. Hasta que no desaparezca de la ley el concepto del reparto, poco se podrá hacer. Nadie piensa en nada más».

David Cabrera, profesor que organizó esta charla, explica que «es un momento propicio para debatir sobre el territorio de la Vega. Es una oportunidad y es fundamental alimentar desde las instituciones, la UGR y la ciudad, estos espacios de reflexión y trabajo». Desde su punto de vista, sobre la Vega pesan contradicciones, «porque se dice que se defiende y luego se ataca». Sobre la mesa de debate valora «el enorme interés de las propuestas y reflexiones planteadas por los invitados, así como las ideas y comentarios surgidos posteriormente durante el debate». Entre ellas cita «la necesidad de revisar la utilidad y operatividad real de los procedimientos de planeamiento actuales a todas las escalas, la valoración inadecuada del suelo como mercancía de especulación o expectativa de aprovechamiento y no como valor de uso, la importancia de mejorar la calidad y competitividad de estos paisajes productivos, así como, la colaboración entre los diferentes agentes del territorio». Para ello, «urge a un trabajo colectivo, crítico y riguroso, que genere y verifique la idoneidad de las actuaciones futuras».

Juan Domingo Santos, doctor arquitecto y del departamento de Expresión Gráfica Arquitectónica y en la Ingeniería de la UGR, habló copiosamente durante veinte minutos que, ya desde el principio, marcaron una buena temperatura: «La Vega se está abandonando por la presión inmobiliaria que hoy en día ha frenado pero supongo que volverá al mismo lugar en que la dejamos». Razonó que «hay un tipo de política europea que dice que España no debe en el Mediterráneo desarrollar suelo agrícola porque debe ser turístico», y le faltó decir «y así nos va». Fue muy interesante su explicación del concepto de transición, que a su juicio se plasma perfectamente en la Azucarera de San Isidro, «ahora mismo está en transición entre ciudad y Vega. Sales de la ciudad, atraviesas la fábrica y llegas al campo. Es un espacio de entrada y salida, de conexión. Y también un espacio de estudio e investigación».

«Que se pongan de acuerdo y que se evite un 'vegacidio'»

  • Fran Pérez Molina, representante de Salvemos la Vega, recordó al iniciar el acto el Pacto por la Vega de Granada de febrero de 2015 y los actos programados que concluyeron el mes pasado con un gran festival de música en Ifagra. Además de subrayar su colaboración con Vega Educa, que trabaja en los centros educativos, destacó los ejes de trabajo. En primer lugar, la protección, «y conseguir que las instituciones se pongan de acuerdo y que se evite un 'vegacidio'». Explicó que «las infraestructuras fragmentan el territorio y generan problemas en los sistemas de regadío tradicionales, «como por ejemplo en Pinos Puente, que la autovía está destrozando todas las acequias». Además, «por supuesto, de la especulación urbanística». El segundo eje supone «dar a conocer la Vega y sus valores». De ahí el gran festival de este fin de semana.

A partir de este ejemplo, azuzó con que «las expectativas de esta ciudad no deben ser solo la Catedral y la Alhambra, sino también este suelo agrícola e industrial como memoria histórica y de cómo hemos llegado a ser actualmente». Recordó entonces que esta propuesta ha sido asumida por el grupo municipal socialista y presentada como moción al pleno del Ayuntamiento, «para reconocer este espacio de la Azucarera como lugar de investigación».

José Luis Gómez Ordóñez, urbanista e ingeniero estableció para empezar una diferencia muy interesante: «En Centroeuropa es el campo el que hace la ciudad. En el Sur es la ciudad la que hace el campo, la que lleva la cultura a los territorios». Por tanto, «recomendaría un esfuerzo, en que en la oposición agricultura-arquitectura se generara buena ciudad, que es la manera de crear un buen campo».

Las densidades

A continuación, los datos, que al contraponerlos, resultan sorprendentes. Por ejemplo, la AUG-Aglomeración Urbana de Granada, entre 1950 y 2000 ha visto multiplicar su población por dos la urbanización diez. Esto supone tan solo 70.000 habitantes más, pero de las densidades brutas de 20-15 habitantes por hectárea se ha pasado a una media de cien habitantes por hectárea. Este despilfarro -lo calificó, es el gran problema de la Vega». Las soluciones, según Gómez Ordóñez, pasan por «una densidad correcta y una conexión de cada plaza, escuela, instituto de cada pueblo, con calles arboladas con la Vega». Propuso para finalizar «la creación de la 'Agencia de la Vega', no un plan especial ni una oficina técnica, sino un pacto entre municipios, que en esta agencia se disuelvan todas las administraciones y participen para urbanizar correctamente con nuevos criterios».

Juan L. Rivas Navarro, doctor arquitecto y profesor del departamento Urbanística y Ordenación del Territorio habló de la «deconstrucción de un mito con un urbanismo creativo para la cohesión territorial de la Vega». Analizó que «la relación ciudad-campo se ha pervertido en las últimas décadas y es necesario volver a orientarla hacia una situación de equilibrio y naturalidad». Así, piensa que «la propia Vega de Granada se ha visto sometida a la paralización del proteccionismo pasional. La contraposición a ello es la acción operativa en términos de paisaje». Por último, compartió que «la observación del espacio de Vega exige ser precisos en la identificación de sus componentes funcionales y sus patrones de comportamiento. Bordes, corredores, ámbitos, mecanismos, agua, arquitecturas... componen una suerte de hábitat parada en el tiempo y con dinámicas a pesar de todo incontroladas».

Francisco Peña, arquitecto y profesor del departamento de Urbanística y Ordenación del Territorio elaboró una intervención «de mi relación con la Vega, que es la crónica del fracaso del urbanismo real, oficial». Continuó que «ya es momento de pensar de otra manera».

Argumentó entonces que «hay estudios de la Vega para montar tres Premios Nobel de Literatura juntos, con reflexiones buenísimas, con demandas sobre la Vega. Pero casi todas las intentamos encerrar en unos planos que nunca concretamos». Por eso, «quizá se necesite otra mirada diferente al planeamiento urbanístico y mirar los resultados de la Vega que se mantiene».

Por esta razón argumentó que es «partidario de que se autorice cierta ocupación de la Vega como ha ocurrido siempre, como en la Axarquía, con densidad bajísima, para construir paisaje de gente preocupada por su terreno, que captan agua potabilizada. ¿Por qué esa demonización de que el hombre siga manteniendo la Vega y que un tipo que hace un baño le crujen con 60.000 euros de sanción. ¡Y lleva ahí desde su tatarabuelo!».

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